TEMA: El primer franquismo: fascismo o dictadura reaccionaria.
Asignatura: Franquismo.
INDICE.
1. Introducción. Hipótesis y preguntas a responder.
2. Estado de la Cuestión.
3. Encuadre temporal. Caracterización. Etapas
4. Fascismo. Comparación de la dictadura franquista con otras dictaduras de la época. Diferencias entre franquismo y el fascismo Italiano. El Franquismo como Fascismo.
5. Grupos reaccionarios sobre los que se sustentó el régimen. Grupos Políticos: Falangismo, La Derecha Radical Española, Partidos Políticos católicos. La Iglesia. Monárquicos: Alfonsinos y Carlistas. Ejercito
6. La figura del Dictador: Franco.
7. El enemigo judeo masónico.
8. Conclusión.
9. Bibliografía.
1. Introducción. Hipótesis y preguntas a responder.
El golpe de Estado de 1936, y su producto histórico - el franquismo -, fue consecuencia de las fuertes resistencias que el proyecto de modernización y cambio que supuso La República provocó en un sector de la derecha y de la sociedad española, a las que se unieron la jerarquía de la Iglesia católica y gran parte de sus miembros más reaccionarios. Por tanto, los orígenes del franquismo se inscriben, dentro de la trayectoria seguida por el reaccionarismo español en medio de “la crisis del sistema político de la Restauración y del naufragio de la experiencia autoritaria que significó la dictadura de Primo de Rivera”.
El franquismo se sustentó sobre la destrucción del orden republicano, una consciente inversión del terror y un desarrollo legislativo que le permitió instrumentar la desarticulación de toda resistencia de los supervivientes durante la posguerra: se prohibió los partidos políticos y sindicatos, se derogaron los estatutos de Autonomía de Cataluña y el País Vasco, se declararon ilegales las huelgas, se estableció una férrea censura, el matrimonio civil y el divorcio fueron suprimidos, se militó la libertad religiosa, la mujer fue relegada a una minoría de edad legal y la homosexualidad fue perseguida mediante la Ley de vagos y maleantes (1954). A esto hay que añadir la privación de libertad o la incautación de bienes, las miles de depuraciones de funcionarios, los innumerables despidos y desahucios de arrendatarios de la tierra, la restricción de la libertad de movimientos de las personas y el camino del exilio al que fueron obligados miles de personas.
Los pilares de dicha dictadura era una coalición reaccionaria compuesta por la familias políticas derechistas - Falange Española Tradicionalista y de las JONS (falangistas, carlistas, monárquicos y católicos), la Iglesia y el ejército que durante toda la vida del régimen y en particular, en el periodo estudiado, se caracterizó por el contrapeso de las mismas. Este contrapeso puede verse como el mantenimiento imperfecto de los combates por la hegemonía política que mantuvieron y cuyos elementos de confrontación más importantes serían:
a. La contraposición entre el primado de la “política”, que reivindicaban los falangistas, y el de la “técnica” y la economía, auspiciado por los conservadores.
b. Apropiación de la cultura -la contraposición entre el “noventayochismo” y “orteguismo”, que se atribuía a los falangistas frente al “menéndezpelayismo” de sus rivales-.
c. La perspectiva de una España castellanista y centralista – la falangista- frente a la regional o regionalista de sus oponentes.
d. Finalmente, el papel de unos y otros atribuían a Franco: caudillo popular, jefe efectivo del partido y del Estado, unos; Jefe del Estado más o menos definitivo, en la perspectiva siempre de la restauración monárquica, los otros.
No se puede olvidar, que los años de la guerra civil y el primer periodo de la guerra mundial fueron “una etapa de fascistización del régimen franquista” en la que el “falangismo de Estado se ocupó de la implantación del nuevo régimen, ejerciendo el control social y creando unas bases sociales de apoyo a Franco”, en la que se reprimió cualquier disidencia. Un paso fundamentar fue el decreto de unificación de 1937 en el que nace el nuevo partido único, FET de las JONS, subordinado al Estado y Franco.
Este falangismo de Estado fue un intento de adopción de aspectos organizativos del fascismo como “el encuadramiento de masas en sindicatos, secciones femeninas y juveniles, milicias y servicio de auxilio social” y fue una “tentativa de fascistización del régimen de Franco condujo a que durante un tiempo la dictadura pareciera una variante española de regímenes como el fascista de Mussolini o el nacional-socialista de Hitler. Sin embargo, la derrota de la tentativa de hegemonía falangista tras la crisis política de mayo de 1941, con la salida de Serrano Suñer del poder, supuso la definitiva deriva del franquismo hacia una dictadura personal”.
Hipótesis y preguntas a responder.
Vamos a partir de la hipótesis de que el primer franquismo fue una dictadura reaccionaria más que un movimiento fascista al estilo italiano o alemán aunque con ciertas semejanzas que fueron abandonadas a partir de 1941, y más claramente con el fin de la Guerra Mundial y la pérdida de la misma por los países del eje.
Por otro lado, y para demostrar nuestra hipótesis debemos abordar una serie de temas y responder a unas preguntas que nos acercarán al objetivo final:
¿Qué es el fascismo?, ¿Qué rasgos tenían en común el franquismo con las dictaduras de la época?, ¿El franquismo tenía rasgos fascistas?
¿Cuáles eran los grupos reaccionarios?, ¿Sustentaron el régimen?, ¿Qué era el falangismo? ¿Qué importancia tuvieron los grupos políticos, los monárquicos, la Iglesia y el Ejército?
¿Fue importante la figura del dictador?
¿Existió el enemigo judeo masónico o fue un invento franquista?
- Estado de la Cuestión.
Como indica el profesor Mateos:
· en 1946, Naciones Unidas aprobó una resolución que consideraba al “gobierno fascista” de Franco como algo impuesto gracias a la intervención internacional del fascismo europeo contra la voluntad del pueblo español.
· Para los exiliados el régimen era “Franco-falangismo” señalando la dualidad existente entre dictadura personal y el apoyo de un aparato de Estado de partido único.
· Observadores internacionales profranquistas como el antiguo liberal mexicano Bernardo Reyes caracterizaron a lo ocurrido en España durante la guerra civil como la “bi-revolución española”. Junto a la revolución republicana se habría producido una revolución nacional que no era, sin embargo, una mera imitación del fascismo
· Una de las primeras tesis universitarias sobre la realidad española del siglo XX, se presentó en París en 1954 por Carlos M. Rama, y definía al régimen de Franco como un Estado nacional-sindicalista.
· Una parte de los mejores estudiosos del primer franquismo como Casanova, Molinero o Ysás, han insistido en la condición fascista del régimen de Franco. La destrucción de las organizaciones del movimiento obrero y la participación de Falange en una coalición contrarrevolucionaria que intentaba preservar los intereses de las clases dominantes serían los fundamentos principales de esta esencia fascista del franquismo. No sería, por tanto, tan importante la inexistencia de un verdadero partido fascista como la configuración de una coalición “nacional” que bebía en una tradición política y cultural contrarrevolucionaria, contraria no sólo al obrerismo marxista sino al liberalismo.
· En 1993, Ismael Saz retomó el concepto de “fascistización” para explicar la naturaleza del franquismo. Un concepto utilizado mucho antes por, entre otros, Raúl Morodo al estudiar a Acción Española. La fascistización de la dictadura - que llevó años antes a Stanley Payne o Javier Tusell a hablar de una etapa “semifascista” - durante los años de la guerra civil y mundial permitirían, precisamente, tras la victoria de los aliados, que el franquismo revirtiera su naturaleza hacia su condición de dictadura personal, adaptándose a los nuevos tiempos de la guerra fría para asegurar su supervivencia dando mayor visibilidad a los componentes autoritarios nacional-católicos. La fascistización fue limitada, sobre todo hasta 1941, no consiguiendo ni siquiera absorber en la burocracia del partido único, en el falangismo de Estado, a los nacional-católicos. No hubo un verdadero partido fascista sino una burocracia creada desde el gobierno de Franco que no pudo, por tanto, realizar una extensa movilización de masas ni lograr un consenso activo de la mayor parte de la sociedad española después de una guerra civil. Como señaló Juan José Carreras en los años setenta, una dictadura fascistizada que era producto de una cruenta guerra civil difícilmente podía construir un consenso social en torno a las nuevas instituciones de un partido único fetista que había sido extremadamente débil en 1936.
· Otros autores, como Pérez Ledesma, entraron en el debate tomando prestada la caracterización coetánea de Azaña del régimen de Franco como una dictadura tradicional militar y eclesiástica.
· Muy importante es la tesis de Renzo de Felice que destacan el carácter revolucionario del totalitarismo fascista. No se trata simplemente de que los falangistas formaran parte de una coalición reaccionaria que impuso la contrarrevolución sino que la naturaleza contrarrevolucionaria del franquismo se impuso a la “revolucionaria” fascista.
· Como ha recordado Glicerio Sánchez Recio, la llamada coalición reaccionaria se impuso y absorbió la Falange primigenia en un conglomerado fetista (de FET y de las JONS)”.
Por otro lado, en el libro El Franquismo. Visiones y Balancesseñala que :
- En 1964, Linz presento el franquismo como un tipo ideal de régimen autoritario. Los regímenes autoritarios presentan unos caracteres propios frente al gobierno democrático y el totalitarismo, sobresaliendo entre sus rasgos esenciales un pluralismo político y de grupos de intereses limitado; la ausencia de ideología, existiendo una mentalidad; la falta de movilización política tanto intensiva como externa de la población; la debilidad del partido autoritario; el ejercicio de un control social relativo; la importancia del ejército; la coexistencia de diferentes fórmulas de legitimación, destacando su carácter carismático durante la consolidación de estos regímenes, que luego desaparece en beneficio de un legalismo que rompe con la tradición; y la heterogeneidad de la elite política, formada esencialmente por expertos y militares, con una lenta renovación de la misma. Insiste en la debilidad del partido único autoritario, poniendo de relieve que en el caso español se produjo la progresiva pérdida de influencia y la paulatina burocratización de F.E.T y de las J.O.N.S. Del mismo modo, explicó más detalladamente el papel de la oposición en un régimen autoritario como el de Franco, moviéndose en gran parte dentro del mencionado pluralismo limitado bajo la forma de una semioposición tolerada, lo que sirvió al régimen para mostrar su carácter no totalitario.
- Fontana insistía en que la represión desempeñó un papel político fundamental en la consolidación de la dictadura, de igual forma que sucedió en la Italia fascista y la Alemania nazi. Más recientemente, se ha reafirmado la naturaleza fascista del franquismo al considerar que la coalición contrarrevolucionaria que destruyó la República persiguió los mismos fines que los movimientos fascistas de Italia y Alemania, sobre todo la defensa de la propiedad privada y del orden social capitalista.
- Salvador Giner, entre otros autores recupera y redefine la expresión “coalición reaccionaria” como eje articulador fundamental de la dictadura franquista, manifestando la identidad de intereses de los distintos grupos que se sublevaron contra la República bajo el predominio del Ejército y apoyaron un “régimen de estado de excepción duradero, accidental y que instrumentaliza la ficción de la monarquía”. El franquismo se presentaría como una variante reaccionaria de los “despotismo modernos”, diferenciados de los totalitarismos por al existencia de límites al poder de las elites, la movilización parcial y puntual de la población y la no injerencia en la esfera de la vida privada. En este sentido, el régimen franquista se caracterizaría por ser una dictadura de clase de signo ultraconservador que defendía los intereses de la ‘coalición reaccionaria’ que controlaba el aparato del Estado con el apoyo del Ejército, al tiempo que favorecía el desarrollo del capitalismo según los supuestos de las clases dominantes. Otros rasgos significativos serían la existencia de un pluralismo político e ideológico restringido a los distintos grupos políticos que formaban la coalición franquista, que compartían un mismo substrato ideológico sincrético y poco elaborado de signo ultraconservador, así como la utilización de medios disuasorios y persuasivos mediante el control del aparato del Estado para procurar tanto la obediencia pasiva como la aceptación implícita de sus principios por la mayoría de la sociedad”.
- Por su parte, Julio Aróstegui ha insistido en que el franquismo no puede asimilarse al modelo fascista, pues la dictadura fue un proyecto de restauración del viejo orden tradicional bajo la forma de un pseudo Estado de derecho, que buscaba juricidad y legitimidad para arropar su función represiva de carácter restaurador”.
Para Tuñón de Lara “el fascismo era todo totalitarismo de derechas que salvaguardara y representara los intereses de las clases hegemónicas, tal y como sucedió en el régimen franquista”.
- Encuadre temporal. Caracterización. Etapas.
3.1. Encuadre temporal del primer franquismo.
Consideraremos que el espacio temporal, como indica el profesor Mateo, se encuadra entre los años 1939 y 1953 y esto si no nos fijamos solo en la evolución de las familias políticas que formaron la coalición reaccionaria de la sublevación del 36 y tenemos en cuenta que “no todo era régimen”: “El hambre y el racionamiento de la autarquía prosiguieron hasta 1952”; la represión de los vencidos continuó; en 1953 se consideraba en la práctica liquidada las organizaciones clandestinas y la guerrilla - “la actividad guerrillera fue importante entre 1946 y 1948, pero se redujo a un mínimo a partir de 1952, aunque todavía habría algún ejecutado por guerrillero a mediados de los cincuentas”; el reinicio de la emigración del campo a la ciudad del principio de los cincuenta; el comienzo de la inserción de España en el orden occidental aprovechando la guerra fría (Pacto estadounidense de 1953); a partir de los cincuenta, ninguna organización antifranquista propugnaba ya la resistencia armada”.
En definitiva, el principio de los cincuenta es el momento en el que el régimen se siente asentado en el poder, y la oposición se considerada reducida a nada, por lo que es el momento de iniciar nuevas actuaciones que permitan homogeneizar a la sociedad – ejemplo modificación de la ley de vagos y maleantes en 1954 - . El franquismo había ganado la partida en el terreno militar, político y religioso y, por tanto, es el momento de continuar con su política de represión pero esta vez, en el ámbito social y económico y como señala el profesor Mateos: “la desmovilización social terminó siendo un objetivo del régimen franquista.
3.3. Caracterización.
“El régimen de Franco fue una dictadura personal con burocracias militar, clerical y de partido único de estado. Hubo unas fases de predominio de la burocracia militar durante la guerra, del falangismo de estado durante la guerra mundial y de los nacional-católicos entre 1945 y 1957”.
Los rasgos caracterizadores de este primer franquismo fueron, ”más que el predominio del predominio del partido único FET de las JONS, siempre débil y enseguida burocratizado, o la presencia significada de la Iglesia en el poder político a través de Acción Católica y Nacional de Propagandistas, el aislamiento internacional, la represión de los vencidos y la miseria de posguerra. Una posguerra que trajo consigo la regresión económica a niveles inferiores a los prebélicos, manteniéndose el racionamiento hasta 1952.
“Tras el fin de la guerra civil, en el primer franquismo hubo una etapa de hegemonía nacional-sindicalista hasta 1945 y una segunda etapa en la que la visibilidad de los nacional-católicos se hizo mayor y que podría prolongarse hasta 1957”.
a. Hegemonía nacional-sindicalista.
El nuevo sistema político se articuló en torno a la figura de Franco, nombrado jefe del Estado el 1 de octubre de 1936 por la junta de militares sublevados. Un jefe de Estado con plena capacidad ejecutiva y legislativa que reunió, además la jefatura del gobierno, el mando de las fuerzas armadas y del partido único FET y de las JONS. Aunque en 1942 el régimen se dotó de una Cortes orgánicas, es decir, en las que estaban representadas por elección indirecta la familia, el municipio y los sindicatos del Movimiento, la cámara no fiscalizó la acción de gobierno de Franco.
b. Predominio del Nacional-Catolicismo.
La victoria de los aliados en la segunda guerra mundial obligó al franquismo a un maquillaje de las características fascistas del régimen. Una de las familias políticas del conglomerado contrarrevolucionario, unificadas en la burocracia del partido FET y de las JONS, la nacional-católica adquiría a partir de 1945 especial visibilidad. El nacional-catolicismo había sido una tradición del pensamiento católico y de relaciones entre el Estado y la Iglesia desde el siglo XIX.
4. Fascismo. Comparación de la dictadura franquista con otras dictaduras de la época. Diferencias entre franquismo y el fascismo Italiano. El Franquismo como Fascismo.
4.1. Fascismo.
Los regímenes dictatoriales ampliamente reconocidos como fascistas – nazismo alemán y fascismo italiano, tenían ciertas características en común:
a. Buscaban tomar el poder y crear una nueva clase de hombre y de sociedad que glorificara la jerarquía, el nacionalismo y la guerra.
b. Existencia de un líder con cualidades “sobrehumanas”, al que no deberían imponerse restricciones de ningún tipo”.
c. El líder nació de, y a su vez dio a luz, a un poderoso partido político que le ayudó a conseguir sus objetivos: … el partido fue creado antes, y no después, de la toma del poder por el fascismo y era un instrumento indispensable en esa lucha.
d. Se utilizó la propaganda con objeto de glorificar a su líder, a su partido y a sus objetivos. “Las nuevas tecnologías, especialmente la radio pero también el cine y el periodismo gráfico, se utilizaron en una medida sin precedentes”.
e. Forma extrema de nacionalismo”.
f. Un objetivo fundamental del fascismo fue la consecución “de una prosperidad material sin precedentes” que tenía un carácter místico.
g. Para asegurar el apoyo entusiasta del pueblo en la lucha se organizó a la sociedad de forma concienzuda - se crean nuevas organizaciones y estás se subordinan al poder del estado y en especial al líder.
h. La Iglesia y otros grupos sociales se subordinados al nuevo orden fascista, especialmente en Alemania. Se formó una alianza fáustica con las grandes empresas. Las instituciones culturales y los clubes deportivos fueron fascistizadas. El grupo que estuvo más cerca de retener su antigua autonomía fue el militar, dado que era esencial para la consecución de los objetivos fascistas de política exterior. En Italia, había un obstáculo adicional: la existencia de la monarquía, poseedora de una vaga legitimidad residual que en 1943 propiciaría la caída de Mussolini”.
i. Racismo.
j. Negación de la existencia de clases sociales portadoras de intereses estructuralmente antagónicos.
k. Profundo anticomunismo.
4.2. Comparación de la dictadura franquista con otras dictaduras de derechas de la época.
En el momento en el que surge el franquismo, en Europa conviven otras dictaduras de derechas –alemana, italiana, portuguesa, austríaca, rumana y francesa de Vichy-. Estos regímenes tenían en común su carácter antiliberal y antimarxista, su negación de los valores básicos del s. XIX y su legitimación como ‘revolución nacional’. La estructura de poder de estas dictaduras participaban, en general, los mismos sectores sociales, políticos e institucionales. En todas ellas, existió una alianza contrarrevolucionaria, coalición reaccionaria o cartel de poder. Los medios de negocios, el ejército, las distintas Iglesias, las burocracias, el componente fascista, y la figura de un dictador están de uno u otro modo presentes. Por otro lado, el periodo de entreguerras el fascismo se constituye en un punto de referencia fundamental para todo tipo de corrientes políticas e ideológicas.
En muchas ocasiones, y debido a sus similitudes en aspectos generales, se han englobado a todas estas dictaduras en la categoría de fascismo pero es importante, incidir en que tenían elementos específicos y diferenciales.
Por ejemplo, Linz aludió a los regímenes franquista, rumano o el de Vichy como ‘autoritarios con componentes fascista’. Tusell habla de tentativa fascista para ese mismo periodo, aunque diferenciando dentro de él una primera fase semifascista y otra sucesiva seudofascita. Por otra parte, quienes señalan el carácter fascista de la dictadura franquista apuntan con claridad hacia algunas peculiaridades – como la fuerte presencia del ejército y la Iglesia-, y recurren con cada vez mayor frecuencia a una limitación cronológica. Tranfaglia hablará del franquismo como una variedad de fascismo con características propias; y Botti apunta en la misma dirección. Griffin hablará de “para-fascismo” entendiendo por esto unos régimenes contrarrevolucionarios en los que el poder es detentado por las élites tradionales y los militares pero que adoptan una fachada populista y toda una serie de instrumentos de organización y control propios de las dictaduras fascistas. Estos regímenes, siempre insuficientemente populistas, nacionalistas y palingenésicos, podrían cooperar con los movimientos fascistas genuinos pero con el firme propósito de desnaturalizarlos, cooptarlos y, en última instancia, neutralizarlos.
Las clases medias españolas se comportaron de forma similar a las francesas: se mostraron en gran parte refractarias al fascismo y apoyaron una alianza interclasista que recibiría el nombre de Frente Popular. En ambos países a diferencia de lo acaecido en Italia o Alemania el grueso de las clases medias, el electorado burgués, se hallaba dividido entre la izquierda y la derecha. “Tal vez fuera esta la razón en la que las democracias francesa y española sólo pudieran ser derrotadas merced a un proceso militar”.
Las claves de la evolución del régimen se sitúan en 1936-1945 y es donde encontramos el marco comparativo fundamental. Dentro de ese marco el punto de referencia son los regímenes de Rumania, Austria, la Francia de Vichy o Portugal, es decir, los parafascistas o fast¡cistizados. De entre ellos, es el régimen de Vichy el más parecido al español. Parte de la misma debilidad relativa del sector fascista - desarrolla la misma retórica de la “revolución nacional” antidecadentista, antiliberal y antiparlamentaria, quiere restituir a la Iglesia y la familia como pilares de la sociedad, hace del comunismo y masonería sus dos grandes enemigos, se obsesiona con la depuración de los maestros, establece un sistema corporativo, adopta elementos de estado policíaco, hegemonía conservadora en su seno y una presencia sobresaliente en los primeros momentos de los sectores más conservadores y tradicionalistas-. Hasta las figuras de Franco y Petain guardan más semejanzas entre ellos, en cuanto a su procedencia militar y sistemas de valores, que respecto a Hitler o Mussolini. La Legión des volontaires français funcionó como el equivalente de la división azul española. Puede reconocerse a la Francia de Vichy como el referente más próximo al régimen franquista.
No hay que olvidar que España siempre había tenido como referencia a Francia. Los conservadores y reaccionarios españoles en el periodo de entreguerras empezaron a mirar simultáneamente a la Italia fascista y, menos a la Alemania nazi.
4.3. Diferencias entre el franquismo y el fascismo Italiano.
Son fruto de evoluciones históricas distintas y su estudio no se agotaría con una simple comparación. Hubo semejanzas entre ambos y la experiencia fascista ejerció una influencia inicial sobre el franquismo. Sin embargo, muchas semejanzas son engañosas: la figura del jefe, la posición del partido único, o las relaciones con la Iglesia católica”.
Mussolini era jefe de un movimiento de masas organizado en partido milicia, fue un político profesional, con una mentalidad revolucionaria. Por el contrario, Franco llegó al poder como general del Ejército, fue siempre un militar profesional, con una mentalidad conservadora. Por lo que concierne a los dos partidos únicos, se puede decir que el PNF (Partido Nacional Fascista) no pasó por un proceso de marginación política análogo al que sufrió La Falange. Incluso las relaciones con la Iglesia católica no tuvieron el mismo desarrollo. El franquismo fue una dictadura personal y Franco empleó un represión muy dura, mientras que Mussolini al subir al poder por la vía legal, no debió emplear una violencia tan extrema (por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000).
La Falange, si bien tenía similitudes con el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, fue un fenómeno típicamente español. Su característica esencial fue el afán por recobrar la ‘edad de oro’ de España, precisamente la de los Reyes Católicos (siglo XV), o sea, sus tres elementos esenciales: el nacionalismo, el imperialismo y el catolicismo. Sin embargo, aunque Franco admitió la FET como el partido del estado (los famosos veintisiete puntos ofrecían un programa ideal para el nuevo régimen), ésta no fue para él sino un medio de cohesión nacional, un instrumento del régimen.
El régimen fascista, por sí mismo, fue una religión política en un afán de educar a las masas y sobretodo a la juventud, de ahí que pretendiera el monopolio de la formación de las conciencias a diferencia del régimen franquista que identificaba su ideología con las fórmulas reaccionarias católica, asignando a la Iglesia la cartera de Educación y Exteriores.
4.4. El franquismo como fascismo.
No se puede pasar por alto que el franquismo tuvo aspectos de fascismos, entre ellos podemos señalar:
- Destrucción de las instituciones políticas y sociales republicanas, es decir de todo lo que para ellos representaba la “Antiespaña”.
- El encuadre de la totalidad de la sociedad en las organizaciones de masas falangistas, incluso de los supervivientes de los derrotados republicanos.
Pero tampoco se puede pasar por alto que:
- “La participación masiva de los sindicatos, milicias y secciones juveniles o femeninas de FET en los actos conmemorativos de la Victoria o homenajes a Franco fueron la únicas expresiones de una política de masas”.
- “Aunque el partido único constituyó nuevas instituciones como el Consejo de Hispanidad o el Instituto de Estudios Políticos para promover la idea de Imperio no pudo lograr una hegemonía cultural nacional-sindicalista”.
- “El Partido, fue un elemento que sustentó el régimen junto al Ejército y la Iglesia, pero el Partido, asumió su condición subordinada, que era una pieza más y, desde luego no la hegemónica, del engranaje del régimen”.
5. Grupos reaccionarios sobre los que se sustentó el régimen. Grupos Políticos: Falangismo, La Derecha Radical Española, Partidos Políticos católicos. La Iglesia. Monárquicos: Alfonsinos y Carlistas. Ejercito
El soporte fundamental de la dictadura fueron los grupos reaccionarios, lo que se conoce como familias (Familia política, Familia militar, la familia eclesiástica). Cuando Franco se impone y logra la jefatura del Estado en 1936, se encuentra con una situación con muchos grupos sobre los que sustentar el régimen - monárquicos, falangistas, cedistas, grupos religiosos de toda índole, en definitiva todos aquellos que podríamos definir como anti-republicano-. Este conglomerado contrarrevolucionario nunca fue absorbido del todo por la forzada unificación franco-falangista de abril del 37 con la fundación del partido único Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FE-JONS) que no supuso, sin embargo que fuera la vía exclusiva para hacer política durante la dictadura. Como ha destacado Javier Tusell, pervivieron las familias políticas originarias - falangistas, los católicos, los monárquicos y los carlistas.
Los gobiernos de Franco, renovados cada cinco años en términos generales, reunían a representantes de las diversas familias de FET y de las otras burocracias (militares, Iglesia) bajo el arbitraje del jefe del Estado. Aunque el régimen de Franco no fue una dictadura militar en sentido estricto, el Ejército ocupó un 40% de los principales cargos de la administración del Estado, desempeñando media docena de puestos ministeriales además de la jefatura del gobierno.
El régimen creó un “equilibrio inestable” en la que ninguno de los grupos estaba totalmente satisfecho ya que la esfera de la política de masas quedaba en manos de Falange mientras que la de la Administración quedaba en manos de sus aliados/rivales conservadores, aquellos que encontraban sus puntos de apoyo en los otros sectores de la alianza o compromiso autoritario en el poder, esto es, los militares, la Iglesia, los hombres de negocios o los de la alta burocracia. Los falangistas aspiraban a hacer del partido el eje de la vida política de un Estado que querían genuinamente totalitario, fascistas mientras que sus rivales no habían renunciado a su viejo proyecto de extender la hegemonía del gobierno sobre el partido hasta hacer de este último una informe caja de resonancia, un ‘Movimiento’ difuso en la que cupieron todos los franquistas sin distinción”. En definitiva, Franco usó con maestría la noción británica del “balance of power” que le permitió perpetuarse en el poder. Si un grupo crecía en importancia se le podía contrarrestar con la cesión de privilegios o parcelas de poder al equipo competidor, pero siempre eligiendo a aquellos que parecían más aptos en el contexto de la época a los intereses del dictador. “Con este sistema nadie, excepto Franco, ganaba, pero nadie podía decir que estaba perdiendo”.
5.1. Grupos Políticos. Falangismo. La Derecha Radical Española. Partidos Políticos Católicos.
5.1.1. Falangismo.
Según parece, “Primo de Rivera fue informado del golpe organizado por los militares, cuando éste estaba en la cárcel, pero negó el apoyo al mismo esgrimiendo que los miembros de la coalición eran reaccionarios que no deseaban cambiar España en la dirección correcta, sino para volver atrás en el tiempo”. Primo de Rivera dudó del golpe, pero su desaparición allanó el camino a aquellos quienes, como Franco, deseaban absorber la imagen revolucionaria-radical de la Falange.
El falangismo en la República no logró ser un partido mayoritario y su implantación fue muy limitada consiguiendo un solo escaño y por tanto muy lejos de poder, por si solo imponer su pensamiento y lograr el triunfo de una insurrección.
A partir del decreto de unificación, el nuevo falangismo de Estado pretendió el encuadramiento, como ya se ha señalado, de toda la población mediante secciones. El Fuero del Trabajo, de marzo de 1938, adoptado a semejanza de la Carta di Lavoro del fascismo italiano, pretendía que todos los factores de la economía quedaran encuadrados en Sindicatos Verticales. La Ley de Unidad Sindical y la Ley de Bases de la Organización Sindical de 1940 sentaron las Bases de la Organización Sindical y de su monopolio. Las leyes de unidad sindical agraria de septiembre de 1941 y de cooperación de enero de 1942 obligaron a que las entidades adictas al régimen de Franco en el mundo rural, como los sindicatos agrarios católicos, la asociación de ganaderos y las cámaras agrarias, se incorporaran al sindicato de FET. De este modo, la Iglesia se vio privado de sus sindicatos y cooperativas teniendo que conformarse con la constitución de asociaciones obreras de Acción Católica después de la segunda guerra mundial.
Los cuadros y dirigentes de FET-JONS de procedencia falangista aspiraban a que el partido ocupara la totalidad del espacio político, y la situación internacional fue inicialmente muy favorable a sus pretensiones. Sin embargo era una organización absolutamente subordinada a su jefe nacional, Franco, que no se privaría de recordar sus poderes. Sin embargo, la pretensión de encuadramiento masivo de FET no se tradujo en una movilización de masas. Aunque se decretó la cuota sindical obligatoria, en 1949 el número de afiliados no suponía más de la mitad de la población activa. Las Hermandades de Labradores de FET se convirtieron en una entidad paraestatal, controlada por las oligarquías agrarias, más que un verdadero sindicato agrario. Las Cámaras Oficiales Sindicales Agrarias constituidas en 1949 controlaban las Hermandades locales, los Grupos Sindicales de Colonización y las Uniones de Cooperativas”. Las elecciones sindicales en el primer franquismo estuvieron muy controladas por las delegaciones provinciales de sindicatos, dependientes de Gobernación y del Movimiento, permitiendo la implantación de la red territorial del sindicato vertical”.
La Junta Política del partido único fue dirigida por Serrano Suñer, cuñado de Franco que fue el responsable del acercamiento a las potencias fascistas durante la guerra mundial y de una tentativa de fascistización del régimen especialmente durante 1940. Quiso elaborar una ley de Organización del Estado que atribuía a la Junta Política de FET la función de enlace entre el Estado y el Partido y reducía el papel del gobierno y de las Cortes. Sin embargo, la oposición de católicos y militares al monopolio fetista del poder terminó provocando su caía y con está, el viraje del régimen de Franco hacia posiciones más neutrales durante la guerra mundial y el enmascaramiento de la cercanía ideológica con las potencias fascistas”.
Pero la Falange no iba a desaparecer, ni tampoco su sustrato fascista, ni siquiera cuando la evolución del conflicto mundial aconsejara la pérdida de visibilidad en aras del salvamento del régimen porque la Falange era imprescindible para Franco, ya sea contra las acometidas monárquicas, como instrumento de control de la población o activación de “las ceremonias de adhesión al pomposo Caudillo”.
5.1.2. Proyectos de la Derecha Radical Española.
Como señala Sanz en la República se produjo un clamoroso fracaso del partido fascista – FE de las JONS y al mismo tiempo se alcanzó un proceso de fascistización de la mayoría de las fuerzas conservadoras.
Los monárquicos agrupados en torno a Renovación Española y Acción Española se inspiraron directamente en Action Francçaise. Pero tomaron del fascismo todo lo que este aportaba como técnica contrarrevolucionaria, actuación antidemocrática y modelo institucional de Estado autoritario. La CEDA descubrió igualmente mucho de aprovechable en el fascismo: su eficacia antirevolucionaria, anti-marxista y anti-parlamentaria, así como su capacidad de encuadrar a las masas. Las prevenciones anti-modernas de los tradicionalistas limitaron, aunque no del todo, su atracción por el fascismo. Pero era un fascismo que se detenía ante algunos de los elementos esenciales, definidores, del fascismo: su populismo y nacionalismo extremos. El populismo de la CEDA y los tradicionalistas se refería al “pueblo católico”, y su nacionalismo chocaba con su clericalismo y prevenciones antiestatistas.
Globalmente considerado este proceso de fascistización fue exitoso en dos sentidos fundamentales. Primero, porque vino a delinear el núcleo ideológico fundamental del futuro franquista. Segundo, porque de algún modo pudo utilizar en beneficio propio la atracción del fascismo, neutralizando así, en parte, el potencial de crecimiento del propio partido fascista. Pero todo ello no evitó el fracaso político de la derecha en la España republicana. Fracasó su gran partido de masas, la CEDA, cuya estrategia electoralista vino a estrellarse con el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. Fracasaron los tradicionalistas, incapaces de desencadenar por sí mismos la cuarta guerra carlista. Los que estuvieron más cerca del éxito fueron los monárquicos alfonsinos en tanto que partido del golpe de Estado.
5.1.3. Partidos políticos católicos.
El papel desempeñado por los políticos católicos bajo la Segunda República era a todas luces reprochable por amplios sectores de la coalición antirrepublicana y antiliberal, puesto que el accidentalismo de la CEDA fue considerado, tanto por monárquicos, como por falangistas, como una falta de responsabilidad nacional y política pues aceptaban la República como arena política y la democracia como su articulación.
“La familia política nacional-católica tuvo su mayor expresión política durante la segunda república con el partido de Acción Popular de Gil Robles pero sus redes asociativas, en especial en el mundo rural, arrancaban de comienzos del siglo XX. Sin embargo, lo más característico de esta familia política era la elitista Asociación Nacional Católica de Propagandistas y la masiva diversificada Acción Católica. Todo este Movimiento Católico, según la caracterización de Feliciano Montero, fue partidario de la sublevación encabezada por Franco que trajo consigo la guerra civil. Una minoría democristiana, no obstante, colaboró con el Frente Popular sufriendo tras la derrota, la represión y el exilio”.
5.2. La Iglesia.
El nuevo Estado, como hemos visto, buscó el apoyo y la colaboración de los elementos tradicionales de la sociedad española y esto, mediante la construcción de una ideología fundamentada en la doctrina contrarrevolucionaria donde fue decisivo el papel de la religión católica que no sólo impregnó de forma decisiva el ideario falangista, sino que acabó trascendiéndolo. En este sentido, la jerarquía eclesiástica jugó un papel primordial en la legitimación del régimen a pesar de algunas desavenencias, como la del cardenal y Arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal y Barraquer quien se negó a firmar la Carta Colectiva del Episcopado Español en apoyo de Franco y murió en el exilio en 1943.
La Iglesia se resistió al encuadramiento masivo y este tuvo que moderarse. Se preocupó de poner coto a las aspiraciones fascistas y totalitarias en el seno del nuevo Régimen, y la de defender la estructuración confesional del Estado, que, en 1953 habría de encontrar su sistematización en el marco jurídico definido en el Concordato de 1953. A partir de 1945, y después del oscurecimiento-supervivencia de Falange, llegó al gobierno el llamado “catolicismo oficial” (nacional-catolicismo).
A diferencia del ‘matrimonio de conveniencia’ entre el fascismo italiano y la Iglesia, en la España franquista, la Iglesia católica ejerció una cuota de poder mucho mayor, limitando las posibilidades totalitarias del proyecto nacional-sindicalista. Se eliminó todo resto de secularización: “Hay que recristianizar a esa parte del pueblo que ha sido pervertida, envenenada por doctrinas de corrupción” – declaraba Franco en el Discurso a la Junta Central de la Acción Católica, el día 10 de abril de 1940. “Son los años en que Franco, bajo palio, muestra el triunfo de “su Cruzada”
Acción Católica organizó a finales de los años cuarenta unas Hermandades Obreras (HOAC) y unas Juventudes Obreras (JOC), así como otros movimientos apostólicos juveniles, que pudieron actuar sin el control férreo de las autoridades franquistas o al menos con un cierto grado de autonomía.
Además, el nombramiento de Martín Artajo como ministro de Asuntos Exteriores conllevó un plan nacional-católico para la reforma de la dictadura de manera que las instituciones mediatizaban la voluntad de Franco pero no suponía una democratización del régimen ni una reconciliación pero sí una cierta promesa de liberalización política y de supresión de los símbolos que más recordaban al totalitarismo fascista. Además de la cartera de Exteriores, los nacional-católicos conservaban la cartera de Educación y, obtenían el predominio en el ámbito de la cultura oficial. De cualquier modo, esto no supuso un giro decisivo en la marcha del régimen sino que suponía salvarse y consolidarse en el mundo de la posguerra. Para ello se reforzó al régimen como un estado confesional católico configurado de forma corporativa a partir de instituciones básicas como la familia, el ayuntamiento y el sindicato. Estos cauces de representación corporativa configurarían la llamada democracia orgánica.
A partir de 1951, y tras las protestas sociales que supusieron un punto de inflexión en la historia de los movimientos sociales “sectores minoritarios del movimiento católico alentarían la creación de entidades políticas y sindicales de carácter democristiano”.
5.3. Los Monárquicos.
5.3.1. Los monárquicos alfonsinos.
Desde 1940 surgió en el interior de España una disidencia monárquica, que fue alentada por la diplomacia británica. La muerte de Alfonso XIII en 1941, trajo consigo que su hijo don Juan proclamara su pretensión de ser rey. La caída del fascismo italiano y la propuesta de armisticio en septiembre de 1943, fue seguida de un manifiesto de varios generales españoles pidiendo a Franco la restauración de la monarquía”. Fue un proyecto de restauración autocrática de la monarquía.
En 1946, se produce el pacto de Estoril, en la que se reúnen varios cenetistas con generales monárquicos para tratar la liquidación del franquismo. Este pacto reconocía “la preeminencia de la iglesia católica, el mantenimiento del orden público, la suspensión temporal del derecho de huelga y la preparación de un plebiscito sobre la forma definitiva de gobierno a cargo de los detentadores del poder tras Franco”. Al final no ratificaron el pacto.
El 30 de agosto de 1948, se firma un acuerdo entre socialistas y monárquicos que se conoce como la declaración de San Juan de Luz y que constaba de ocho puntos que “se comprometían mediante un periodo de transición, alejado de cualquier violencia, que permitiera a España restablecer una normalidad institucional que sea auténtica expresión de su voluntad, a dictar una amnistía, mantener el orden público evitando represalias, asegurar la libertad de cultos destacando a la iglesia católica e incorporar a España al proceso de construcción europea. El gobierno provisional sería imparcial en su composición y previa devolución de las libertades ciudadanas, consultará a la Nación a fin de establecer, bien en forma directa o a través de representas un régimen político definitivo”.
En las mismas fechas que se negociaba la firma de la Declaración de San Juan de Luz, se produjo el encuentro en el Azor de D. Juan y Franco en relación a la educación de D. Juan Carlos, lo que produjo que los monárquicos liberales quedaran en entredicho frente a la exitosa maniobra de los monárquicos franquistas. La sorprendente actitud de Don Juan comprometió el éxito del pacto entre monárquicos y socialistas y la posibilidad de una transición guiada por un gobierno provisional sin signo institucional definitivo”. Por contradictorio que parezca, los dirigentes monárquicos no consideraron incompatible ese acercamiento a Franco y el mantenimiento de conversaciones con los socialistas. El hecho es que a finales de 1948 las esperanzas de restauración monárquica fueron disipándose, mientras que se producía un lento caminar de esta causa hacia un colaboracionismo claro con el régimen.
En 1950, Don Juan declaró a Le Figaro que “rechazaba la posibilidad de que la monarquía se estableciese en España mediante un plebiscito”. Y en 1951 se divulgó una carta de Don Juan a Franco en la que se identificaba plenamente con el Movimiento y aludía de manera despectiva a las centrales sindicales que irritó a los socialistas. Esta declaración de D. Juan trajo consigo que Prieto recomendara la ruptura del pacto con los monárquicos sin renunciar a la política plebiscitaria. El Congreso del PSOE en 1952 aprobaría la cancelación definitiva del pacto con los monárquicos.
La iniciativa política más importante, en relación a la monarquía, de la segunda mitad de los años cuarenta fue la Ley de Sucesión, seguida de un referéndum, de 1947. Por ella España se definía como un estado ‘católico, social y representativo’ y se declaraba constituido como un reino tradicional. El momento de la designación de un rey o de un regente como sucesor de Franco se dejaba abierto a la voluntad del dictador. Don Juan, rechazó esta Ley en el manifiesto de Estoril, en el que atento a la victoria de los aliados, hacía algunas promesas de democratización aunque su pensamiento y el de los monárquicos estuviera todavía más cercano al corporativismo católico que a las ideas democráticas.
Franco, consideraba que había que volver a considerar a España como un reino, pero aseguró que “Don Juan de Borbón no era más que ‘pretendiente’; él mismo debía decidir quien sería su sucesor. Además, expresó con crudeza su juicio acerca de las instituciones monárquicas; no podían basarse tan sólo en la pura sucesión de ‘el último que se acostara con Doña Isabel II’, sino que ‘lo que salga del vientre de la reina’ había que ver si era apto, y a él precisamente le correspondía tal tarea”.
5.3.2. Los carlistas.
La Comunión Tradicionalista era un partido de nuevo cuño con viejas ideas. La presencia de la República, desde 1931, hizo que las diversas ramas del árbol carlista comprendieran que sólo la unión podía darles una presencia importante en la nueva política parlamentaria. Ese movimiento fue más el resultado de una gestión para la supervivencia, que para la victoria.
La formulación tradicionalista carlista se debía sobre todo a Víctor Pradera. Lo que entendía Pradera por nación española era una entidad que se desarrollaba orgánicamente, gratificada por la tradición, y por tanto, dispuesta según un orden divino. La formación organizada de una sociedad nacional era perfeccionada por la institución de la Monarquía, porque la soberanía, aunque descansaba en última instancia en la nación, exigía una encarnación por medio de la cual pudiera expresarse. La autoridad real estaría limitada tanto por el superior poder espiritual de la Iglesia, ya que toda autoridad emana de Dios, como por la soberanía social de las diversas regiones, de las jerarquías y corporaciones de la nación orgánica. La nación no podía ser representada mediante delegación a través de los partidos políticos. Y aunque reconocía la existencia de clases, no la de su conflicto. La sociedad corporativa quedaría reflejada en Cortes, que representaba las diversas clases, corporaciones y cuerpos del Estado y desempeñarían un activo papel en el gobierno del Reino.
Franco, nunca pensó en los pretendientes carlistas para la sucesión, siempre les consideró una rama borbónica extranjera, y utilizó al carlismo, como con las demás familias en su propio beneficio. Era una forma de contrarrestar a los monárquicos de D. Juan.
El ejército es el primer elemento del movimiento insurreccional del 36. Esta institución se había convertido desde el siglo XIX en un jugador aventajado de la política estatal a través de los pronunciamientos y de los apoyos tácitos a distintos regímenes. Pero el ejército no representa una única fuente ideológica sino que lo forman dirigentes provenientes de muy variantes ambientes – carlistas, alfonsinas, republicanos autoritarios etcétera.
En su obra Entre Hendaya y Gibraltar, publicada en 1947, el “cuñadísimo”, Ramón Serrano Suñer, escribía: “En último término, el centro de gravedad, el sostén verdadero del régimen (pese a las apariencias que tontamente nos esforzamos por exagerar) fue y seguirá siendo el Ejército”. Ocho años después, otro pariente de Franco, Francisco Franco Salgado-Araujo, hacía un diagnóstico similar en Mis conversaciones privadas con Franco: “Se habla demasiado del Movimiento, de sindicatos, etc., pero la realidad es que todo el tinglado que está armado sólo se sostiene por Franco y el Ejército”.
Los militares que se sublevaron contra el gobierno republicano se caracterizaban por su heterogeneidad ideológica relativa. El programa del general Mola para un hipotético directorio militar no cuestionaba el régimen republicano; sin embargo, algunos de los generales rebeldes llevaban años conspirando para restaurar la monarquía. Otros, por el contrario, tan antimasónicos como anticomunistas, sólo se habían sumado al levantamiento con posterioridad a la victoria del Frente Popular en las elecciones del 1936. Como dice Tusell, “los militares veían su propia intervención como un acto de policía, un restablecimiento del orden público por medios extraconstitucionales pero sin propósitos ulteriores muy precisos”, afirmación que habría que matizar, los militares rebeldes se iban a servir del “terror” y la “dominación”, por lo que difícilmente se puede hablar sin más de la restauración de un supuesto orden público alterado.
Desde la perspectiva de las relaciones entre los militares rebeldes y las extremas derechas civiles, las autoridades militares controlaron estrechamente las milicias falangistas y el Requeté carlista, pues estas organizaciones paramilitares tenían un potencial militar y político nada desdeñable. Una vez más esta política tenía su precedente en la fiscalización ejercida por los militares sobre el “gran Somatén español” durante la dictadura de Primo de Rivera.
Mola, Queipo de Llano y Cabanellas estaban en contra de la creación de un nuevo movimiento político y a favor del establecimiento de una dictadura militar provisional. Por su parte, los generales monárquicos esperaban que, después de la finalización de una guerra que les interesaba que fuese lo más breve posible, se pasaría de la dictadura militar a la restauración de la monarquía. Sin embargo, Franco tenía no sólo sus propias ideas, sino también la iniciativa política, como consecuencia de la prolongación de la Guerra Civil. Como dice Rodríguez Jiménez, “con el mando del partido único Franco fortalecía su poder como Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, pues superaba definitivamente la paridad con los otros jefes militares, algunos de los cuales podían haber pretendido considerarle únicamente como un primus inter pares”. El nuevo partido pasó a integrar en sus filas a los generales, jefes, oficiales y clases de las Fuerzas Armadas o, como se decía oficialmente, de los “Ejércitos Nacionales de tierra, mar y aire”. Precisamente, uno de sus generales, Agustín Muñoz Grandes, fue designado Secretario General de FET y de las JONS en agosto de 1939. Aunque Muñoz Grandes era simpatizante de Falange, su nombramiento “no dejaba de representar un control militar sobre el partido”.
En febrero de 1938, se constituyó el primer gobierno franquista, en el que figuraban cinco militares (Franco, Suances, Gómez Jordana, Dávila y Martínez Anido). El general Francisco Gómez Jordana era no sólo ministro de Asuntos Exteriores, sino también vicepresidente del gobierno y Severiano Martínez Anido, ministro de Orden Público. La duración de la Guerra Civil contribuyó a que el Ejército rebelde adquiriera un papel “estelar” dentro de los grupos que tenían algún peso en el régimen —los falangistas, los monárquicos alfonsinos, los tradicionalistas y el catolicismo político—. Ello “debilitó las expectativas de las fuerzas políticas”, singularmente las de Falange, que, aunque contaba con el respaldo de “un elevado número de militares profalangistas”, vio cómo la mayor parte de los generales eran monárquicos y cómo algunos militares no falangistas ocupaban cargos importantes en el partido.
En agosto de 1939, Franco formó un nuevo gobierno en el que había un militar más que en el del año anterior: el propio “Caudillo”, Beigbeder, Varela, Salvador Moreno, Yagüe y Muñoz Grandes; sin embargo, el poder del primero de ellos era ya prácticamente absoluto.
Efectivamente, dentro del generalato la tendencia mayoritaria era probablemente la monárquica, pero antiliberal, que estaba integrada en particular por los generales Varela, Orgaz, Kindelán y Gómez Jordana. La corriente minoritaria era al parecer la falangista. Los generales que formaban parte del “polo falangista” del Ejército eran Muñoz Grandes, “sin duda el general más falangista del Ejército español”, además de germanófilo y pronazi Yagüe, “uno de los escasos ejemplos de militar falangista” y “partidario del Eje”; y Asensio, tan proclive al falangismo como proalemán. Como se puede observar, los tres estaban a favor del Eje, al igual que los “militares más jóvenes” (entre ellos, Beigbeder y Franco) y en contra de los militares más viejos que, junto con los aristócratas, formaban parte de la “derecha tradicional, conservadora, monárquica y católica”, que era “neta y explícitamente” neutral.
Al contrario que los generales más veteranos, los más jóvenes y el resto del Cuerpo de Oficiales eran lisa y llanamente franquistas. Los coroneles, comandantes y capitanes formaban parte de la generación que había estudiado en la segunda época de la Academia General Militar (AGM), esto es, entre 1927 y 1931, período en el que el director fue el mismísimo Franco. Entre los enseñantes figuraba, por ejemplo, Bartolomé Barba Hernández, director de la Unión Militar Española (UME), además de otros golpistas implicados en la “sanjurjada” y la rebelión del 18 de julio. Además, una parte importante de los oficiales formados en la AGM terminaron ingresando en las filas de Falange. No obstante, la mayor parte de los tenientes y capitanes más jóvenes no procedían de la AGM, sino de los llamados “alféreces provisionales”, gran parte de los cuales eran también falangistas. La importancia de los alféreces provisionales no residía en razones profesionales, sino en meramente políticas: “Su compromiso ideológico garantizaba que fuesen un fiel contrapeso de las conspiraciones monárquicas contra el Caudillo”, sostiene Preston. Además, entre 1946 y 1953 murieron la mayor parte de los generales más viejos que se habían opuesto de alguna u otra manera a Franco: Orgaz, Queipo de Llano, Varela, Yagüe, Monasterio, Ponte y Solchaga.
En definitiva, la presencia de oficiales en los sucesivos gobiernos no significó en ningún momento que el privilegio fuera total, sino restringido a aquellos mandos que disponían del favor de Franco.
10. La figura de Franco.
El difícil comprender a Franco. ¿Era fascista?, ¿era totalitario?, era autoritario?, ¿era simplemente un militar?. Como dice Raja i Vich : “quizá todo, siempre y cuando le interesase como maniobra política, aunque no por la ideología en sí, sino para mantenerse en el poder de manera indefinida. Desde esta perspectiva, Franco nunca dejó de ser un oficial del ejército español con una manera natural a otra organización con parecidos criterios funcionales, la Iglesia. Lo que hizo Franco fue un ejercicio delicado de malabares en el que todos los grupos ganaban una pequeña parcela de poder, mientras que Franco mantenía todo el feudo.
Franco supo mantenerse en el poder y esto gracias a la manipulación constante a las que sometió a las diversas “familias” políticas.
11. El enemigo judeo-masónico.
El enemigo judeo-masónico, tal y como “aparecía en la propaganda de los primeros años del régimen, actuó en el seno de la coalición franquista como un mecanismo para regular las tensiones y controlar la disidencia interior de cada facción. Unas veces, su invocación como enemigo común podía desactivar los conflictos. Otras veces, la retórica antijudeo-masónica, a modo de una válvula de escape, permitía al menos expresar esas mismas tensiones, por medio de las acusaciones de masonería… Y ello a la espera de una posible intervención a favor de una u otra facción por parte del dictador, un árbitro supremo cuya obsesión antimasónica todo el mundo conocía. En todo caso, el franquismo aparece claramente como una realidad plural, extremadamente conflictiva y nada uniforme…”.
Un artículo en El País, señala que “el régimen franquista ordenó en 1941 a los gobernadores civiles elaborar una lista de los judíos que vivían en España. El censo, que incluía los nombres, datos laborales, ideológicos y personales de 6.000 judíos, fue, presumiblemente, entregado a Himmler. Los nazis lo manejaron en sus planes para la solución final. Cuando la caída de Hitler era ya un hecho, las autoridades franquistas intentaron borrar todos los indicios de su colaboración en el Holocausto”.
12. Conclusión.
Falange fue incapaz de ganar la calle, de convertirse en partido de masas, de superar unos ridículos resultados electorales y de llevar a cabo cualquier intento de insurrección. Al final tuvo que apelar como todos al ejército. El protagonismo del ejército impidió o hizo innecesaria la existencia de un partido fascista fuerte ya que el franquismo fue producto de una guerra civil, y la victoria obra del Ejército, lo que supuso que las posibilidades de partido único siempre fueron muy limitadas.
Este partido único fue una creación del nuevo Estado, es decir, que los fetistas no controlaban al Estado como el partido fascista italiano sino que ocurría, lo contrario. El partido se convirtió en una burocracia del Estado. En definitiva el Estado no fue obra del partido, sino que el partido fue del Estado.
El trabajo sucio de la “represión” no fue obra exclusiva de los falangistas sino que fue una responsabilidad compartida con los otros pilares de la coalición reaccionaria como las Fuerzas Armadas o la Iglesia. Y el hecho de la unificación entre proyectos políticos dispares no significó el final del pulso por la hegemonía entre ellos. Las distintas familias del régimen, pugnarían por imponer su proyecto. Pero estos proyectos de “institucionalización” de la dictadura no limitaron el poder personal de Franco que tuvo una habilidad camaleónica para adaptarse a los tiempos.
El franquismo fue una ‘dictadura reaccionaria’ pero esto no implica pasar por alto el mimetismo que existió con los fascismos, ni obviar la ambigüedad y las tensiones que caracterizaron su proyecto de Estado y el proceso de socialización de la población en los valores y las ideas del régimen. Hay que señalar que el intento de legitimación del nuevo Estado protagonizado por Falange -sobre todo a través de un aparato encuadrador y propagandístico inspirado en el fascismo-, no sólo se produjo sobre una base ideológica en la que fue central el elemento tradicional y católico, sino que esencialmente chocó con la evidencia de una sociedad desmovilizada por la derrota en la guerra y la represión. La sociedad española estuvo sometida a un modelo socializador de corte tradicionalista en lo político y confesional en lo religioso, que fue tutelado por la Iglesia católica y defendido desde las principales instituciones culturales y el aparato educativo. Hay que precisar, también, que la existencia de mecanismos de socialización política no implica de forma necesaria y automática un deseo de movilización de la sociedad a imagen y semejanza de los fascismos europeos y, en modo alguno, debe confundirse la movilización con la evidencia de unos apoyos a la adaptabilidad de amplios sectores de la población a la dictadura. Si los resultados de la movilización política fueron modestos se debió al fracaso de las intenciones que inspiraron el modelo de integración y homogeneización de la sociedad en el Estado totalitario propugnado en el seno del partido único con los falangistas, que fue parcial y estuvo sometido a las contingencias.
En nuestra opinión, y como señala Vicenç Navarro fue una dictadura de clase que “intentó imponer a toda la sociedad una ideología totalizante, que conjugaba un nacionalismo españolista extremo (promovido por el Ejército golpista) y un catolicismo profundamente reaccionario (promovido por la jerarquía de la Iglesia católica), invadiendo todas las esferas del ser humano – desde la lengua hablada al sexo -, todas ellas normalizadas, cuya desviación era brutalmente reprimida. No constituye una “peculiar forma de fascismo” sino que será una dictadura reaccionaria que toma del fascismo todo aquello que no contravenía los intereses de las clases dominantes y dirigentes tradicionales, de muchos sectores de las clases medias, de la Iglesia y del Ejército”. En definitiva, como señala Renzo de Felice no se trata simplemente de que los falangistas formaran parte de una coalición reaccionaria que impuso la contrarrevolución sino que la naturaleza contrarrevolucionaria del franquismo se impuso a la “revolucionaria” fascista.
13. Bibliografía.
MATEOS, A: “La interpretación del franquismo: de los orígenes de la Guerra Civil a la larga duración de la Dictadura”, p. 3).