jueves, 8 de marzo de 2012

La homosexualidad en el Franquismo












El violeta es algo más que un color: La homofobia del franquismo.

















“Quemaron nuestras cartas, difuminaron nuestros nombres, censuraron nuestros libros, declararon nuestro amor incalificable y negaron nuestra misma existencia”[1].


“Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien”
(Luis Cernuda).



Asignatura: Memoria histórica del s. XX en perspectiva comparada.
Master Universitario en la España contemporánea en el Contexto Internacional.
Alumno: Manuel Según Alonso.
JUNIO 2011.


INDICE





  1. Introducción.

  1. Análisis de la bibliografía sobre el tema.

  1. Legislación sobre el tema. Legislación civil y militar. La opinión de los Jueces.

  1. La vida de los Homosexuales: Lugares de Encuentro.  Forma de relacionarse.

  1. La represión franquista: Detención y entrada en prisión. Campos de Concentración y cárceles. La familia del preso homosexual.

  1. La homosexualidad como enfermedad.

  1. Los medios de comunicación y la homosexualidad.

  1. Hacia la normalización.

  1. Conclusión.

  1. Anexos.

10.1.        La homosexualidad y la cultura.

-          libros.
-          Películas.
-          Canciones.

10.2.        Dónde encontrar información.

10.3.        Algunas vivencias.

10.4.        Organigrama de los mecanismos de represión en el franquismo.

10.5.        Algunos documentos.

10.6.        El Cine Carretas.

  1. Epílogos: La transición y la democracia.

  1. Agradecimientos.

  1. Bibliografía.




1.      Introducción.

No se me ocurre manera mejor de empezar este trabajo que utilizar la descripción que hace de  la cárcel el protagonista de la obra de Juan Cobos: “Levemente clavé los ojos en una baldosa del suelo: súbitamente, sus manchas se ordenaron para conformar el rostro deformado, ondulante, el atormentado rostro de El grito, de Munch. Las celdas de castigo, los pasillos, el patio… La prisión entera podía transmutarse en ese extraño ser dolorido, atormentado, que nos trastorna, nos angustia, que nos incluye en su náusea, en él. Toda la cárcel podía ser El grito. Aquella celda lo era ya”[2]. Pues para el homosexual en el franquismo, la cárcel sobrepaso los muros físicos del establecimiento penitenciario para adueñarse del todo. La dictadura, al fin,  se encargo de convertirlo, por el simple hecho de serlo, en un delincuente sin ningún derecho, al cual se le podía insultar, violar, agredir, y que si muchos no sufrieron encarcelación, o acabaron en redadas fue porque tuvieron que ocultar su condición, llevar una doble vida, o negar a los demás y en muchos casos a si mismos su realidad, persiguiéndoles el sentimiento de culpa hasta el fin de sus días. En definitiva si el franquismo logró construir una cárcel que sobrepasaba los límites de la física y en la que incluía a todos los que pensaran diferente; en el caso del homosexual fue incluso peor, pues muchos construyeron una cárcel interior de la que les fue muy difícil salir. El Estado no aplicó justicia sino venganza. Es muy descriptivo la narración de un preso de Tefía: “Creo que ése era su mejor trabajo: salir de allí creyéndonos bichos raros. Seres enfermos y perversos, sin derecho tan siquiera a la vida. Cada uno de sus insultos, de sus golpes, de sus desprecios… tenía esa finalidad. Anularnos. Castrarnos sentimentalmente para el resto de nuestros días. Como si el dolor infringido no les fuera suficiente”[3].

El interés por el conocimiento de la represión franquista es patente tanto entre los historiadores como por la sociedad en general y la voluntad por recuperar la memoria histórica es una necesidad para las personas que la vivieron. Y en este sentido la recuperación de la memoria de los presos sociales, y en concreto de los homosexuales no es solo un derecho sino un deber que tenemos con ellos: ”la memoria histórica de los homosexuales ha estado oculta en diversos archivos inaccesibles hasta el momento; un pasado disperso en miles de fichas policiales, sentencias judiciales o expedientes penitenciarios sellados con un calificativo común: invertido”[4].  

Durante todo el primer tercio del siglo XX existió una tolerancia matizada que la dictadura suprimió y condujo a una situación de represión e incluso de persecución de todo lo que se saliera de la ortodoxia de la heterosexualidad dominante y de la férrea moral apoyados por la iglesia. Una vez más, el blanco y negro, la polaridad entre el bien y el mal se refleja en esos tristes y grises años de la dictadura y en la que el final de esa situación de represión tuvo que esperar hasta después de aprobarse la Constitución[5].

Para demostrar nuestra teoría, intentaré responder a una  pregunta fundamental:

¿Qué mecanismos represivos utilizó el franquismo para combatir la homosexualidad?

Y para ello habrá también que responder a otras:

¿Qué marco legislativo empleó? ¿Cómo lo aplicaban los jueces? ¿y las fuerzas de seguridad del Estado?
¿Qué métodos se utilizaron para curar la homosexualidad?;
¿Cómo y por qué se detenía a los homosexuales?;
¿Cuáles eran los lugares de encuentro? ¿Cómo se relacionaban?;
¿Cómo eran los centros de internamientos? ¿Cómo vivían los homosexuales en la cárcel?
¿Cómo era la vida después de la cárcel?;
¿Cuántos son los homosexuales que fueron encarcelados?;
¿Qué relación había entre la homosexualidad y la cultura?; la canción y la homosexualidad.
¿Cómo se salió de esta situación?

2.      Análisis de la bibliografía sobre el tema.

El franquismo consideró la homosexualidad como un grave problema que la sociedad padecía y que había que eliminar con todos los medios que se tuviera al alcance. En este contexto surge el libro[6] del magistrado del juzgado de vagos y maleantes del Barcelona, el tristemente célebre Antonio Sabater que clasifica a los homosexuales dentro del grupo de delincuentes peligrosos que pueden atentar contra “los principios de la correcta moral que el régimen defendía”. También dentro de la psiquiatría o la medicina de los años franquistas se consideraba a la homosexualidad como una enfermedad  que se podía corregir a través de sesiones de electroshock u operaciones cerebrales. En este sentido hay que señalar las obras de Gregorio Marañón, de Vallejo-Nájera, López ibor[7] o Pérez Argiles[8].

En 1956, Carlavilla del Barrio, alias Mauricio Karl escribió un ensayo titulado Sodomitas, “para mostrar el peligro que es el sodomita para la Patria”. Carlavilla sustenta en su libro la original tesis de que sodomía y comunismo son caras de la misma moneda.

El psicólogo Manuel Soriano Gil  escribió un libro[9] en cuyas páginas se pueden leer una serie de vivencias de homosexuales anónimos y que es considerado el primer estudio centrado en la represión de los homosexuales durante el franquismo.

En los años noventa, aparecen diversos estudios sociológicos o culturales que se interesaron por el tema y que dedican parte de su contenido a recuperar la memoria de los homosexuales bajo la dictadura. Ejemplos de estos estudios serían el de Juan Vicente Aliaga y José Miguel G. Cortés[10],  Ricardo Llamas y Fefa Vila[11], Juan A. Herrero Brasas[12], Alberto Mira[13] y  Pablo Fuentes[14].

En relación a la historia del movimiento gay de España, no puede dejarse de nombrar a Armand de Fluvià[15] que es uno de los propulsores de la lucha contra la represión de los homosexuales en el franquismo que se inició en Barcelona en los últimos años de los sesenta y setenta.  Tampoco puede dejarse de nombrar a Jordi Petit[16] que estudió el largo camino de lucha para derogar el delito de escándalo público del Código Penal o la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que persiguió los actos homosexuales hasta 1979.

Por otro lado, el carmelita Antonio Roig Roselló escribió una novela autobiográfica: “Todos los parques no son un paraíso”[17], en la que refleja las tribulaciones de un sacerdote que busca un camino en su conciencia para conciliar su vocación religiosa y su orientación homosexual; Juan Gil Albert escribió en 1955 un ensayo sobre la homosexualidad, que durmió en un cajón durante 20 años: Heracles, Sobre una manera de ser.

Estudiosos que se hayan centrado íntegramente en este tema, hay pocos y no puede dejar de leerse si se quiere tener una aproximación al tema. Entre ellos, podemos citar a Pablo Fuentes[18], Arturo Arnalte[19], Fernando Olmeda[20], Javier Ugarte Pérez[21].

También para conocer el tema carcelario es muy interesante la lectura del libro de Juan Cobos Wilkins[22], que aunque es un libro de ficción está muy ambientado y argumentado. Y para conocer el Centro de Concentración de Tefía es fundamental el libro de Miguel Ángel Sosa Machín[23].

En el capítulo dedicado a la bibliografía de este trabajo hago una relación de obras que pueden servir como aproximación al tema de estudio.

De todas formas la represión homosexual en el franquismo es un tema a investigar ampliamente y queda mucho por decir.

3.      Legislación sobre el tema. Legislación civil y militar. La opinión de los Jueces.

Durante los primeros años del franquismo no se persiguió a los gays, los jueces se limitaban a aplicar la Ley republicana de Vagos y Maleantes de 1933, que castigaba el escándalo público o la corrupción de menores. Se entendía que las relaciones sexuales entre adultos del mismo sexo no eran el asunto prioritario del Estado, más ocupado en fusilar opositores y obtener respetabilidad internacional.  Por otro lado, en las filas de los vencedores, y en la España de Franco “no había maricas”, al menos eso pregonaba del general, “a quien se conoció en diferentes momentos de su vida como Miss Islas Canarias 1936 y Paca la Culona[24].

Como señala Javier Ugarte Pérez, antes de ser incluidos en el Código Penal “los homosexuales eran marginados sociales; al añadir su estigmatización dentro de la legislación, pasaron a ser también discriminados. Por un lado se les incluyó como inculpados en supuestos de los delitos de abusos deshonestos, escándalo público y corrupción de menores que, en su caso, fueron agravados con penas mayores a las que recibían los heterosexuales por los mismos actos. Por otro lado, como veremos, se crearon jurisdicciones especiales que sólo se aplicaron a su caso”[25].

Para Víctor Manuel Bedoya, lo que ocurría en esos primeros años, es que los vencedores tenían la certeza de que la homosexualidad no existía en España, pues se había erradicado con el fin de la etapa republicana y que sólo continuaba vigente en aquellas sociedades “enfermas” por el comunismo y es por eso que no se legisló sobre el tema hasta 1954. Hasta entonces, el único mecanismo de represión del que eran víctimas los homosexuales era la propia sociedad que maltrataba sin tapujos a cualquier personal que considerase “diferente”. Ésto era palpable sobretodo en zonas rurales, donde era más difícil pasar inadvertido[26]. Un ejemplo puede encontrarse en este relato: “Siendo un niño, en el pueblo de al lado, sorprendieron a dos hombres juntos, uno era un chaval, un chico muy joven; el otro, un agricultor casado y con hijos. Les raparon, les colgaron del cuello unos carteles escritos con pintura roja: ‘semos mariquitas’, así, con falta de ortografía incluida, y vejados, seguidos por una nube de niños y zagalones que les tiraban boñigas y los insultaban, fueron paseados por las calles, conducidos a las casas de sus familias, de sus padres, de la mujer y los hijos…”[27].

Solamente el Código de Justicia Militar (artículo 298) prohibía la homosexualidad[28]. En el libro de Olmeda hay un detallado estudio  de la homosexualidad en los cuarteles[29]. Otro muy interesante puede encontrarse en el de Arnalte[30].

El Código Penal, que estuvo vigente durante toda la dictadura no condenaba directamente los delitos  de homosexualidad, aunque sí indirectamente mediante los delitos de escándalo público, abusos deshonestos y corrupción de menores. Por esta ley, la homosexualidad podía castigarse por el artículo 431 del Código Penal de 1944 que establecía que era proseguible el escándalo público, pero escándalo público podría ser que la relación se hiciera en privado, pero que fuera conocido o sospechado. Como ejemplo podemos señalar que en 1950 en Cataluña se dio un caso de detención por escándalo público de un homosexual[31]

Durante el franquismo, y estudiando las sentencias del Tribunal Supremo se puede observar que ante hechos similares se sentenciaba de forma totalmente diferente (absorbiendo o condenando). La consecuencia de esta falta de criterio para los homosexuales era que su destino pendía de la voluntad del juez. Para la justicia, como indica el juez Sabater, la homosexualidad se contagia y que personas inocentes, que “podrían llevar una vida feliz si no se cruzaran con los enfermos que despiertan a la bestia que duerme en su interior”.Considera que los homosexuales son pervertidores de menores, violadores, drogaditos, prostitutos y asesinos y concluye que “como los masones y los partidos políticos prohibidos, los homosexuales forman redes clandestinas, con códigos secretos que los ayudan a burlar la vigilancia de forma preocupante”[32].

En una sentencia de julio de 1974 se condena a dos hombres de un delito de escándalo público por haberse besado mutuamente. Ambos acusados son condenados al pago de una multa de cinco mil pesetas y a uno de ellos se le impone además una pena de un mes y un día de arresto mayor. En caso de que alguno de ellos no pague la multa impuesta, se le impondrá un arresto sustitutorio de dieciséis días.  Además se les condena a la inhabilitación especial impuesta por el juez a ambos durante seis años y un día que impide ejercer cualquier cargo público durante este periodo[33].

En 1954, la homosexualidad, se convirtió en delito con la modificación de la Ley de Vagos e introducir a los gays en la misma (artículo 2º)[34].  Hasta ese momento se consideraba que el Código Penal o las autoridades locales eran suficientes para perseguir a la homosexualidad. Eso no quiere decir que no hubiera algún caso de homosexuales encarcelados con anterioridad[35]. Pero a principio de los 50 y cuando el régimen se sentía asentado en el poder, y la oposición se considerada reducida a nada, se empezaron a plantear que hacer con los homosexuales que no habían cometido ningún delito de escándalo público, corrupción de menores, abusos deshonestos, ni han sido detenidos in fraganti por la policía o la Guardia Civil. La solución incluirlos en la ley de Vagos y Maleantes y por tanto, modificaron la ley de 1933[36] que no les incluía.  La diferencia más importante, es que el Código Penal se aplica cuando se ha cometido un delito, mientras que las Medidas de Seguridad se establecían como medidas de precaución para proteger a la sociedad de sujetos que pudieran dañarla si no eran controlados a tiempo, y por tanto, no se necesita para detenerlos que hayan cometido ningún delito. También se podían aplicar las medidas de seguridad a aquellos homosexuales que en el momento de ser requeridos por la policía tuvieran antecedentes.  Los homosexuales fueron equiparados a colectivos como enfermos mentales, mendigos, proxenetas, drogadictos o alcohólicos, entre otros.

Las medidas de seguridad que contemplaba la Ley de Vagos y Maleantes eran:

a.      Reclusión en un centro de trabajo o colonia agrícola durante un período que oscilaba entre 1 mes y 3 años.
b.      Prohibición de residir en un determinado lugar o territorio durante dos años y  obligación de declarar durante este período su domicilio.
c.      Sumisión a la vigilancia de los delegados.

Por Orden del Ministerio de Justicia de 4 de octubre de 1967, se nombre una comisión que tenía por misión reformar la Ley de Vagos y Maleantes destacando entre sus miembros Antonio Sabater Tomás cuya doctrina sobre homosexualidad refleja perfectamente la visión que sobre este tema tenía el régimen dictatorial franquista.  El resultado de los trabajos de esta comisión fue un anteproyecto que se erigió en base del proyecto de Ley de Peligrosidad Social[37].

El 10 de octubre de 1969, el Ministro de Justicia, Antonio María de Oriol, encuadrado en la familia franquista de los tradicionalistas, llevó ante el Consejo de Ministros el proyecto de ley[38].

En 1970 se sustituyó la Ley de Vagos y Maleantes por la de Peligrosidad Social[39] y se pusieron en marcha cárceles especializadas para homosexuales. No hacía falta que hubiera delito. En definitiva supuso una carta blanca para encerrar la forma preventiva a los homosexuales. En junio de 1970, la comisión de justicia que discutió esta ley celebró el debate en las cortes franquistas donde se debatió la inclusión o no de los homosexuales. En julio Armand de Floviá y Mir Bellgai, activistas del recién gestado movimiento gay clandestino español, vista la inminente dureza de la nueva ley, comienzan a presionar, mediante cartas dirigidas a las cortes, para que el anteproyecto de la ley no incluyera a los homosexuales[40]. En agosto  se aprueba la Ley sin que se consiguiese excluir a los homosexuales de dicha ley. Se especificó que se considerarían peligrosos sociales a aquellos que realizasen “actos de homosexualidad”, en vez de aquellos que presentasen una orientación “desviada congénita” según el régimen franquista, es decir, a  los homosexuales “per se”.  En la práctica, a la hora de aplicar esta ley, los diferentes jueces aplicaban de forma subjetiva dicha ley, no diferenciando entre condenar a los homosexuales “por serlo” y a los que practicaban “actos de homosexualidad”. En el papel, lo que pretendía esta ley era regenerar a los homosexuales, en lugar.  El homosexual pasa de pervertido a enfermo que es necesario curar.

Por supuesto, el régimen se rodeó de otras disposiciones legales de menor rango dirigidas a oprimir la homosexualidad, política enmarcada en una obsesión general por la sexualidad. Un ejemplo, el Reglamento de los Servicios de Prisiones de 2 de febrero de 1956, en su artículo 112, sobre las faltas muy graves cometidas por los presos, citaba la comisión de “actos contrarios a la moral y buenas costumbres”[41].

En 1971 una Orden Ministerial establecía que la homosexualidad era incompatible con el ejercicio de la docencia en la enseñanza primaria[42].

Otro instrumento represor fue la Brigada Social que confeccionaba fichas de personas que tenían repercusiones pública, elaboraba “repugnantes informes sobre su vida privada, propios de quienes van a extorsionar, vigilando discotecas para incoar expedientes sancionadores, etc.”.  En tarea de mantenimiento de la pureza colaboraba con la policía la Junta Nacional de la Cruzada de la Decencia. La autoridades, entre ellas la judicatura, “estaban legitimadas para solicitar informes de conducta personal. En cada localidad el poder político, el poder de orden público (la Guardia Civil) y el poder religioso redactaban estos informes, a los que se les concedía un gran valor”[43].  También redactaban este tipo de informe otros cuerpos de seguridad como la policía nacional  y la policía local[44]

En 1979 se despenalizó la homosexualidad para los civiles pero hubo que esperar hasta 1985, para que el Código Penal Militar eliminó la referencia a la homosexualidad; por último, en 1998, la Ley de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas condenó los actos sexuales, de cualquier tipo, si se cometen en establecimientos militares o si atentan a la libertad sexual. 

4.      La Vida de los Homosexuales: Lugares de Encuentro.  Forma de relacionarse.

Todos los gays que han vivido bajo el franquismo han tenido dificultades para superar el conflicto interno de culpabilidad. Gil Albert escribió en 1955 un ensayo sobre la homosexualidad, que no vio la luz hasta 20 años después: “Heracles, Sobre una manera de ser”, en la que sobre la soledad de los homosexuales, “no son más que individualidades aisladas y, por lo insólito de su motivación, desamparada”. “Quién sabe si el homosexualismo no sea sino una manera, y de las más expuestas, de poner a prueba al hombre en su capacidad de serlo, a través de una experiencia extrema…Lo que nos angustia  es no poder decirlo; el no poder hablar de lo que nos sucede”. Otros que no quisieron o no pudieron vivir en el exilio interior, escogieron el exterior siguiendo los pasos de Cernuda y tantos otros.

La calle se convirtió en un lugar de formación y encuentro secreto. En ausencia de publicaciones de temática homosexual, se usaban las revistas de culturismo. Generalmente los lugares en los que con mayor frecuencia se produce el ligue tienen una características común: la marginalidad, ya sea espacial (playas apartadas, zonas no edificadas), temporal (se producen a horas intempestivas) o bien una combinación de ambas. Los nombres de los bares se conservan en las primeras ediciones de los directorios internacionales para gays. Aunque a veces, para los locales en cuestión, salir en la guías, más que buena publicidad era una indiscreción de los visitantes extranjeros que conducía al cierre gubernativo. La amenaza de la irrupción inesperada de la policía en un local de ambiente o en una zona de ligue es una constante durante el franquismo. Aunque el lugar de encuentro por excelencia era los cines - el Postas, Playel, Sol, o el antiguo Ideal y sobre todo el Carretas aunque estaba a sólo unos pocos metros de la temida Dirección General de Seguridad-[45].

Era muy peligroso mirar más de la cuenta a un hombre o responder a una mirada masculina. “En la cafetería Ibiza de Madrid, conocido lugar de encuentro, se practicaron detenciones después de que algún delator interesado señalase con el dedo a personas que mostraban ademanes sospechosos. Era imprescindible ser cauto a la hora de relatar qué amistades o lugares se frecuentaban”[46].

De la represión no se escapan los niños, que eran perseguidos e insultados si tenían algún tipo de amaneramiento, o se escapan de la norma dictada por las férreas costumbres. Viviana Montoya López cuenta como el maestro en 1963 y cuando solo tenía 7 años, le obligaba a subirse a un pupitre y animaba a los demás niños a gritarle insultos como “mariquita, mariquita!. Para otros niños probablemente la etapa infantil no fue tan traumática pero en todos los casos fueron años de soledad y amargura. Los adolescentes homosexuales de la época vivían los años de juventud escindido entre el fuego del deseo, que lo llevaba a buscar encuentros rápidos en los lavabos públicos y el remordimiento por la caída en el pecado[47]. 

Lugares de encuentros conocidos fueron los siguientes: Barcelona: Urinarios: Plaza de Cataluña o Universidad; Parques: el de Montjuïc; Cines: cine Barcelona; Bares: Bares Texas,  Cosmos, Los caracoles; Locales: El Ancla, Serra o Todols, baños turcos del Tívoli; Club: El Molino; Barrio Chino y la calle: las Ramblas, la calle Escudillers”o el rompeolas de la playa de la Barceloneta. Madrid: Parques: el Retiro, el Parque del Oeste; Estaciones: Atocha y más tarde Chamartín, locales: Los billares de Callao,  la Posada del Mar, el Pic-Nic, el Dorian, Ungaria, la Bubu; Club próximos al café Gijón y al teatro María Guerrero: Rey Fernando, El 17, El Potro, Los Bucaneros; cines: el Postas, Playel, Sol, o el antiguo Ideal y sobre todo el Carretas; los vagones del metro sobre todo algunas estaciones. Melilla: Local: Tú y yo. Sevilla: el parque de María Luisa; Zaragoza: El Plata y el Café-cantante Casablanca. Valladolid: parque: El Campo Grande. En Valencia: parque: La alameda, alrededores del Grao y las calles de la Paz y del Mar. En Torremolinos: El popular Pasaje Begoña que en 1972 agrupaba una veintena de locales.

Algunos no se sentían menos molestos con la doble vida. El escritor Luis Antonio de Villena conoció a muchos hombres mayores que “decían que en los años cincuenta se podía vivir una homosexualidad plenísima, si tenías dinero y no te importaba llevar una doble vida”. Siempre hay quien es nostálgico de una época en que la diferencia abismal de clases sociales o la represión de la mujer daban al gay acomodado un espacio de privilegio que se perdió con la mejora económica y la liberación de las costumbres. Quien no estaba dispuesto a pagar por sexo, ni se sentía atraído por el peligro de los lugares de encuentro  tenía otro espacio más amable y seguro: la fiesta. Arnand de Fluvià cuenta que la socialización en la Barcelona de su juventud se hacía en reuniones, en casa de amigos, “donde jugábamos a las cartas, se bailaba y a  veces había sarao final”. Para que no se chivaran, se sobornaba a los serenos[48].

Hay que señalar, que dentro de este clima de represión los estafadores encontraron una presa fácil en los homosexuales. Haciéndose pasar por agentes de la policía, estos delincuentes detenían a homosexuales en lugares públicos, y en el supuesto camino hacia la comisaria, proponían al detenido arreglar el asunto mediante un pago en efectivo. Muchos homosexuales no denunciaban el hecho por miedo a las represalias o a la vergüenza pública, y los que se atrevían a denunciar estas estafas se exponían a ser fichados por la policía.

En Barcelona, “los buscavidas dedicados a la prostitución masculina ejecutaban ‘la técnica del gato’ para robar a sus víctimas. El método garantizaba limpieza porque éstos jamás denunciaban, y las ganancias se repartían entre los ‘consortes’ y los propietarios de la casa; sin embargo, al participar mucha gente en el engaño, en cualquier momento podía producirse un soplo”[49].

Otro método es el “timo de la pasma ful”. Uno hace de gancho o exhibicionista: “enseñaba el pene como cebo para atraer a la víctima” y otro hace de policía para extorsionar al incauto gay y que aceptara un acuerdo amistoso para que no trascendiera el asunto[50].

Al no tener mecanismos personales o legales de autoprotección, los homosexuales estaban a merced de cualquier desalmado. Si ve veían involucrados o víctimas de un delito común, su credibilidad era cuestionada. Sufrían palizas, asaltos o chantajes. Como ejemplo señalaré el siguiente[51]:

“El pasado domingo 11 de noviembre falleció, en el Hospital […], de 42 años, de gangrena gaseosa. Había recibido magulladuras y fuertes golpes en la región abdomino-genital, gran edema y hematoma en la región escrotal y pública, con lesión  de piel escrotal, víctima de una agresión callejera […], cerca de la catedral. Era soltero y poseía un taller de chatarra. La familia que convivía con él declaró que había dicho que sufrió una indigestión de castañas… más tarde confesó que unos jóvenes le habían  robado cierta cantidad de dinero tras apalearle… No quiso que se avisara a su familia y falleció en el hospital”.

La ciudad fue una vía de escape para los homosexuales que veían una forma de escapar de la visibilidad del mundo rural y perderse en el anonimato de la gran ciudad. Por ejemplo: “Barcelona, considerada durante el franquismo como la ciudad más liberal del país, fue el destino de muchos homosexuales que llegaban a la Ciudad Condal con la esperanza de huir de la cruda represión que se ejercía en los pueblos o en otras ciudades. Sin embargo Barcelona no escapó de los mecanismos represivos que el régimen de Franco instauró para combatir la homosexualidad”[52]. Olmeda rescata un fragmento de La moralidad pública y su evolución de 1944 en la que se puede leer: “Las Ramblas y calles próximas son escenario a todas horas del día de lúbricas exhibiciones e invitaciones a actos inmorales…  La plaga de invertidos que, sin recato alguno, se muestra con frecuencia en todos los lugares, es el capítulo más vergonzoso de la ciudad”[53].

En el mundo rural, la vida fue aún más difícil para el homosexual que tenía “pluma” pues su visibilidad hacía que recibiera el desprecio del resto del pueblo.  Joaquín Climent fue uno de ellos y cuanta así su experiencia[54]: “Me repetía: cuando sea chica, ya veréis lo que soy capaz de hacer. Algo dentro de mí deseaba el cambio”. Algo parecido ha relatado M.M.A (Madrid 1960) que ante los problemas que sufrían cada vez que salía solo a la calle, se encerró en una soledad interior que le hacia muchas veces, y desde niño, pensar en el suicidio y reconoce que su única esperanza es decirse así mismo: “cuándo sea mayor me iré de aquí y todo será distinto”[55] o como relata N.F.A (Madrid 1954), preguntarse ¿por qué no había nacido en otra época? – suponiendo que en el siglo XVII, influenciado por las películas, donde los hombres aparecían con pelucas y con ropas llamativas, él hubiera pasado más inadvertido[56]. Ambos, también reconocen que se lamentaban de “no haber nacido normales”. Los prejuicios sociales había hecho profunda mella en ellos. Les costó aceptarse a si mismos e incluso hoy, reconocen, que el franquismo hizo bien su trabajo pues les castró mentalmente.

En definitiva, en palabras de Antonio Velasco: “el raro, el diferente, tolerado como objeto de escarnio pero excluido para lo importante, de quien cada uno volcaba sus frustraciones cotidianas, exteriores e interiores”[57].

5.      La represión franquista: Detención y entrada en prisión. Campos de Concentración y cárceles.

La Detención

Las fuerzas de seguridad utilizaban dos métodos para detener a los homosexuales. Se podía detener a una persona de forma aislada, o mediante redadas en lugares frecuentados por homosexuales.  Muchas veces, en las redadas se utilizaban a chivatos. Dentro de las grandes ciudades los puntos de encuentro eran urinarios públicos, parques, cines y bares, cafeterías e incluso la calle. Estos espacios, sólo eran reconocibles por aquellos que formaban parte del grupo gay y representaban “pequeños islotes de libertad dentro de un mar represivo, donde el miedo y el deseo se mezclaban”.  También hay que señalar que se les tendía trampas, como es el caso de Oliver, que estando en Barcelona y para entrar en un cine, pues los menores de 16 años no podían entrar solos, se decidió a ligarse a alguien, lo consiguió, y en el cine esa persona le metió mano, y cuando salieron, esa misma persona le arrestó y le llevó a la célebre comisaría de la Vía Laitena, de donde salió, con varias costillas rotas, al hospital penitenciario.

Esos lugares de encuentro, por sus características, permitían relaciones sexuales fugaces, el franquismo que ocupó de evitar por todos los medios lugares donde los homosexuales pudieran relacionarse, compartir aficiones y por tanto, establecer relaciones y por tanto, les condenó a la marginalidad y a la perdida de identidad. El homosexual debía ser invisible.

Trinidad junto a su hermana gemela, ambas transexuales, fue detenida y encarcelada en 1973, cuando asistían a una fiesta de Primera Comunión en Granada. «Teníamos 20 años e íbamos vestidas de niñas. El vecino de abajo que era guardia civil, molesto con los ruidos se presentó en el piso al grito de: «Esas niñas que se callen». «Nosotras -relata Marieta- dijimos que no éramos niñas, sino niños vestidos de niñas». Una pareja de la Benemérita las conducía esposadas, minutos después, al cuartelillo de Armilla. «Estuvimos tres días detenidas, nos pegaron, nos llamaban enfermas mentales y depravadas. De allí, a la cárcel de Granada, acusadas de escándalo público y de peligrosidad social ¡por estar bailando en una fiesta», exclama. Al salir de prisión, el consabido destierro de un año. «Nos fuimos a Palma de Mallorca y allí rehicimos nuestra vida en el mundo de espectáculo. Como las Dolly Sister[58].

Tras la detención, el siguiente paso era el traslado de los detenidos a comisaría. En Madrid fue famosa la Dirección General de Policía de la Puerta del Sol – donde se encontraba la brigada político social- y en Barcelona, Atarazanas (Drassanes) y la comisaría de la Vía Layetana. Aquí los detenidos eran interrogados y muchas veces sometidos a todo tipo de vejaciones[59].
Manuel Toledano relata cómo fue detenido en un bar de gays. Fue conducido a comisaría y allí, le llamaban invertido pero “yo no sabía qué era eso, y creían que se me reía de ellos. Me quemó el prepucio con un cigarrillo[60].

En el bar Texas,  se hicieron varias redadas, una de ellas, se produjo el 25 de marzo de 1972[61], en la que se detuvo a 48 personas y se llevaron a la comisaría de Atarazanas.  En el informe se establece que el bar era de “baja estofa, refugio de maleantes e invertidos”. Sobre las personas detenidas se indica: “cuyas dotaciones procedieron a identificar a 48 personas que se hallaban en los mismos en forma y circunstancias harto sospechosas de vicio y desviaciones sexuales”.

Fuera de las ciudades, el mecanismo represor principal era la Guardia Civil.

Hay que señalar, y esto es muy importante, que aparte de la policía, y la guardia civil, la propia sociedad ejercía un papel fundamental en el mecanismo represor. Junto a los atestados y expedientes de las fuerzas de seguridad, aparecen muchas veces cartas o comunicados de ciudadanos anónimos denunciando la presencia de homosexuales. Un ejemplo de estas cartas aparece en la comunicación de Bedoya[62] dirigida al gobernador civil de la provincia de Barcelona, fechada en mayo de 1967, y que reproduciremos en un anexo. En dicha carta se señala que el cine “Barcelona” es “una guarida de ¿hombres…? que acuden al mismo a saciar sus apetitos homosexuales, masturbándose […], etc”. Indica que “ocurren en la localidad más alta del cine […]e”. Nos surge la pregunta: ¿cómo este denunciante sabia ,con tantos detalles, lo que ocurría en el cine?.

Un policía, Ramón Castillo, que entró en la policía en 1962 y se jubiló de comisario después de cuarenta años de servicio,  pasando por varios puestos de responsabilidad, entre ellos, fue uno de los muchos agentes encargados de aplicar, en última instancia y según su criterio el espíritu y la letra de la Ley de Vagos y maleantes, cuenta así sus vivencias con el tema que nos ocupa[63]:

“¿Represión a los homosexuales? Eso no lo ha habido nunca, por lo menos mientras yo he sido policía […]. En Madrid, al menos, al homosexual jamás se le ha perseguido. El que vivía su vida, muy tranquilo en su casa, y no molestaba, no tenía problema ni con la policía ni con nadie, eso se lo puedo asegurar”. “Hay que diferenciar […]: la policía no molestaba al marica. Al que vivía su vida con otros maricas, nada, podía estar tranquilo. Otra cosa era el maricón, el que andaba buscando chavales, críos, a ése sí le dábamos caña”. “Mariquitas y carteristas hacían buenas migas. Organizaban saraos en las tabernas, y como aquéllos casi nunca tenían dinero, los segundos daban una vuelta y con un par de robos se financiaban la juerga”.

Niega cualquier inquina hacia el homosexual aunque admite especial animadversión hacia los casos en los que estaban involucrados menores.  Dice que las redadas se practicaban en fechas puntuales, coincidiendo con desfiles, fiestas o en “función de las simpatías o antipatías de los mandos políticos de turno o a la llamada de cualquier vecino:

“Si nos llamaban y nos decían que se estaba formando una escandalera, que los maricones estaban liando alguna, entonces existía la figura del escándalo público y podíamos actuar”. “Entrabamos en el club, nos sentábamos en la barra, y cuando llegaban los clientes había un silencio sepulcral. Nadie decía nada,  y en ese momento practicábamos la detención y le sacábamos por la puerta de atrás. Entraba otro, y se producía la misma situación, y así sucesivamente”.

Señala que conoció las redadas a las puertas del cine Carretas pero “resalta que la presencia de hombres deambulando por sus pasillos en penumbra fue tolerada”.

No hace referencia a los ingresos de homosexuales en la temible Dirección General de Seguridad de la puerta del Sol, “parece que ha perdido la memoria en lo que se refiere a los ingresos en los calabozos de homosexuales, en virtud de la Ley de Vagos y Maleantes”:

“Sí, creo que en alguna ocasión se les aplicaba. No lo recuerdo bien, pero sí tenían cabida en esa ley, aunque estaba completamente en desuso, pasaba lo mismo que con los carteristas. ¿Para qué servía?. Para quitarles de en medio dos o tres días, nada más. Después a la calle”.

En relación al ingreso de homosexuales en la cárcel, indica lo siguiente:

“¿A la cárcel? ¿Mandar a un maricón a la cárcel? Yo, jamás. […] sería porque los habían metido antes o  porque habían cometido algún delito, pero no por ser maricones. Por eso no se metía a nadie en la cárcel”.

Ante este relato, tenemos que señalar que no se observar ninguna autocrítica, ni compasión ante el detenido ni se acepta ningún abuso de autoridad. Más aún, la comparación de los homosexuales con los carteristas y la frase: “¿Para qué servía?. Para quitarles de en medio dos o tres días, nada más. Después a la calle”, indica claramente su aceptación de la homosexualidad como delito comparable al robo y la justificación de la detención pudiéndose leer entre líneas “que la detención debería ser mayor o más dura si se quería que valiera para algo”.

Pero la posición de este policía no es aislada, en 1970 buena parte de los españoles asocian homosexualidad y delincuencia y depravación moral. Según el informe FOESSA: “La mayoría considera a los homosexuales más como delincuentes que como enfermos. Les responsabilizan de sus problemas, más que a la sociedad”[64].

Pero también hay voces discordantes, por ejemplo la del actor José Luis Pellicena quien afirma:

“Me duele que se dé el título de peligrosidad social al homosexualismo, porque pienso que esta misma sociedad tiene la culpa de que este tipo de homosexuales se conduzcan así. Creo que es consecuencia de su marginación. A la gente que se la deja vivir en paz no molesta. En algunos sitios tienen sus clubs, la gente está aceptada y nadie puede protestar porque nadie molesta a nadie. Entonces vamos a ver quién es el causante de que los homosexuales molesten y perturben[65].

En la Comisaria o el Cuartel de la Guardia Civil.

Cuando llegaban al lugar de detención, los detenidos podía correr diferentes suertes, según los ánimos de quien estuviese a cargo de esas dependencias – pagar una multa y ser fichados, ser acusado de algún delito tipificado en el Código Penal o en las leyes que se establecieron contra ellos[66], recibir “cuatro tortas y varios puntapiés y pasar la noche en el calabozo”[67]. Si eran puestos a disposición judicial, hasta el momento del juicio, los acusados eran retenidos en alguna de las prisiones preventivas – Carabanchel en Madrid -en la zona conocida como el Palomar-, Modelo en Barcelona. Etc.. –

No hay que olvidar el rechazo social al que eran sometidos los homosexuales, tras cumplir una condena, lo que muchas veces les obligaba a tener que cambiar de resistencia. En algunos casos su única salida era el suicidio pues al tener que cambiar de residencia les dejaba desamparados y sin el apoyo de su entorno social y familiar.

El perfil del declarado “peligroso social” era mayoritariamente: varón entre veinte y cuarenta años, clase baja, residente en gran ciudad, estudios primarios, escasa cualificación y “afeminado”. Había pocos estudiantes, funcionarios o profesionales liberales[68]. Y a la hora de calificarlos en los expedientes incoados las expresiones eran las siguientes entre otras: “inversión sexual y erotismo desviado”, “repúgnate caso que subleva a toda conciencia honesta, ofende al pudor y a las buenas costumbres y es objeto de unánime condenación”, “actos contra natura”, “perversión sexual”, “nefando tráfico sodomítico”, “repúgnate vicio”, “vicio antinatural y perturbador”, “vicio merecedor de la más completa repulsa”, “actos atentatorios a la moral, fundamento de la familia y de la sociedad”, “nefastas relaciones”, “repúgnate porquería”, “repugnaste aberraciones”, “torpes acciones”, “inmorales aberraciones”, "sucios y reprobables actos”, actos de desviada lujuria”, “vergonzoso vicio”, “acción soez, desvergonzada e impúdica”, “aberración contraria a la naturaleza humana”, “torpes instintos”, “repugnantes actos libidinosos” etc[69].

La Cárcel

Al llegar a la cárcel, un funcionario de prisiones ofrecía al homosexual la posibilidad de ingresar en el pabellón de invertidos o bien la de ingresar en otra galería con otros internos. Muchos, con miedo a reconocer su condición homosexual, prefirieron ir a una galería con otros presos, en vez de ir al “pabellón de invertidos”, pese a que este último lugar las condiciones de vida eran relativamente mejores que en las galerías. Los homosexuales que acababan en las galerías comunes fueron víctimas de abusos y violaciones de todo tipo, tanto por presos como por funcionarios: “Despojado de cualquier objeto personal, me raparon el pelo y, desnudo, me desinfectaron con DDT, como a ganado. Las vacunas después, unas inyecciones que en los días siguientes me produjeron fiebres y una fuerte reacción alérgica. Mientras intentaba algo casi imposible en esas circunstancias, mantener el pundonor, me entregaron sábanas, una toalla y una manta, y vestido con un mono que me quedaba pequeño, corto de mangas y piernas, ridículo,  pasé una segunda puerta  […]. Al tiempo que una palabra se hacía carne en mí: indefensión. Indefensión. […]. Me sentí una presa cercada, mercancía expuesta en la subasta de la plaza pública. […]. Que paren, que paren, que paren. Y no paran, maestro, nunca paran.[70].

Pese a que las relacione homosexuales estaban en teoría duramente penadas dentro de la prisión[71], las violaciones fueron toleradas en muchas ocasiones. Los funcionarios hacían la vista gorda siempre que un heterosexual violase o abusase de un homosexual.  Estos supuestos violadores heterosexuales, cuyas víctimas eran homosexuales, eran conocidos como “bujarrones”. Sin embargo, si un funcionario descubría a dos homosexuales manteniendo relaciones entre ellos se ejercía una dura represión. En la modelo de Barcelona, en 1963. En ese año 18 hombres son castigados por realizar actos inmorales o actos deshonestos y son aislados en una celda de castigo durante cuarenta días.  En ese año un preso fue castigado quince días en una celda de castigo por entregar una carta a un “invertido”. Dos presos castigados por mantener correspondencia inmoral, uno de los cuales es castigado treinta días y el otro veintiuno[72].

En la cárcel acabaron hombres detenidos por su condición sexual y por salirse de la norma que imponía la heterosexualidad, por su aspecto afeminado, por ser denunciado por vecinos o familiares. A la cárcel fueron huérfanos, hijos de obreros, que habían abandonado el hogar, jornaleros, inmigrantes andaluces en Barcelona; los ricos, los influyentes sabían librarse. El régimen tenía manga ancha para los privilegiados, pero eso no implicaba carta blanca para una vida de desenfreno. Pero el poderoso, el rico, tenían la ventaja de poder viajar. Tampoco generalmente iban funcionarios, ni personas con trabajo fijo. Como señala Sosa: “Existían también invertidos semiprotegidos por el poder, con los que las autoridades hacían ‘vista gorda’, permitiéndoles ciertos respiro. Ninguno, al menos que yo sepa, dio con sus huesos en la colonia agrícola de Tefía. Sé que con alguno lo intentaron. Eran maricones pudientes, pero de familias no adeptas al Régimen y, junto al marchamo de invertidos, llevaban el de comunistas o masones. Eran los menos. Los otros – los que estaban sin mácula política-, pertenecían a poderosas familias locales, en cuyos lujosos salones celebraban copiosas cenas a las que acudía el puritanismo franquista. Eran homosexuales ricos que – con secretismo- utilizaban a los invertidos pobres para satisfacer lo que consideraban aberrantes necesidades. […]. Ninguno de ellos movió un dedo por nosotros, los que padecimos las penalidades. Al contrario, conozco casos de algunos que dieron con la puerta en las narices a desoladas madres de presos que imploraban su ayuda”[73].

En los primeros años, muchos homosexuales cumplían la pena en la cárcel más cercana a su domicilio como podría ser la Modelo de Barcelona, Carabanchel, etc… aunque en teoría estas eran cárceles de tránsito hasta que se establecía la sentencia y eran llevados a colonias agrícolas. En la península existían dos, Nanclares de Oca (Álava) donde generalmente eran destinados a servicios de lavanderías o el Campo de Concentración de Miranda de Ebro (Burgos)[74], mientras que los homosexuales de las Islas Canarias eran enviados a la colonia penitenciaria de Tefía[75],  situada en la isla de Fuerteventura. La colonia penitenciaria de Tefía quedó suprimida por una orden del Ministerio de Justicia publicada el 23 de agosto de 1966 en el Boletín Oficial del Estado[76]. En dicho artículo del ABC se indica que fue inaugurada en 1954 y que se situaban en los antiguos locales del aeropuerto cedidos por el ministerio del Aire. “El funcionamiento de dicha colonia durante los doce años de existencia cumplió sus fines produciendo un descenso paulatino pero constante del problema que supuso para las provincias canarias el incremento de maleantes que se padecía al principio de los años cincuenta, hasta su descenso a sólo siete sancionados, en el día de hoy, con una media de existencia de 16,95, durante el pasado año y de 10 en el semestre transcurrido del año actual”. Los presos que quedan se indica que se llevarán a la prisión central de Santa Cruz de la Palma.

Tras cumplir el periodo de internamiento en un campo de trabajo, los homosexuales tenían prohibido residir en su lugar de origen durante dos años y estaban sometidos a la vigilancia de los delegados judiciales. A todo, esto hay que añadir la dificultad que tenían de encontrar un puesto de trabajo por tener “antecedentes penales”.  Es decir, al trauma de la experiencia carcelaria se sumaba después la existencia de una ficha que hacía difícil trabajar fuera de los ambientes marginales que, tarde o temprano, conducían de nuevo a la privación de libertad. Sosa lo describe así: “Pero el Pavor no se acababa con la libertad. Tras Tefía se iniciaba otro exilio cuya duración mínima era de un año prorrogable con otros cinco de libertad sometida a la Vigilancia de Delegados. Daba igual que tuvieras posibilidades para subsistir o no. Eso no importaba. […] Esta situación obligó a muchos de nosotros a aceptar trabajos en condiciones de semiesclavitud y con el constante sobresalto de atravesar la imaginaria raya que era la otra acera. La peligrosa acera de enfrente. A otros, en cambio, los forzó a ejercer la prostitución”[77]. “Cuando pasan los días y todo lo que tienes es gandumia, ruidos en las tripas, una macoca bien pagada no es más que un curro como otro cualquiera, y el material que me cuelga entre las piernas lo vale. Pero, tiento, por supervivencia, no por gusto”[78]

En 1970 se sustituyó la Ley de Vagos y Maleantes por la de Peligrosidad Social y se pusieron en marcha cárceles especializadas para homosexuales – Badajoz y Huelva.  Los homosexuales dejaron de ser llevados a campos de trabajo para ser llevados a los recientes creados “centros especializados en la rehabilitación de homosexuales”. Los condenados eran internados durante un periodo de entre 3 meses y 3 años para su reeducación.  En la práctica el Estado no disponía de presupuesto económico para la creación de estos centros; sólo se llegaron a habilitar dos centros especializados para homosexuales: uno dentro de la prisión de Badajoz (para homosexuales pasivos) y el otro, en la de Huelva (para los activos).  Se mantuvo la prohibición de residencia durante un año y la sumisión a la vigilancia de los delegados y como se ha señalado al tener antecedentes penales tenían mucha dificultad para encontrar trabajo.  Y por supuesto los presos encarcelados por el “terrible delito de homosexualidad” no podían dirimir penas por buena conducta o por trabajo: “Los homosexuales somos menos que cualquier delincuente: ni el trabajo ni la buena conducta nos sirven de reducción de condena”[79].

¿Cómo eran los centros de internamiento? ¿Cómo vivían los homosexuales en la cárcel? ¿Cómo era la vida después de la cárcel?

Los primeros relatos orales sobre la represión de homosexuales en el franquismo inicial proceden de internos de Tefía[80], pero homosexuales encarcelados había desde los primeros días de la Victoria, como prueba un testimonio recuperado por Rafael Torres en su obra Victimas de la Victoria.

Se podía acabar en la cárcel simplemente por ser homosexual o parecerlo. Los gays eran internados en Centros de Trabajos como las Colonias Agrícolas como la de Tefia o de Anclares de Oca o pabellones especiales en la Cárceles como Carabanchel, la Modelo de Barcelona y Valencia etc.

La Colonia Agrícola de Tefía empezó a recibir presos homosexuales en 1954 y se pasaba tanta hambre que Manuel S. H “se comía hasta las cagarrutas de las cabras” y Juan Curbelo Oramas “devoraba la comida podrida de los paquetes que le enviaba su madre y que los guardianes retenían hasta que despedían un olor nauseabundo”. Estaban también los palos que “caían como un diluvio [...], por nada, por todo”. El director era un sacerdote castrense, Prudencio F. Él era el único árbitro, escondía las cartas de los familiares y determinaba, con sus informes, si los condenados debían permanecer en Tefía el año mínimo o los tres máximos. La rutina era al amanecer, instrucción y doctrina. De ahí partían a picar piedra para la construcción o a cavar zanjas bajo la mirada de los guardias, siempre con la garrota en la mano. Paraban para comer, dormían un rato de siesta y de nuevo salían a picar hasta la caída de la tarde. Antes de cenar, un poco de instrucción en la escuela: “primeras letras, historia sagrada y el rezo del rosario”. El único día que podían lavarse era el sábado. El médico sólo se acercaba a la colonia una vez por semana y el único lujo ocasional era algún cigarrillo y un paseo el domingo al pueblo a oír misa por la mañana[81]. “En Tefía el miedo era como el viento. Siempre estaba presente.[82] Octavio García lo cuenta así: “Pasé hambre, miseria, llanto, sufrimiento y mucho más […]. Allí nos daban una comida al día y nos tenían haciendo trabajos forzados de sol a sol, sobre todo cargando agua de un pozo y llenando bidones con agua salobre, que era la que nos daban de beber.  Yo creo que la gente conoce más los campos de concentración nazis, pero en Canarias teníamos Tefía y no creo que era igual que Auschwitz.[…]. Aquellos funcionarios eran peores que las hienas. Nos maltrataban, nos obligaban a ponernos firmes y a cantar el ‘cara al sol’ con el brazo  firme, y los días de ducha, por supuesto eran de agua fría y muy de vez en cuando, cortaban el agua cuando nos estábamos enjabonando y obligarnos a quedarnos así[…]. Nos daban escaldones de gofio con cebollas y sin aceite, o chícharos llenos de gorgojos o batatas enraizadas. Recuerdo que un buen amigo que hice allí y que se llamaba Manuel Santana entró con 84 kilos y salió pesando poco más de 50. Creo que si realmente allí no murió nadie fue porque el plazo máximo de estancia era de tres años”.[…]Yo había estudiado en colegio de curas y monjas y conocía muy bien el catecismo, por lo que me dediqué a ayudar a formar en la fe a mis compañeros, y parece que fue precisamente eso lo que me ayudó a salir antes de aquel lugar primero y a superar el trauma después. […]. Lo pasé muy mal porque me vi muy solo y mi madre, que era una mujer muy dura, ni siquiera fue a verme”[83].

Cuando Tefía cerró siguió funcionando la Colonia Agrícola de Nanclares de Oca para penados por Vagos y Maleantes, homosexuales incluidos. Trabajaban en la cantera, la carpintería, la serrería, el taller y ocupados en lavar y forrar garrafas y botellas con mimbre.

El régimen del Campo de Concentración de Detenidos de Nanclares de la Oca (Álava) era estrictamente militar, “conforme a los valores a la jerarquía, la disciplina y el adoctrinamiento político hasta lograr el rendimiento personal”. La lavandería corría por cuenta de los “invertidos”. Los presos tenían poca ropa de abrigo lo que facilitaba las enfermedades como gripes y pulmonía. “Comer era una auténtica obsesión”.  Además de la dignidad de personas libres, “los homosexuales perdían hasta el nombre. Tener apodo era signo inequívoco de ser invertido”. Las barras en la gorra indicaba el motivo por el que se estaba preso – dos barras cruzadas quería decir invertido -[84]. Juan Soto (Haro 1922), con motivo del homenaje que recibieron las personas que sufrieron cárcel por homosexualidad en Nanclares de Oca[85] recuerda como su “madre prefería que fuera ladrón a maricón” y en el primer encuentro que tuvo con ella en 1945, señala “es lo más grande que me ha pasado en la vida”- pidió prestado un gorro a un preso heterosexual. “Así le evitó el disgusto”. En el fondo, ella sabía que su hijo era gay.

En el mismo acto, Andrés García, de 67 años y natural de Zaragoza, a duras penas puede contener las lágrimas a escuchar a Soto. Él ingresó en la cárcel de Martutene, en San Sebastían, con 26 años, en 1965. “Simplemente por reconocer ante un comisario de policía mi condición de homosexual”. Estuvo alrededor de dos meses, tiempo suficiente para quedar marcado. “Siempre resulta humillante entrar en la cárcel y las experiencias que se viven ahí”.

La reforma teórica que en el plano jurídico que condujo en la década de los setenta a la sustitución de la Ley de Vagos y Maleantes por la de Peligrosidad Social puso en marcha cárceles especializadas. A los gays se les reservó espacio en Huelva y Badajoz. Sobre el papel la Ley tenía una vocación regeneradora. No se trataba sólo de castigar una conducta “desviada” sino de ayudar al condenado a superarla mediante terapia y de impedir que contagiara a la sociedad, aislándolo hasta su completa curación. Bastaba con que el juez decidiera el estado “peligroso” de un homosexual para que, sin asistencia del abogado, decretara su ingreso en un centro de reeducación por un tiempo que oscilaba entre cuatro meses y tres años, aunque cabía la posibilidad teórica de hacerlo “hasta su total curación” y por tanto, que fuera indefinida. A los presos se les hacía humillantes exploraciones médicas para determinar la sexualidad de un detenido (si eran pasivos o activos).

En la prisión los presos sociales estaban separados de los comunes, pero había momentos de convivencia sin distinción: la misa y el cine. Se juntaban, se socializaban, entablaban alianzas y por supuesto ligar a base de miradas y trasvase de notas escritas. En la cárcel se podía hacer trabajos para sacar algo de dinero. Existía un preso encargado de vigilar a los otros presos como intermediario con los funcionarios, “en un sistema copiado de los campos de concentración nazis”. En las cárceles los gays debían estar aislados del reto de los internos pero muchas veces estaban sometidos a vejaciones por parte de otros presos, que burlaban el aislamiento para obligar a los homosexuales a mantener relaciones, en la mayoría de los casos de forma brutal. Algunos presos para evitar la violación buscan protección entrando en relación con algún preso.

Los presos una vez que llegaban a prisión perdían el cuerpo, tenían que desnudare para que les desinfectaran con DDT, el aislamiento durante unos días para observar si traían alguna enfermedad contagiosa, las vacunas. Terminado este periodo se ingresaba en una de las galerías. El ritmo de la vida en la cárcel venia marcada por el trabajo, la interrupción para la comida; la siesta, el trabajo de nuevo y descanso en el patio. A diferencia de los delincuentes, los presos homosexuales no tenían derecho a redención de pena por el trabajo, aunque la mayoría pedía trabajar en el taller o en la limpieza de la prisión. Para entender este voluntarismo hay que recordar la fuerza coactiva que tenían los informes sobre su conducta, de ellos, dependía que el peligro estuviera en la cárcel los cuatro meses de sentencia mínima o los tres años de la máxima.

Hasta 1969 los homosexuales se alojaban en galería especiales. A partir de ahí se comenzaron a enviar a Huelva, que mezcló delincuentes comunes de orientación homosexual, homosexuales, que nunca habían delinquido y presos preventivos. Nunca hubo ningún tipo de terapia, ni atención médica o educación especial. El médico iba una hora cada mañana y un maestro que se jubiló en estos años se ufanó en su despedida: “Me voy con el deber cumplido de no haber enseñado nada a ninguno de éstos”.

En la cárcel de Badajoz, un funcionario R.J. confirma que se consentía la creación de parejas, que a veces compartían celda. Los funcionarios permitían que las parejas tuvieran ocasionalmente algo de intimidad, pero también servían para facilitar las violaciones: “Cuando violaban a alguien, los funcionarios no hacían nada, sólo se enteraba el preso de confianza del violado y como mucho se comentaban en el patio. Se creía que los violadores estaban conchabados con los funcionarios[86].

Por un decreto de 25 de enero de 1968, la cárcel de Huelva se convirtió en centro especializado en acoger a homosexuales[87]. El tratamiento teórico de los homosexuales, para el régimen “pervertidos sexuales” era la terapia ocupacional. Otro tipo de ayuda al preso era la ludoterapia, que debía consistir en gimnasia, carreras, balonmano, baloncesto, futbol y ejercicios violentos. La cárcel disponía de una Junta de Tratamiento que vigilaba el cumplimiento de la atención personalizada al preso al que había que reeducar. La de Huelva se creó oficialmente en 1972, pero en realidad nunca se reunió y su existencia no pasó de un trámite. Los homosexuales que habían delinquido, por su mayor agresividad, estaban separados de los que no. Estos, salvo si eran muy jóvenes, que se separaban del resto por la noche, estaban en dormitorios comunes. Lo más duros en celdas individuales y el resto, de tres en tres para impedir que una pareja se quedara sola. “Al parecer, el director no había oído hablar del menage à trois”[88].

Al ser la capacidad de estos centros específicos insuficientes, muchos condenados ingresaban en las superpobladas prisiones en “pabellones para invertidos[89] en la que la vida del preso homosexual fue si cabe más dura que en los centros especializados.

Tras la muerte de Franco, la tensión que vivió España se filtró también por los muros de las cárceles donde todos los presos comenzaron a estar pendientes de la amnistía, pues los comunes querían que se les incluyera en ella si los políticos la lograban. El 19 de julio de 1977 la de Badajoz vivió un sonado motín, los peligrosos sociales resultaron ser los presos menos conflictivos. Sólo uno de los homosexuales había participado en el motín. Al resto, por su buena conducta, la dirección de la cárcel les recompensó con una reducción extraordinaria de pena de 15 días. Adolfo Suárez anunció elecciones generales para el año siguiente y prometió amnistía para los delitos políticos y de opinión. Los homosexuales, no estaban incluidos.

¿Cuántos son los homosexuales que fueron encarcelados o pasaron por comisaria?

La pregunta es difícil pues los condenados se dispersaban por todas las cárceles del Estado y las cifras son dispares. La primera cifra fue la propuesta en 2001, por dos investigadores, Jordi Monferrer y German Calvo, en el diario El Mundo que calculaban que un millar de homosexuales habían pisados las cárceles de Badajoz y Huelva entre 1970 y 1979. Su fuente eran las Memorias de la Fiscalía del Tribunal Supremo.

Por Tefía, pasaron un centenar según Miguel Ángel Sosa.

Otras fuentes complementarias son las Memorias anuales de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, que empiezan a recoger datos de homosexuales de manera explícita a partir de 1973. De los años anteriores se dan datos de presos por abusos deshonestos, corrupción de menores, delitos contra la honestidad y otros epígrafes que se aplicaban ocasionalmente para referirse a homosexuales, pero no sólo.  Hay que coger con escepticismo las cifras que proporcionan las Memorias citadas, de acuerdo con ellas, hubo 198 homosexuales encarcelados por su peligrosidad social, de ellos una mujer.

En la cárcel de Huelva había un promedio anual de treinta homosexuales en 1973-1974. La cifra cae bruscamente en 1975 y 1976 para remontar a un promedio de veinte en 1977 y 1978. En Badajoz, como hemos visto, las Actas mencionan un promedio de veinte gays encarcelados por peligrosidad social en 1976 y 1977, cifra que va bajando hasta mencionar sólo dos en abril de 1978.

En el fondo de la policía municipal de Barcelona, depositado en el archivo de la Subdelegación del gobierno aparecen los siguientes datos: en 1971 son detenidas un total de 95 personas acusadas por presuntos “actos de inversión sexual”, en 1972 este número se eleva a 127 y en 1973 encontramos 89 detenidos por este delito[90].

Según el Instituto Lambda, entre 1974 y 1975, sólo en los dos Juzgados madrileños de Peligrosidad Social fueron procesados 152 personas, la mayoría obreros o parados.  En 1976, en toda España el número de internados ascendía a 763 (7,6 por ciento de la población reclusa total. En Valencia se incoaron, entre 1975 y 1979, 3.303 expedientes de peligrosidad, de ellos sólo 181 por homosexualidad, menos que por otros supuestos como drogas, conducta antisocial, prostitución o habitualidad criminal.  En 43 expedientes se declara la profesión de camarero, en 34 la de empleados, en 25 la de albañil y en 11 la de mecánico, y sólo aparece una mujer[91].

La ley se aplicó a ritmo descendente hasta su derogación. Si en 1975 se incoaron 121 expedientes  sobre un total de 987 (12,25 por ciento) en 1979 quedaron reducidos a 2 sobre 540 (0,37 por ciento) [92].

Antonio Ruiz, presidente de la Asociación de Expresos sociales ha declarado que “al menos 5000 personas  fueron detenidas por actos y actitudes gays, lésbicas o transexuales durante el franquismo”. Pero este número “es solo una aproximación, porque los historiadores están dispersos por las distintas cárceles, hubo quienes no llegaron a ser encarcelados, y en otros casos la condena alegada en vez de homosexualidad delitos como prostitución”[93].

La familia.

Si la familia, y en particular, la mujer del preso político[94], fue una herramienta fundamental y entre otras funciones establecieron una acción solidario-asistencia, en primer término y una movilización política a favor de preso político después, que supuso un nivel organizativo y político y que llevo, a la formación de agrupaciones[95] que, por sus circunstancias no pudieron ser establecidas entre “los familiares de los presos sociales”, y por tanto, su labor, no pudo dar el salto de la dignificación de la palabra: “cuidar” y su desvinculación del término “sumisión” para unirla de forma clara a la de “militancia” y a la de “servicio”.

En el caso del preso social, la función de “mujer del preso” era ejercido por la “madre del preso” y existen algunas referencias a ayudas que las primeras, hicieron sobre la segunda, y que sería interesante investigar con más detenimiento. Un ejemplo es la relación que estableció Carmen Casas[96], pareja de Leandro Sahún, preso político y encarcelado en la Prisión Provincial de Zaragoza, más conocida como la cárcel de Torreno[97].  Allí conocido a la madre de Alfonso Escanero[98] con la que forjó una gran amistad y colaboración[99].

En muchos casos, la familia del preso homosexual, no pudo realizar, ni siquiera, esa labor asistencial ya que por vergüenza, o por la no aceptación de la condición sexual del hijo – mientras el preso político tenía aceptación social y potenciaba el desarrollo de círculos de solidaridad, el preso homosexual  no tenía ninguna; en otros casos, por el desconocimiento - muchas veces, los presos, no comunicaban a su familia que estaban en prisión, para ahorrarles la vergüenza o porque ellos mismos, se sentían avergonzados; por último, en muchos casos, había una gran lejanía de las prisiones de los domicilios de los familiares, que hacía casi imposible las visitas y al no existir círculos de solidaridad quedaban abandonados a su suerte[100] . Como se ha visto anteriormente, esto se agravaba con la prohibición, a la salida de la cárcel del preso, de residir en su ciudad habitual, con lo que todavía después de salir de la cárcel se veían desamparados los que les llevaba al mundo de la marginalidad, en muchos casos.

6.      La homosexualidad como enfermedad.

Algunos doctores exponen de forma tímida argumentos equiparando a la homosexualidad con la diabetes y exonerando así de culpa a los gays. Ante esto, el doctor Valentín Pérez Argilés, en la sesión inaugural del curso académico en la Real Academia de Medicina de Zaragoza de 1959 expone:

“La comparación sería más justa si dijera: ‘tampoco el tuberculoso es responsable de su tuberculosis; pero tendrá una   grave responsabilidad de su tuberculosis; pero tendrá una graves responsabilidad cuando por odio al resto de la Humanidad sana (dolo), o desinteresándose del riesgo de su contagiosidad (dolor eventual), o  por ignorancia, etc. (culposamente), se dedique a la siembra de sus esputos bacilíferos[101].

Para el Pérez Argilés los homosexuales no lo son porque hayan nacido así, eso sería válido para algunos pocos casos sino porque han sido corrompidos por individuos mayores en su juventud. En definitiva la homosexualidad se contagia:

“La realidad es que, al lado de unos cuantos invertidos congénitos, la mayoría de casos se trata de muchachos que, en la época de indiferenciación sexual, han sido iniciados por pervertidos de más edad, creando en ellos un reflejo condicionado”[102].

En definitiva, la homosexualidad es una enfermedad contagiosa basada en “reflejos condicionados” que hay que curar y por tanto, la mejor forma de hacerlo, o una de ellas es la utilización de técnicas agresivas de “modificación de conductas”, como el electroshock. “el sistema nervioso tenía que aprender a asociar estímulos y respuestas de forma diferente a como lo había hecho años atrás, en la juventud”[103].

López Ibor propone técnicas de curación de la enfermedad que van del psicoanálisis a la terapia antropológica[104]. Pero afirma: “Los homosexuales deben ser considerados más como enfermos que como delincuentes. Debe la ley no obstante protegerse especialmente del proselitismo que puedan desarrollar en colegios, cuarteles, asociaciones deportivas, etc[105].

En la Cárcel de Carabanchel se creo un departamento para diagnosticar el tipo de “desviación” y su “curación” y que se denominó “Central de Observación de Presos”. En teoría, allí iban los presos de difícil clasificación con el fin de determinar su destino final. En dicho departamento se elaboró un estudio sobre doscientos presos[106] – entre l967-1969 -, que había de servir de manual clasificatorio, con “recomendaciones para su curación”. Entre los esquemas de clasificación aparecen, por ejemplo, tener espaldas estrechas o no saber silbar; y entre las terapias de prevención encerrar al homosexual en una celda individual y extender el plan de prevención a la sociedad, “corrigiendo a los padres que miman demasiado a sus hijos”. “En ese Departamento cientos de homosexuales sirven de conejillos de indias: análisis físicos y mentales, procedencia social, estudios, estructura de caderas y hombros, acumulación adiposa, timbre de voz, examen de próstata, de escroto… hasta la terminación en punta o no del esternón, y el vello público, según crezca de una u otra forma, más ralo o espeso, pueden ser motivo para diagnosticar científicamente la clase de desviación[107]”. Como se puede ver, el régimen franquista, tenía “curiosidad científica” sobre el comportamiento homosexual que le llevó al “desarrollo de grandes logros científicos”[108].

Con la Ley de 1970, el juez de peligrosidad social podía considerar oportuno proponer que el homosexual se sometiera a tratamiento psiquiátrico en vez de ser enviado a prisión.  Es decir, a la represión como delito, le sucedió la represión médica. Las autoridades jurídicas y médicas del franquismo utilizaron como referente científicos: Primero a Kraft-Ebing, que en 1886 presentaba a los homosexuales como “personas con síntomas de degeneración, con un decrépito sistema nervioso, siempre al borde del colapso, incapaces de mantener relaciones maduras y proclives a la enfermedad mental”; en segundo lugar fue Freud que en versión simplificada de la obra ha consistido en creer que cualquier conducta que se considerase desviada de la norma se explicaba por un trauma infantil no superado y que, reviviéndolo gracias a la psicoterapia, podía alcanzarse la curación; en tercer lugar, un médico español, del que ya hemos hablado, Pérez Argilés, que en 1959 escribió un Discurso sobre la homosexualidad,  y que tenía como precedente a Vallejo-Nájera, cuyo tratamiento de la enfermedades mentales, de 1940, incluía la homosexualidad como patología. Piensa que “las enfermedades o se curan o se siguen contagiando, al menos ésta y que ésta tiene su raíz en circunstancias cromosomales, pudiéndose descubrir la homosexualidad con un examen morfológico y también mediante el estudio endocrinológico y genético”. Para el doctor, muestras de homosexualidad son, el travestismo y la exhibición de tatuajes…. “Hay invertidos que lo son, porque al tener genitales tan pequeños que no alcanzan a experimentar placer en una cavidad vaginal, se pasan al coito anal. Parece también cierto, para terminar, que en muchos individuos la homosexualidad ha hecho aparición tras haber padecido una encefalitis”. “Al invertido hay que encaminarlo por la castidad, que debe ser su ideal, más bien que la sensualidad normal”. “Por ello, la labor del terapeuta es casi paralela a la del sacerdote”[109].

Muchos psicoanalistas propusieron una serie de terapias, llamada aversivas que trataban de despertar la represión al propio sexo, al tiempo que hace atractivo el sexo opuesto. Las terapias aversivas fueron de dos tipos las eméticas y las eléctricas. Las primeras obligan a regurgitar inyectando o haciendo ingerir sustancias que provocaban el vómito. Una variable era las olfativas. Las eléctricas consistían en “sentarse frente a una pantalla en la que proyectaban diapositivas de atractivas mujeres desnudas o muy ligeras de ropa y de atléticos varones en bañador. Con las primeras imágenes, nada sucedía, pero al aparecer el galán, unos electrodos te sacudían una descarga que en cada ocasión iba aumentado, subiendo su potencia, cada vez más y más intensa. Y para que no se advirtiesen luego las huellas, la corriente se aplicaba principalmente en las plantas de los pies[110].

Otros psicólogos descubrieron terapias, como la de la vergüenza. Una variante era la sensibilización encubierta y consistía en convencer al paciente de que imaginara el castigo cuando piense en determinados condicionamientos. Más radical era la curación por lobotomía, una intervención quirúrgica para modificar el cerebro. Al menos dos médicos españoles aplicaron estas técnicas. Según el historiador Pablo Fuentes hasta comienzos de la década de los sesenta, el doctor Moniz quemó partes del cerebro de los homosexuales para curarlos en Carabanchel. El doctor López Ibor señaló en un Congreso en San Remo, en 1973, en relación con la lobotomía: “Mi último paciente era un desviado. Después de la intervención quirúrgica en el lóbulo inferior derecho presenta, es cierto, trastornos en la memoria y en la vista, pero se muestra ligeramente atraído por las mujeres[111]. Suponían que extirpando o anulando la parte del lóbulo inferior derecho se “neutralizaba la pulsión homoerótica”. “Una forma social, civilizada y científica de castración. Repele a la conciencia. Repugna. Ocultan, además, que se pierde cualquier tipo de excitación sexual, desaparece el deseo, incluso en sueños y, disminuye la visión y se borran los recuerdos. La memoria se desvanece. Te convierten en planta, en zombi. Que no supongas ningún desequilibrio para la sociedad, que seas incoloro, inodoro, insípido.  Exiliados en la invisibilidad. Marcados por la palabra renuncia[112].

También existía un tratamiento con hormonas que consistía en inyecciones que aumentaban las hormonas masculinas en la creencia de que así sentiría atracción por las mujeres.

En 1980 un médico-jefe de la prisión de Carabanchel, García Valdés, publicaba su tesis doctoral. En ella llegó a la conclusión de que la homosexualidad, “al no ser una entidad patológica en sí misma, no tiene por qué necesitar de ningún tipo de acción terapéutica. Para llegar a esta conclusión, políticamente correcta en ese momento, “no tuvo empacho” en recurrir a la misma técnica que sus antecesores médicos de Carabanchel: utilizar a 176 reclusos a los que tomó fotografías, interrogó y exploró los genitales y el recto”.

Hasta 1976, la Asociación Americana de Psiquiatría  no la borró de la lista de enfermedades mentales y no fue hasta el 17 El 17 de mayo de 1990 cuando lo hizo la Organización Mundial de la Salud.

7.      Los medios de comunicación y la homosexualidad.

La revista falangista Letras, a finales de 1939[113] retrata como “homosexuales al constitucionalista Luis Jiménez de Asúa (socialista y presidente de la comisión parlamentaria que redactó la Constitución de la Segunda República española y representó al gobierno republicano en Polonia, Checoslovaquia y ante la Sociedad de Naciones durante la Guerra Civil y es representado en Letras con las cejas depiladas, largas pestañas, labios pintados y fruncidos en forma de corazón) y al escritor catalán Ventura Gassol (catalanista radical y hombre de confianza de Francesc Macià, había sido conceller de cultura de la Generalitat- se le representa también con cejas depiladas y labios pintados) y Rovira, en unas aleluyas contra los líderes republicanos donde se mezcla a masones, marxistas y homosexuales y se amenaza con la escoba para limpiar España de esa ralea”.  Los vencederos colgaban la acusación de ser homosexuales para añadir estigma y descalificación personal a su ideario.

Mauricio Carlavilla, que firmaba como Mauricio Karl escribió un ensaño en 1956 y que en 1972 iba por la decimosegunda reedición, titulado “Sodomitas, Homosexuales, políticos, científicos, criminales, espías, etc. Asociaba  homosexualidad con comunismo y señala el avance del “vicio” por todas las partes: “La manada de fieras sodomitas, por millares, se lanza a través de la espesura de las calles ciudadanas en busca de su presa juvenil”, alerta “Disfrazada de persona, la fiera sodomítica ojea entre el matorral abundante de las aceras su pieza preferida, el cándido muchacho, lo más grato a su ávida pupila cuando más inocencia lleva retratada en su fisonomía”. “Vuestro hijo puede volver a casa corrompido, guardando su bochornoso secreto que nada delatará”.  Mantiene la tesis de que “homosexualidad y comunismo comparten el mismo fin destructor de la Humanidad: “El comunista es contrario a la familia por ser ella motivo natural de la propiedad individual. Y el sodomita es también su adversario por ser su sexualidad agenésica, estéril suicidio de la especie, como el comunismo es suicidio de la sociedad”[114].

La televisión, el cine, las revistas, los espectáculos, etc. presentan al homosexual como grotesco, exhibicionista y exageradamente amanerado. Esta simplificación, que reducía al gay a la categoría del bufón, respondía a la única versión “políticamente correcta”, en el sentido literal que el término adquiere en una dictadura. Un ejemplo denigrante lo ofrece la película “No desearás al vecino del quinto” de 1975.

Los humoristas explotaron el estereotipo del homosexual, incluso en revistas como La Codorniz[115] y en Hermano Lobo[116].

Los diarios y semanarios de información general reforzaban la asociación popular entre homosexualidad y marginación en las informaciones sobre redadas policiales, los artículos de opinión sobre los gays y las noticias relacionadas con la homosexualidad, en otros países[117].

8.      Hacia la normalización[118].

La primera  manifestación gay se celebró en Barcelona, el 8 de enero de 1933 por la Federación Anarquista Ibércia (FAI) y hubo que esperar hasta el 26 de junio de 1977, para que se echaran a la calle unas seis mil personas  para exigir el fin de la Ley de Peligrosidad Social y demandar libertad sexual, se siguió el modelo de las celebraciones internacionales del Día Mundial del Orgullo Gay, la policía cargó contra los manifestantes. Con anterioridad, los gays habían salido a la calle con su propia pancarta en 1975 pidiendo amnistía, habían acudido al primer Primero de Mayo, a la primera que demandaba la mayoría de edad a los 18 años, a la primera Diada, …En definitiva Barcelona fue el lugar donde nace el movimiento del “orgullo gay”  gracias a la cercanía con Europa y a figuras como Armand De Fluvià que en 1971 junto a seis personas más fundaron un embrión de organización gay, llamado Agrupación Homófila para la Igualdad Sexual (AGHOIS), que a partir de 1972 comenzó a editar un boletín del mismo nombre. En 1972, el nombre fue sustituido por el de Movimiento Español de Liberación Sexual (MELH) y trabajaba para concienciar a los homosexuales de sus derechos políticos y sociales. En 1975 el movimiento se transformó en una organización más amplia y cambió su nombre por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC). Los militantes del FAGC se volcaron en las asociaciones de vecinos, creando grupos de acción territorial que acudían a dar charlas, difundir una imagen normalizada de los homosexuales y proponer que, al igual que había vocalías de juventud y mujer, las hubiese de homosexuales y lesbianas y ayudando a fundar organizaciones semejantes, que sirvieran para dar al homosexual conciencia de su dignidad y de su fuerza política. Así fueron naciendo organizaciones en Valencia, Islas Baleares, Madrid, Bilbao, etc… y se engarzó en una Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE). Sus reivindicaciones parecen modestas si se olvida que quienes se manifestaban para defenderlas podían ir a las cárceles de Huelva o Badajoz. Los gays organizados pedían amnistía, derogación de la Ley de Peligrosidad Social, educación sexual en las escuelas, etc.

Hubo personas que “salieron del armario” de forma individual, dando la cara frecuencia para que se la partieran. Así le pasó al carmelita Antonio Roig, quien, tras el fracaso de la terapia aversiva a que se sometió escribió el libro que le llevaría a su expulsión de los carmelitas: “Todos los parques no son un paraíso”[119] en los que narra, de forma valiente, como un hombre es atrapado por dos amores: su vocación religiosa y su amor a los hombres y como necesita huir a Londres para reflexionar y asumir sus propias pulsiones emotivas. Roig fue condenado “a divinis” y comenzó una sentada. Otro religioso, el jesuita Salvador Guasch, que había estado internado en un centro para marginados en 1974, había creado en 1976 el grupo Dignitat para la lucha de los derechos de los gays y de las lesbianas desde una óptica cristiana.

Hasta 1978 los líderes del movimiento gay habían dado entrevista a revistas pero a cara cubierta, ese año Petit y Armand de Fluvià fueron los dos primeros rostros que salieron del armario ante las cámaras de televisión.

En Barcelona fue la ciudad que vio el estreno de la primera revista gay de España, Party, que nació en 1977.

Se estrenó la película “El transexual” dirigida por Jorge Jara, en la que Paco España tenía un hijo. Película “Flor de Otoño” José Sacristán interpretaba el papel de un abogado anarquista que se travestía por las noches.

20 de septiembre de 1977, el portavoz del PSOE, en el Congreso, Felipe González, presentó una proposición de ley para modificar la de Peligrosidad Social. El proceso legal quedaba abierto, aunque no se mencionaba la despenalización de la homosexualidad. El 10 de febrero de 1978 planteó el tema el grupo comunista, antes hubo un debate interno en el que a las reticencias de algunos se impuso finalmente la postura más progresista y finalmente presentaron una enmienda a la proposición socialista, que sostenía que el proceso de liberalización moral y cultural al que asistía el país impedía “seguir catalogando como peligrosos a quienes simplemente se apartan de las pautas de comportamiento social dominante. El PSOE  lo asumió inmediatamente y lo incluyó en su proposición. Finalmente se eliminó la mención a la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad Social, junto con las otras medidas propuestas por socialista y comunistas, el 19 de enero de 1979. El 28 de diciembre de 1979 dejó de ser delito. En julio de 1980 el Front d’Alliberament Gai de Catalunya fue legalizado. La represión jurídica a los homosexuales había terminado. La policial y la mediática aún colearon. Una de las últimas redadas en Barcelona tuvo lugar el 19 de febrero de 1981 en la discoteca Men´s en el paseo de San juan, esquina con la Diagonal. A partir del 12 de junio de 1981, la homosexualidad, el lesbianismo y la sodomía desaparecen de los textos de las sentencias. A los defensores de la moral nacional-católica no les quedó más ámbito de represión que la censura de publicaciones.

En 1995 todavía aparecían los antecedentes penales por homosexualidad y Antonio Ruiz Saiz[120], luchó para que esto acabara. Ese año al pedirle el DNI un policía le dijo a otro, “ten cuidado que este en maricón”. Antonio Ruiz se puso a luchar para que desapareciera su ficha policial y judicial de unos archivos que seguían sirviendo para que el Estado conociera la orientación sexual de los ciudadanos. Tuvo que acudir al Defensor del Pueblo, al juez de Vigilancia Penitenciaria, a la Audiencia Provincial de Valencia, al Tribunal Supremo y finalmente al Consejo General del Poder judicial que, en marzo de 1999, autorizó que se le entregar el expediente, que él se encargó de romper ante las cámaras. Abrió las puertas a cientos de personas para que hicieran lo mismo. Y también puso en marcha un movimiento para contactar con otras personas en las mismas circunstancias con la finalidad de conseguir una indemnización por la represión sufrida.

9.      Conclusiones.

“España entera era una cárcel”, y la amenaza de ir a prisión sirvió para “mantener a rayas a los vencidos y retirar de la circulación a todo aquel que fuera molesto para el régimen[121]. La homosexualidad Fue considerado un tema menor pues estaban más preocupados por acabar con la oposición democrática y con el reconocimiento de internacional del régimen. Cuando consideraron que habían acabado con la oposición política, comenzaron el ataque de la oposición social, y los homosexuales fueron puestos en el punto de mira del régimen.  Perdieron sus derechos, pues no era necesario cometer un delito para que fueran encarcelados, la simple declaración, el parecerlo o el ser denunciado era suficiente pues era necesario separarles de la sociedad para que no contagiaran a otros; para el régimen la homosexualidad era una enfermedad contagiosa que había que erradicar.

Los homosexuales no eran violados, pues consideraban que les debía gustar cualquier hombre, y debían estar contentos  de ser sometidos por “machos auténticos” en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. También consideraban que los homosexuales querían ser mujeres, no les entraba en la cabeza que fueran hombres normales en los que el afecto y la sexualidad va dirigida a otros hombres. También hay hombres que quieren ser mujeres, pero este es un problema más complejo, el de identidad[122]. En definitiva como toda dictadura se desarrolla en sociedades atrasadas en las que solo existe el blanco y el negro y no entienden la importancia de la diversidad, es decir del color.

En nuestra opinión la represión que sufrieron los homosexuales llegó a todos los aspectos de su existencia, pues se generalizó en la sociedad la idea de que la homosexualidad era algo sucio y contranatural lo que generó en el homosexual un sentimiento de culpa que le hizo en muchos casos negarse a si mismo, y vivir en una cárcel interior. En este aspecto el franquismo logro no solo traspasar ideológicamente las puertas de las casas, sino del propio individuo construyendo muchas veces y en muchos ciudadanos una cárcel interior de la que no han logrado salir. ¿Cómo devuelves a Viviana una infancia feliz y le haces olvidar aquellos años en la que le hacían subirse a una mesa para escarnio de sus compañeros y jaleados por el profesor que debería haber sido su protector?, o ¿cómo devuelves a tantos ciudadanos la oportunidad de amar y ser amados con y en libertad?.

“Hay lugares de los que nunca nos marchamos, algo de nosotros queda prendido y, aunque transcurran años, aunque nos alejemos cientos, miles de kilómetros y se sucedan los días, seguimos sin movernos de este sitio”[123]. La pesadilla se repite en los presos, el recuerdo del pasado vuelve una y otra vez y no les deja recuperar su vida: “De repente, me veía en la colonia de nuevo, la cabeza rapada, el miserable mono azul de la faena, el ácido y apestoso rancho, el incesante acarreo de piedras… Otra vez allí, de pie, junto a la puerta del barracón donde mal dormíamos[…]. Aquellos monstruos, destrozaron mi juventud, pero, también, encarcelaron mi madurez y han mancillado, incluso, mi vejez”[124].

Si nos fijamos en el número de homosexuales encarcelados, puede parecer una cifra ridícula si la comparamos, por ejemplo, con los presos políticos, pero no debemos dejarnos engañar por las apariencias, no se puede cuantificar, todas las formas de represión que utilizó la dictadura. Muchas veces, los homosexuales, cuando eran sorprendidos, a veces, simplemente mirando a otro hombre en un lavabo público podría ser apaleado, rara es la persona con la que he hablado para documentar el trabajo de fin de la asignatura sobre el tema, que no se ha encontrado alguna vez, en una situación de peligro.  Pero lo más grave, en mi opinión, es la arbitrariedad en la que se juzgaba a los homosexuales, su entrada en prisión, su apaleamiento, o el escarnio público dependía  del juez o policía de turno. El homosexual debía tener tanto cuidado en que no se supiera su condición, que el peligro estaba en la propia casa, como le pasó a Antonio, que al confiar a su madre su condición y está pedir ayuda a su hermana y una monja y esta última suponer que un homosexual es un depravado y abusaría de sus hermanos, y Antonio, para salvar de un peligro inexistente que sufrían sus hermanos,  terminó en la cárcel.

La psiquiatría franquista como dice  Casco Solís[125] era personalistas y arbitraria y estos atributos se manifiestan claramente en “el abordaje de la homosexualidad: mantenerla invisible, represar a modelos médicos previos que la criminalizaban, ignorar a los autores de prestigio, manipular los resultados de los trabajos científicos reconocidos y, por último, desdeñar cualquier intento de desmedicalización”[126]. Desde la perspectiva actual se puede indicar que la psiquiatría franquista se caracterizaba por una homofobia visceral y unos profundos y arraigados prejuicios antihomosexuales

Hay una estrecha relación entre dictadura y religión católica oficial que queda representada en la frase “ la labor del terapeuta es casi paralela a la del sacerdote”. La iglesia se considera poseedora de la verdad y garante de la moralidad. El director de Tefía  era un sacerdote y la mujer que llevó a Antonio con 17 años a la cárcel una religiosa. Con su estricta moral, condenaron a cientos de hombres que podrían haber llevado una vida digna y honrada a la prostitución y muchas veces a la delincuencia pues no hay que olvidar que terminaban sin trabajo por tener antecedentes penales y tenían que vivir fuera de su ciudad por lo que era difícil que pudieran ser ayudados por su familia. La dictadura tuvo como en muchos otros aspectos una doble moral, se hacía la vista gorda ante el dinero que traía el turismo y también es curioso como en algunos locales las redadas eran continuos, y otros, como el cine Carreta, no recibió ninguna  redada estando muy cerca de la Dirección General de Seguridad, temible para los gays de la época. “Su hipócrita obsesión los llevó a decidir quiénes iban al Cielo o al Infierno”[127].

El franquismo creó unos mecanismos de represión que pusieron en marcha para castigar a todo aquel que realiza actos homosexuales, más aún, a todo homosexual o peor, a todo el que pudiera parecerlo. No seguir los patrones establecidos por el régimen implicaba correr el riesgo de ser víctima de una cadena represiva. Tras ser detenidos los homosexuales debían de recorrer un largo camino que comenzaba en la comisaría, seguía la comparecencia ante el juez y acababa en las celdas de prisión. Policías, guardia civiles, jueces, psiquiatras, funcionarios de prisiones, bujarrones e incluso la sociedad que rodeadaba a los homosexuales participan en todo este proceso.

Es importante subrayar, que los medios de comunicación en el franquismo hicieron el “trabajo sucio” al régimen al deshumanizar a los homosexuales, ridiculizándoles para romper la cadena de solidaridad entre heterosexuales y homosexuales. Como dice Ugarte, “cumplieron el mismo papel de exposición al escarnio que tuvo la picota en las edades Media y Moderna en Europa. Al delincuente, o presunto tal, se le ataba al rollo de piedra, o se le colocaba en el cepo a la vista del público para que cualquiera pudiera insultarle, humillarle, golpearle, arrojarle desperdicios; un una palabra, expulsarle de la comunidad, fuera de la que ya no era merecedor de compasión”[128].

Por último, quiero indicar, que a partir de 1939, las alternativas para los homosexuales fueron la muerte, la prisión, la brutalidad de las palizas, el exilio o la soledad. Sufrieron represión médica, judicial o social sintiéndose totalmente desprotegidos. Se perdió el margen de tolerancia, o al menos de indiferencia, en que se había desenvuelto la vivencia de la homosexualidad durante el primer tercio del s. XX e incluso la dictadura se alargó en el caso de los homosexuales hasta 1979 y más aún en el caso de la legislación militar. La normalización de la identidad sexual no es solo la aspiración de este colectivo sino el de una sociedad madura pues ninguna sociedad democrática puede mantener ciudadanos de segunda.

10.  Anexos.

10.1.                   La homosexualidad y la cultura.

El mundo del arte, la cultura y el espectáculo dio un margen mayor de maniobra para la aceptación de lo heterogéneo y lo que se sale de la “norma de la mayoría”. Miguel Molina pudo llevar una vida más acorde con su heterodoxia sexual que la mayoría de sus contemporáneos. Luis Cernuda acepto su homosexualidad, no así sus amigos García Lorca o Vicente Aleixandre.

Una película española que en 1962 burló la censura, “Diferente”, de Luis María Delgado, protagonizado por Alfredo Alaria, retrata la soledad del homosexual a través del protagonista, un joven atormentado por el deseo, que se turba ante el cuerpo de un obrero que aparece descamisado y manejando un gran taladro, y que acaba abrazado a un árbol bajo la lluvia en medio del campo.

La realidad, como explica Andrés Peláez, director del Museo del Teatro era que el mundo del teatro ofrecía un escape a los gay por su gran permisibilidad. El estilo de vida permitía también escapar a los métodos habituales de control social. Otro ámbito en el que la vivencia de la homosexualidad era abierta y natural fue el de las artes plásticas. Dentro de este ambiente la homosexualidad se vivía con gran normalidad. El escultor valenciano Miguel Navarro ofrece una versión similar e la tolerancia en sensibles, grupos de amigos interesados en el arte y el cine de los años sesenta. Si se suma dictadura y atraso económico, el resultado en una sociedad intolerante, homófona. En el resto del mundo, la situación no era mucho mejor que en España, hasta que llegó la liberación en los años setenta.

8.1.1.   libros.

Margarita Fondellido: El torso del deseo y Los billares.
El castigo del rey Midas de Antonio Hoyos y Vinet.
Las locas de postín, El buscador de lujurias…, de Álvaro de Retana.

10.1.1.  Películas[129].

La película “Diferente”(1961), dirigida por Luis María Delgado, con Alfredo Alaria, Manuel Monroy y Sandra Le Broc de protagonistas.  La única cinta española que con un argumento homosexual, aunque soterrado, lograba pasar la censura. Un joven perteneciente a una familia adinerada rechaza los valores inculcados por sus padres que no aceptan  sus ropas ajustadas y su afición por el teatro y el baile, razón por la cual su hermano le califica de inútil y afeminado. En varias secuencias se introducen elementos homo-erotismo, especialmente una en la que el protagonista, admira los musculosos brazos de un obrero que maneja una perforadora neumática, aunque luego se desahoga sexualmente en los brazos de una mujer. Se reestrenó dos décadas después con el título ¿Por qué ser gay es diferente?


10.1.2.  La canción y la homosexualidad[130].

La canción española como género comienza su andadura en el siglo XX, y también sufrió durante estos años, como el resto de las manifestaciones artísticas, el peso implacable de  la censura y parece difícil que se puede encontrar manifestaciones musicales de este tema tan tabú. Pero cometemos un error, ya que si pensamos en la copla, lo primero que nos viene a la mente un hombre delgado, con blusa de lunares, sombrero de ala ancha y pañuelo atado al cuello; un icono que se aleja del estereotipo viril  y que tiene su representación más sobresaliente en Miguel de Molina que se aleja por completo de los intérpretes de imagen recia de la canción flamenca como Rafael Farina, Juanito Valderrama o Antonio Molina. 

De sobra es sabido que la vida artística no estaba bien mirada por la sociedad que pensaba que dedicarse a la escena era como practicar la prostitución. La presencia masculina sobre los escenarios de variedades era casi nula. La aparición en los escenarios del transformista italiano Leopoldo Frégolí[131] que supuso, un fuerte impulso en el salto a escena de los hombres.

Aunque Frégoli y sus seguidores gozaban del afecto y respeto del público, los que solo representaban un único personaje de mujer no lo fueron y pronto fueron tildados de homosexuales, lo fueran o no. La homosexualidad  que se confundió con travestismo, comenzó a ser asociada con la canción española, género que junto al cuplé, cultivaban muchos imitadores de estrellas que se travestían.

En este momento, si un hombre quería triunfar en el género de variedades tenía que ajustar su repertorio a algo que los hombres, público mayoritario de los espectáculos, quisieran escuchar con agrado sin sentirse ofendidos ni en su intelectualidad ni en su virilidad.

El cuplé deja al descubierto el tipo de relación que se establece entre el peluquero y su cliente, dando noticias de las primeras asociaciones icónicas entre determinados aspectos externos y la preferencia sexual, como llevar el pelo largo o ser peluquero, y no barbero.

Un pollito de esos que llevan/Las melenas hasta los pies/De este modo habló al peluquero/Con un poco de timidez:/“Quiero que me haga usted un peinado/Con raya al medio, en dos bandós,/Que sea así por el estilo/Del de la Cléo de Mérode”/[…]/No hay un batidor en la ciudad/Que peine con tanta suavidad […]/“A nadie jamás yo dejaré/Que ande en mi cabeza más que usted”/Y con gran amor él le dijo así/Lleno de rubor: “¡Ay sí!”[132]

 Al hombre no se le permitía perder su condición de macho recio realizando actividades tradicionalmente asociadas a las mujeres, como eran expresar sus sentimientos en público o dedicarse a las varietés.  Y mucho menos si esto conllevaba salir a escena maquillado y con trajes con pedrería, volantes, o simplemente vistosos colores.  Era impropio de un hombre llorar.

Con la llegada del franquismo la muerte de las variedades, el transformismo y todas aquellas “manifestaciones inmorales del arte” fue inmediata.  La mayor parte de los artistas decidió retirarse a tiempo, aunque alguno como Mirko siguió su andadura, aunque ya con pantalones.  Por eso, cuando la copla se apoderó de los escenarios también lo hizo una forma de expresión fundamentalmente femenina.

Los hombres que quisieron preservar su virilidad tuvieron que adaptar su repertorio a las necesidades del momento: ejemplo el Emigrante de Juanito Valderrama. Y los que no, hicieron suyo  el repertorio de las grandes artistas como Concha Piquer o Juanita Reina, con grandes problemas con la censura. En este grupo encontramos a Pedrito Rico, con sus dedos llenos de brillantes, a Miguel de Molina con sus camisas de mangas eternas, a Rafael Conde con sus vistosas bisuterías y blusas de lentejuelas, a Antonio Amaya[133], que fue el primero en posar desnudo para una revista gay o a Tomás de Antequera con su voz agudísimas y sus chaquetillas repletas de adornos.

El único género musical nuevo y de producción netamente española representable durante casi cuarenta años era exclusivamente de mujeres, o, en su defecto, de una  homosexualidad rechazada por la sociedad del momento. Tristes pasajes de censura, encarcelamiento, prohibición, exilio, incluso tortura tienen todos en sus vidas.

La canción española, tanto en la copla, como en el cuplé, estaba ligada a la homosexualidad, y no por sus textos, sino por la vida privada de sus intérpretes que, en muchos casos, parecía ser más importante que la calidad de sus espectáculos. Aunque se puede encontrar algunos textos ambivalentes:

Mi amigo (León, Solano):
/ ¿Por qué tienes ojeras esta tarde?/¿Dónde estabas, amor de madrugada,/Cuando busqué tu palidez cobarde/En la nieve sin sol de mi almohada?/[…]/¿Y por qué me causaste a mí esta pena/Si sabes, ay amor, que eres mi amigo?/
Novio (León, Solano):
Hace que hablamos de amor/Seis años, uno y el otro,/Tu boca miel de la mía,/Tus ojos luz de mis ojos./Novio, novio mío,/Siempre novio./Nadie comprende lo nuestro,/Es algo maravilloso./[…]/Saben lo que me preguntas/Y saben qué te respondo,/Saben que por más que sepan/Saben de los dos bien poco/Novio, no nos casaremos nunca
Y seremos siempre novios/.

Durante la década de los 60, la copla fue perdiendo adeptos, y algunas canciones de los cantantes de la época fue calando hondo entre la juventud homosexual carente de ídolos de su tiempo – Digan lo que digan o Qué sabe nadie de Rafael. Como ilustración de lo que decimos reproduzco un trozo de la canción “qué sabe nadie”:

“De mis secretos deseos, / de mi manera de ser / de mis ansias / y mis suenos / que sabe nadie / que sabe nadie. / De mi verdadera vida / de mi forma de pensar /de mis llantos y mis risas / que sabe nadie / que sabe nadie”.

En los años 70 los mensajes empiezan a ser más explícitos y los espectáculos con transformistas y travestis iban saliendo poco a poco de los locales subterráneos para abrirse muy lentamente a un público más amplio, dentro de lo que cabe, aunque como hemos vistos, también son los años de la nueva ley de peligrosidad y rehabilitación social.

En 1975, los componentes de Rumba Tres salían fotografiados en la portada de un single agarrando todos a uno de ellos desde atrás por el cinturón, algo imposible tan solo cinco o seis años antes.

Un artículo en el periódico La Vanguardia[134] decía a propósito del último disco de Los Diablos:

“LOS DIABLOS «Odeón»: «Acalorado» es el último «disparo» del binomio «Diablos-Vangarde», apuntando a la canción del verano. Está bien, como los productos anteriores de la misma colaboración, pero ahora ya resulta ridículo y pasado de moda el acento infantil, como de tontuelo niño mimado, con que se expresa el cantante. Quizás es que pretende hacerse el «gay» todavía. Pero pobre muchacho, si está tan acalorado como dice, que le compren un abanico”.

Otra canción destacable de este año es Amor libre, de Camilo Sesto, cuyo estribillo reproducimos:

Libérate y entrégate,/Libérate y olvídate,/Todo esto es amor.../Amor sin barreras,/Amor sin fronteras,/Amor de un amigo,/Amor libre.

En 1975 aparece también bajo el sello Acropol un sencillo de Paco España llamado Gay Club, y con una foto de él en portada vestido de pseudo-folklórica, en el que canta LaTomate y Mi vida privada, de José González y Luis Valls, cuyo estribillo dice así:

¿Pero por qué, por qué y por qué/Quieren saber de mi vida privada?/¿Pero por qué, /por qué y por qué/Si a nadie, a nadie, le importa nada?

Como se puede observar, el mensaje es más claro que en los casos anteriores, aunque la calidad poética es bastante inferior, ya que toda la pieza está escrita a base de repetir la misma palabra. Aunque en ese momento lo importante no era la poesía sino el mensaje.

 A pesar de estas críticas, los cantantes seguían queriendo innovar, y en 1977, Miguel Gallardo, en un single cuya portada es una espléndida foto del artista incitando a pensar en la desnudez, pide a quien escuche el disco que se desnude para él y le ayude a descubrir el amor permitiendo que “tu cuerpo se llene de mí” (sic). En el lado más radical tenemos el LP ¡Noche de travestis! bajo el sello Dial Discos, que recoge canciones de la noche del nuevo cabaret de los 70, como Josefina la criada, de Juan de la Prada, cuya segunda estrofa dice así:

Y cuando vienen los amigos de la casa/Todos me siguen por pasillos y rincones,/Y yo no sé lo que a ellos les pasa/Que todos quieren que les toque los tendones./Como soy servicial cien por cien/A todos ellos les digo que sí;/Unos me dicen que estoy como un tren/Y otros me dan un billete de mil/.

En 1978 tenemos un LP del sello Apolo Records del polifacético artista Pierrot, con el mismo nombre. El propio Pierrot dice en sus Memorias trans[135]:

“Antes de terminar el año grabaría mi primer L.P. El productor decidió bautizarlo como El reyde los travestís. No tenía el menor interés en ser travestí y menos ser monarca sin corona. El disco contiene las canciones: “Pierrot”, “Yo soy gay” (le cambié la letra a una canciónoriginal llamada “Adultera”), “Cosas de Pierrot”, “Homosexual” (con el mejor halago dibujado por Nazario), “Vaya guasa”, “Ay Sansón”, “Era mía” (un tango que aparecería, para mi sorpresa, en los recopilatorios “Ay que me vuelvo loca” y “Alucinetotal”), “El culataire” (la grabe en catalán y era una parida a cuenta de la versión original. Cambie las setas por culos), “Lola temblores” (una desfachatez inspirada en la vida de la inmortal Lola Flores, con la música de un éxito en los graznidos de Paco España, “La Tomate”) y “Juanito el verde” (canción clásica en el folklore petardo)”.

Reproduciré también dos fragmentos de dos canciones de Benito y J. e Prada que con baja calidad literaria y musical,  representaron una función social muy importante a pesar de su escasa distribución:

Yo no comprendo que me contemplen/Como si fuera algo anormal,/Ni que a mis padres horrorizados/Les cause un trauma casi fatal./No veo la causa/Ni encuentro nada excepcional,/Porque yo pienso que es muy normal/Ser un homo… homosexual.
Nadie se asusta ni se avergüenza/De que le guste el carnaval,/Comer patatas, jugar al tute/O ver boxeo, que es algo brutal./¿Por qué se extrañan de que me guste a mí un
chaval?/

El caso de Yo soy gay es más desenfadado y algo más procaz, con versos como:

Yo que tanto me ocultaba/Yo que tanto me amagaba/Cuando yo los encontraba/A la sombra de un rincón,/A escondidas yo lo hacía/Y con terror los besaba/Y luego me los tiraba/Sin ni si quiera un colchón./

En 1978 memorable fue también la actuación de Raffaella Carrá en el programa Aplauso[136] con su canción Lucas, que es la historia de un amor de cabellos de oro que se marcha sin dejar rastro, hasta que un día le ve desde su ventana abrazado a otro hombre. El texto dice así:

Él era un chico de cabellos de oro,/Yo le quería casi con locura,/Le fui tan fiel como a nadie he sido/Y jamás supe que le ha sucedido,/Porque una tarde desde mi ventana/Le vi abrazado a un desconocido;/No sé quien era, tal vez un viejo amigo…/Desde ese día nunca más le he vuelto a ver./

De todos estos ejemplos de la época de la liberación, cabe destacar sin duda el caso del éxito indiscutible de Rafael Conde, el Titi, Libérate, con una simpática mezcla entre drama y humor, compuesta por Raga y Huertas y cuyo estribillo dice así:

Libérate, libérate,/Ser sexual no es un delito,/No lo calles, lanza el grito: ¡Ah!/Libérate, libérate,/Si estás vivo y no estás muerto/A darle gusto a tu cuerpo./Lanza al aire tu pancarta/No la quieras ocultar,/Y que un mal rayo le parta/A quien nos quiera mirar.
Libérate, libérate,/No sigas más oprimido/Y busca tu felicidad/Porque aunque muchos te critiquen/El que lo prueba repite/Yo no sé por qué será/.

Otro éxito mencionable del mismo intérprete es Un amor especial, de M. Calvo. Es una canción absolutamente dramática, aunque, como siempre, su texto resulta algo ripioso. Aunque lo peor que tiene la pieza es la extraña conjunción de texto y música, que obliga a ejecutar frases cortas que fatigan al escucharlas. Dice así:

Qué le importa a la gente/Que todo lo ve mal/Si ninguno tuvieron/Un amor especial/Cuando todos me miran/Y a mi me escuchan reír/Nadie comprende la pena/Que llevo dentro de mí./Yo no puedo como ellos/Pregonar nuestro amor/Y aunque es mucho más bello/Lo acompaña el dolor./Nuestro amor es silencio/Es murmullo interior/Que ocultamos al mundo/En constante temor./Qué le importa a la gente/Porque todo lo ve mal/Si ninguno tuvieron/Un amor especial.

Aunque fuera del periodo estudiado, pues aparece en 1986 como canto reaccionario de protesta hacia los “detractores” de la famosa “movida madrileña”, no podemos dejar de nombrar la canción “A quién le importa” obra de Carlos Berlanga e I. Canut, y que cantó Alaska y Dinarama y que fue adoptada como himno del colectivo gay y lésbico.

10.2.                   Dónde encontrar información.

Archivo General de la Policía.
Archivo Supremo de Justicia Militar.
Biblioteca de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias.
Archivo General de la Administración Pública.
Archivo Congreso de los Diputados.
Centro Casal Lambda de Barcelona.
Archivo de la subdelegación del Gobierno.
Archivo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. (en este archivo se puede consultar los libros de sentencia correspondientes al periodo franquista. Para seleccionar las sentencias que catigan de forma indirecta los delitos por homosexualidad hay que revisar una por una las sentencias pues están organizadas por fechas y no por delitos.
Archivo  de Multijurisdiccional de Barcelona. Se puede encontrar el archivo del antiguo juzgado de Peligrosidad Social de Barcelona.
Archivo Nacional de Cataluña.
Colecciones Legislativas.
Hemerotecas.
Entrevistas Personales.
Archivo Nacional de Cataluña de Sant Cugat del Vallés

10.3.                   Algunas vivencias.

Juan Curbelo[137]

Nació en las Palmas en 1939. Trabajaba de cocinero en una pensión, y ligaba con hombres en las calles. Tras ser detenido en varias ocasiones durante su adolescencia, un día de 1955, con 16 años, es detenido en la vía pública. Se le envía a la cárcel de Barranco Seco y más tarde, a Tefía que durará 3 años:

“Fue un auténtico  infierno, por la mala alimentación, el trabajo hasta el agotamiento y el maltrato por parte de los funcionarios. Me raparon la cabeza y estuve tres años, el máximo posible, pasando los días a pico y pala: picando piedra caliza y haciendo zanjas.”

Solo fue visitado una vez por sus padres. Al salir de Tefía, no pudo residir en las Palmas y tuvo que hacerlo en Telde. Hizo el servicio militar en Sidi Ifni, vuelve a su ciudad, donde trabaja como cocinero. Viaja a Cataluña y trabaja en el sector de la Hotelería donde rehace su vida. Después de la muerte de Franco regresa a su tierra y comienza a participar de lleno en los carnavales.  Se transforma en Juanito El Pionero y llegará a ser muy conocido en el archipiélago. Pero ningún carnaval le quitó la pena  por lo que le hicieron:

“Mucha gente de mi edad ya se ha muerto. Yo sigo viviendo, pero aún hoy sigo llevando la procesión por dentro. Cada día de mi vida sigo sufriendo por lo que me hicieron”.

Antonio Ruiz Sanz[138]

En 1976 fue detenido. "Cuando tenía 17 años declaré a mi familia que era homosexual. Mi madre solicitó ayuda a una monja y la monja resultó que trabajaba para la Brigada Criminal. La ayuda que le ofreció a mi madre fue denunciarme a la Brigada Criminal".
Ruiz señala que fue detenido y trasladado a una central policial, donde resultó violado. Su odisea no terminó ahí.
"Aunque la ley decía que los menores de edad no podíamos estar junto a los mayores de 21 años, estuve recorriendo prisiones para mayores durantes tres meses, sufriendo vejaciones a manos de los agentes policiales y más violaciones".
Con la llegada de la democracia, Ruiz pensó que sus problemas habían terminado. Aunque en 1982 le negaron el pasaporte, tomó las cosas con filosofía, achacando la decisión a la corta edad del nuevo sistema político.
Sin embargo, en 1995 otro incidente le hizo tomar cartas en el asunto.
"Durante un control de policía en una calle me solicitaron el documento nacional de identidad. En ese momento no lo tenía conmigo. Di mis datos y el agente solicito más información a la central. Cuando salió del auto le dijo al compañero: 'Ten cuidado que éste es maricón'".
Al darse cuenta de que sus expedientes seguían circulando, Ruiz comenzó su lucha para borrarlos.
No fue hasta el año pasado que logró destruirlos. Ahora el siguiente paso es buscar indemnización económica.
"La cuestión económica no es la más importante. Lo que nos interesa mucho más es el resarcimiento moral a las personas que sufrieron persecución policial y del Estado".
En este sentido, Ruiz espera que se organice una comisión para estudiar hasta donde alcanzó la represión del franquismo a los homosexuales españoles.
Señala Ruiz que hay muchas personas más que fueron afectadas. "Lo que sucede es que, aunque España hoy en día es una democracia bastante avanzada, aún persisten prejuicios y el miedo al señalamiento".

El 4 de marzo de 1976, contando con 17 años de edad, Antonio Ruiz Saiz fue detenido, imputado y sometido a interrogatorio policial y ordenado su ingreso en prisión, única y exclusivamente por su condición de homosexual, incoándose el expediente por Peligrosidad Social 138/76 bajo el artículo 2º de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que en 1970 sustituyó a la Ley de Vagos y Maleantes de 1954, y que estuvo vigente hasta 1979, ya período constitucional. Procesado sin las mínimas garantías (sin presencia de Letrado, ni de un familiar adulto a pesar de tratarse de un menor de edad), permaneció ingresado en un centro penitenciario hasta el 5 de junio de 1976, por auto dictado por el Juez de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Pese a las graves irregularidades cometidas en su contra, incluida la medida de internamiento, pese a ser menor, en el centro de Badajoz, su situación no fue modificada hasta el 18 de junio de 1976, momento en que se decreta el archivo de las actuaciones. El 1 de octubre de 1998 Antonio Ruiz recurrió al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Valencia solicitando la destrucción del expediente, al constatar que al igual que numerosas personas perseguidas por su orientación sexual continuaba figurando en los archivos policiales y judiciales, lo que comprendía su expediente y ficha con los antecedentes. Tras numerosos trámites judiciales, el 26 de enero de 2000 el Consejo General del Poder Judicial permitió la destrucción íntegra del expediente de Peligrosidad Social. El 26 de septiembre de 2000 en la Sala destinada al efecto en Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana se constituyó la Comisión de Expurgo a fin de destruir el expediente núm. 138/76. Antonio Ruiz el 21 de noviembre de 2002, expuso al Ministerio de Justicia su reclamación por los daños ocasionados, incluyendo peticiones de orden general a favor de quienes padecieron represión por su condición de homosexuales durante el régimen franquista y que prosiguió incluso concluido éste. No obtuvo respuesta por parte de la administración. En la actualidad, Antonio Ruiz, en su condición de defensor de la causa de los presos sociales que fueron objeto de medidas de seguridad por razón de su orientación sexual, viene gestionando ante las autoridades españolas que todos los expedientes se conserven en los archivos históricos. La petición de conservación de los expedientes en los archivos históricos constituyó igualmente una acción planteada por Antonio Ruiz, con vistas a que se integre en la memoria colectiva, la persecución y abusos padecidos por numerosas personas en razón exclusivamente de su orientación sexual[139].

Armand de Fluviá[140].

Fue el primero en salir del armario, allá por 1978, en el programa de más audiencia entonces de la TV3, Vosté pregunta. «La reacción fue fantástica, casi no me dejaban salir a la calle, todo el mundo quería felicitarme». No era para menos. Por aquel entonces, aún seguía vigente una ley que decía que Armand, por el mero hecho de mantener relaciones homosexuales, era un «peligro social».
Y que alguien se reconociera como tal en voz alta...

Paradójicamente, esa Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social figura en su currículo de activista como uno de sus mayores logros. En 1970 el anteproyecto se presentó ante las cortes franquistas con la intención de condenar a los homosexuales por el simple hecho de serlo. Armand, escondido bajo el seudónimo de Roger de Gaimon (tras el que se refugió hasta su salida del armario) y Francesc F. (con el de Mir Bellgai) intentaron, desde la clandestinidad, luchar contra la barbaridad. «Era la gota que colmaba el vaso: enfermos, posibles delincuentes, tarados, viciosos y ahora peligrosos sociales».

Ayudados por la revista francesa Arcadie, hicieron llegar su protesta a los obispos procuradores en Cortes y consiguieron que el editorial de un periódico calificara la medida de «desorbitada».
Fruto de esta actividad clandestina, la ley suavizó su letra: sólo atacaría a los que «probadamente realicen más de un acto de homosexualidad». «La primera victoria del incipiente movimiento gay español», reza en los anales de la causa homosexual. Y Armand, su hacedor.

Genealogista y heraldista (es consejero heráldico de Cataluña, máxima autoridad en la materia), Armand de Fluviá nació en 1931 entre los algodones de la alta burguesía catalana. Estudió Derecho y abandonó una carrera diplomática que le hubiera permitido asentarse en cualquier otro país donde ondeara con libertad la bandera arcoíris para comenzar, pasito a pasito, a acarrear derechos al lado de lo homosexual. Y eso que había visto con sus propios ojos lo fácil que eran las cosas en otros lares: «Recuerdo un viaje a Holanda en 1959. Entré en la discoteca DOK, gente del mismo sexo bailando lentos en pareja. Aquello en España era impensable. Era lo que yo estaba buscando, pero nunca quise abandonar el país. Creía que la lucha había que hacerla aquí».

Animado por la tímida conquista en la redacción de la Ley de Peligrosidad, en 1970 decide fundar, junto con Francesc F., el Movimiento Español de Liberación Homosexual (MEHL), el primer grupo gay que surgía en España. «Estábamos divididos en seis grupos, 60 o 70 personas entre los que había dos o tres mujeres. Nos reuníamos en nuestras casas, cambiando de sitio para que no nos pillaran los serenos y los vigilantes», recuerda hoy Armand. «Barcelona era el foco de este movimiento y seguimos reuniéndonos periódicamente hasta el 73 o 74. Entonces la policía se enteró y el ministro de Exteriores López Rodó tomó medidas para que no nos llegara el boletín que nos enviaba la revista francesa Arcadie. Todo el mundo se iba poco a poco revolucionando: obreros, estudiantes, sacerdotes... y supongo que pensó que sólo faltaba que también los maricones se revolucionaran. Por eso tuvimos que dejarlo».

Sería por poco tiempo. No bien enterrado Franco, en 1975, el FAGC (Front d'Alliberament Gai de Catalunya) nacía con los rescoldos del MELH y sentaba las bases para todos los programas reivindicativos de los movimientos que luego fueron surgiendo. «Del 75 al 80 fueron los cinco años mejores de mi vida», dice Armand de Fluviá, «en las Ramblas había una movida increíble, la gente salía a calle, sacudiéndose la represión. Una maravilla. En el 80 se comenzó a poner freno a esa ebullición y todavía no se ha recuperado.
Es cierto que hay más jolgorio y más visibilidad, pero también más desmovilización. Me parece muy bien que la gente se divierta, pero que no olviden que todavía hay que luchar bastante y que formarse ideológicamente para enfrentarse con la ideología dominante».

El 28 de junio de 1977, hace 25 años, 5.000 personas asistían en Barcelona a la primera manifestación del orgullo gay. «Aquel año yo estaba en Nueva York», cuenta Armand, «y me manifesté con todos los grupos de allí, miles y miles de personas. Yo desfilé al lado de la agrupación de Puerto Rico y aquello me marcó bastante.Luego supe que la de Barcelona había sido duramente reprimida por la Policía con heridos y detenciones».

Durante los primeros años de democracia, más que derechos, lo que recogieron, con aureola de éxito, fue la supresión de leyes y normas que equiparaban la homosexualidad con la delincuencia.
Como que en 1979, la Ley de Peligrosidad Social cambiara su nombre por el de Ley de Escándalo Público y suprimiera el supuesto de homosexualidad. Todavía se recuerda que, tras la muerte de Franco se concede un amplio indulto que libera a los presos de la dictadura, pero del que no se benefician los homosexuales y hasta 1992 la Organización Mundial de la Salud no retiró la homosexualidad de su listado de enfermedades mentales.

Hoy la consigna de la lucha viene a ser la conquista de la igualdad y de la normalidad. Y eso, aseguran los colectivos gays, se logra, entre otras, cosas con la visibilidad. Pero Armand de Fluviá se muestra rotundo con quienes tratan de empujar del armario a quien no quiere salir. «Sólo justifico el outing cuando se trata de descubrir a un homosexual que contribuya a la represión de los colectivos gays y lésbicos».

Entre las aspiraciones más inmediatas figura el matrimonio, que Armand quiso contraer, hace años, y no pudo, y la adopción, de la que sí ha gozado. «En mi caso fue posible porque el niño que adopté era mi sobrino». Lo acogió bajo su tutela en 1976, recién nacido el bebé y la democracia. «Desde muy pequeño le hablé de mi homosexualidad y ahora está casado y muy feliz».

Armand de Fluviá última un libro, El moviment gai en la clandestinidat del franquisme 1975-1980, en el que narrará todas sus vivencias.

Miguel Frías (Miguel de Molina)[141].

Miguel Frías conocido artísticamente como Miguel de Molina fue un personaje extraordinariamente polifacético - excelente bailarín, cantante y un extraordinario diseñador de la  ropa que quería llevar en el escenario, amén de pintor, escritor, poeta… - cuya mala suerte fue nacer “distinto” en una época en la  que en España reinaba la pobreza, la ignorancia  y la intransigencia que le maltrató, como el mismo dice en sus memorias, por rojo y por marica.

Molina nació en Málaga el 10 de abril de 1908, hijo de una familia humilde y rodeado de mujeres: su abuela, su madre y sus cuatro tías. Su padre era epiléptico y se pasaba los días en la cama.

La madre, preocupada por la educación del niño, consigue que ingrese como interno en un colegio de curas, y allí, uno de los sacerdotes, cuando Miguel acude a una de sus llamadas, intenta besarle en la boca, y el niño tímido y retraído le golpea con un tintero en la frente. Es expulsado del colegio e ingresa en otro de monjas, donde tiene una estancia más normal.

En sus ratos libres se dedica a vender golosinas en la calle y con el dinero que gana acude a presenciar espectáculos de variedades que se celebran al aire libre, y a los 13 años, cuando cree que ya ha aprendido bastante en el colegio, decide marcharse del hogar familiar, llega a Algeciras y consigue trabajo en un burdel regentado por «Pepa la Limpia», llamada así por mantener el local como los chorros del oro y es contratado para ayudar en la limpieza del burdel, hacer la compra y cocinar.

«Pepa la Limpia» y su amante invitan a Miguel a viajar a Granada para presenciar un espectáculo organizado por Manuel de Falla y Federico García Lorca. Desde ese momento Miguel sentirá una gran admiración por Lorca, a quien conocerá personalmente más adelante.

Cansado de trabajar en el burdel de Pepa viaja a Tetuán y de allí a Granada donde organiza espectáculos para los turistas. El trabajo de Miguel es reclutar a turistas y llevarles a cualquier “trablao flamenco”. Su simpatía y su buen hacer no pasan desapercibido para un visitante de Sevilla, quien le convence de que viaje a la capital hispalense que está a punto de abrir las puertas a la exposición universal de 1929. En Sevilla tiene su primera experiencia sexual. Acababa de cumplir 20 años y un joven artista árabe, llamado Samido, que era la gran atracción en la capital, es quien se lo lleva a la cama por primera vez. Sabrá entonces Miguel de su condición de homosexual, que nunca esconderá ni reprimirá.

 Cuando se proclama la república Miguel decide a dedicarse profesionalmente al mundo del espectáculo. Se convierte a partir de ese momento en Miguel de Molina y populariza canciones como «El día que nací yo» y «Ojos verdes». Al mismo tiempo obtiene un gran éxito bailando el «Amor Brujo». Miguel de Molina es un artista de composturas muy finas pero no amaneradas. Rompe moldes utilizando chaquetillas muy ajustadas y floreadas que marcarán su personalidad. El estallido de la guerra civil le coge rodando su primera película en Barcelona.

Es reclutado por el bando republicano para un servicio militar, pero su condición de artista le permite ser elegido para actuar por los pueblos y ciudades ante las tropas republicanas.

Las tropas de Franco logran entrar en Valencia. En ese momento se le recomienda a Miguel de Molina que asista a recibir a las tropas franquistas en la capital valenciana si no quiere tener problemas, y Miguel asustado, asiste a la entrada junto a otros artistas que son colocados en una tribuna, siendo obligados a realizar el saludo fascista.

En la España ya franquista Miguel de Molina recibe la visita de un empresario, miembro del Movimiento, quien le obliga a firmar un contrato para actuar por toda España a cambio de 500 pesetas por actuación, cuando anteriormente llegó a cobrar 5.000. Si no acepta las condiciones, se le prohibirá trabajar y su pasado como artista en las tropas republicanas le pasará factura.

Cuando lleva un año junto a otra compañera actuando para este empresario, decide no renovar el contrato y así lo comunica a su interlocutor. Recibe esa noche una visita de tres individuos que le obligan a subir a un coche manifestándole que tienen orden de llevarle a la Jefatura Superior de Policía en el Paseo de la Castellana. Pero el vehículo seguirá hasta un descampado donde Miguel de Molina es brutalmente torturado: le arrancan el pelo a jirones, le rompen varios dientes y le desfiguran completamente la cara mientras le gritan «esto por rojo y maricón».

Su negativa a actuar para el empresario le ha costado muy cara. Recibe una notificación para ser confinado en Cáceres y de ahí pasará a Buñol, donde se le prohíbe trabajar. Levantado el confinamiento y de nuevo viviendo en Valencia, Miguel de Molina recibe una invitación para actuar en Zaragoza y tras está actuación le vuelven a prohibir que pueda trabajar.

Miguel de Molina, cansado de las prohibiciones para poder actuar, y con la urgente necesidad de ganar dinero, consigue de un amigo un pasaporte para viajar a Buenos Aires, quien además le acompaña para cruzar el charco y vivir en él. Es el año 1942 y el artista acaba de cumplir 34 años.

En la capital argentina triunfa allá donde actúa y adquiere una casa en propiedad que llenando con sus múltiples pertenencias adquiridas con el dinero que va ganado. Sin embargo un día recibe una orden de que debe abandonar el país, por orden de la embajada española, sin más explicaciones y pasará siete días en la cárcel antes de ser embarcado rumbo a España.

En su regreso  se ve obligado a malvivir y descubre que todas sus desgracias: la explotación en las actuaciones durante los primeros años del franquismo, la paliza, la prohibición de actuar, su expulsión de Buenos Aires, etc. se deben a un mismo personaje: un alto funcionario de Asuntos Exteriores del gobierno de Franco al que no conoce ni ha visto jamás.

Viaja entonces a México y vuelven los problemas. Miguel de Molina está teniendo un notable éxito allá donde actúa, pero los teatros son controlados por un sindicato que preside Jorge Negrete. Algunos enviados avisan a Molina que debe someterse a las leyes que marca Negrete, pero Miguel se niega. A partir de ahí se le intentan «reventar» algunos espectáculos; colocan petardos en sus actuaciones e incluso una de ellas es interrumpida con grandes gritos por el secretario de Negrete: ni más ni menos que Mario Moreno «Cantinflas».

A finales de 1992 a los 84 años el rey Juan Carlos I le otorgó, por medio de la embajada, la Orden de Isabel la Católica, el embajador, en nombre del rey dijo que «Miguel de Molina se lo merece. Ha sido el mejor en el renacer actual de la copla y sigue siendo el maestro indiscutido de todos. Sirva esta medalla de sentido reconocimiento y homenaje a su entrañable labor representando lo más noble y profundo de España».

Tres meses después la muerte le sorprendió en su casa de Buenos Aires. Estaba punto de cumplir 85 años Sus restos descansan en un panteón del cementerio porteño de la Chacarita, en Buenos Aires.

Jordi Petit.

Jordi Petit, un barcelonés de 50 años, es uno de los principales ideólogos del movimiento gay en nuestro país. Además, encarna a la perfección, ya desde la etapa franquista, la lucha por conseguir las libertades de los homosexuales al frente del Front d'Alliberament Gay. Petit, actual presidente de la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya[142].


10.4.                   Organigrama de los mecanismos de represión en el franquismo.



10.5.                   Algunos Documentos.



Redada en el bar Texas llevada a cabo el 25 de marzo de 1972[145]:

Asunto: Inspecciones en bares de mala nota, presentado en comisaría de Atarazanas a 48 personas.

En relación al servicio consignado en el parte de la sala del 091 de las 20:10 horas, se hace constar que el bar “TEXAS” sito en la calle Euras 6, para el que utiliza locales en plantas baja y de sótanos, propiedad de P.S.F. […] es un establecimiento de baja estofa, refugio de maleantes e invertidos, cuyo propietario explota al amparo de un solo permiso dichos establecimientos, en lo que se fomenta el vicio, motivo por el que ha sido reiteradamente denunciado por funcionarios de la Comisaría de Atarazanas, la que últimamente propuso clausura de los mismos sin que hasta esta fecha haya recaído resolución.

La inspección en dichos bares se efectuó en la tarde de hoy por los coches radiopatrulla Z-3 y Z-6, cuyas dotaciones procedieron a identificar a 48 personas que se hallaban en los mismos en forma y circunstancias harto sospechosas de vicio y desviaciones sexuales […].




 Carta del Excmo. Señor Gobernador Civil de la Provincia.

Excmo. Señor: Visto con agrado y admiración la campaña de moralidad que lleva vuestra excelencia en los bares y salas de espectáculos de esta ciudad, permítame ayudarle como ciudadano de Barcelona y exponerle un hecho bochornoso que tenemos que soportar muy a menudo los vecino de la calle Conde del Asalto. Seré breve pero conciso y tajante.

El cine “Barcelona” de la anterior calle Conde del Asalto es una guarida de ¿hombres…? que acuden al mismo a saciar sus apetitos homosexuales23, masturbándose mutuamente, abrazándose besándose y…etc. etc. Estos hechos ocurren en la localidad más alta del cine donde están completamente a oscuras y sin acomodador alguno, estando todos ellos o la mayoría, de pie, en un pasillo existente detrás de la última fila de butacas y las pared. La empresa del cine sabe esto y no pone remedio, dejándoles a su libre albedrío, para lucrarse del beneficio de la entrada de estos invertidos […].

Perdone V.E. me escude en el anonimato por temor a represalias […].

¡Por una España más moral y digna de los que luchamos al lado de Franco!

¡Arriba España!

Un ex-combatiente y vecino de la calle Conde del Asalto.


FICHA POLICIAL.





Ley de Vagos y Maleantes de 1933.










Reforma de la Ley de Vagos y Maleantes de 1954.



Ley de Peligrosidad social de 1970.















Escultura en homenaje en Tefía a los homosexuales que ingresaron en la cárcel por su condición social. (13/10/2006)


Placa homenaje en Huelva a los homosexuales  encarcelados en el franquismo.

10.6.                   El Cine Carretas.

El cine Carretas fue uno de los locales con mayor solera y renombre nacional. Tenía el sobrenombre de “La Catedral”: todo el que comenzaba a entender debía pasar por él para confirmarse. Y así sucedía, no había gay que visitara Madrid que no hiciera una escapada. Se situaba en la calle Carretas sobre el número 13 y muy cerca de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol.
La historia del solar se remonta a 1876 cuando treinta y cuatro comerciantes deciden exponer artículos de sus tiendas en un local amplio, curiosamente se llamaba Bazar X.  Sobre este solar en 1935, y por los arquitectos Fonseca y Sanz de Bergue se construyó el cine. Que no cerró sus puertas ni siquiera en tiempos de la Guerra Civil[146].
El cine era de sesión doble y precio asequible donde venía a ver la película gente del barrio y como dice la taquillera que lleva más de 50 años trabajando en el mismo señala que acudía “gente decente al cine, parejas formales, familias con niños…; entonces costaba 60 céntimos. También venía mucha gente de los pueblos que traía cestas con huevos y con chorizos para venderlos en la capital”[147]. Camilo José Cela lo sacó a relucir en algunos relatos de posguerra.
Sin embargo, su ubicación céntrica y su horario continuado lo configuraban como el idóneo cuarto oscuro del franquismo, escenario de muchos ratos de placer sin compromiso y donde pronto se le conoció como “La catedral del morbo homosexual”[148]:
“La atraviesan en su mayoría hombres de doble vida, terapeutas de cintura para abajo, aventureros sexuales que buscan a tientas, en lo oscuro de la sala, un alivio a sus sentimientos de ansiedad a través del amor urgente y del ligue rápido y anónimo”.
Durante toda la existencia del cine, y sobre el descansillo interior, sobre las paredes desconchadas, un cartel, ahora, casi ilegible por la acción del tiempo establece la prohibición “ por orden gubernamental, de formar corrillos y estacionarse en pasillos y lavabos, atendiendo a razones de seguridad e higiene”. Todos desobedecían[149].


En 1986 la entrada costaba 176 pesetas.
En 1993 fue, por el número de espectadores, la primera sala de España.
En 1994 se vende el cine que era propiedad de “Compañía Cinemas S.A. Fuente de la compañía aclaró que la venta no se debe a que sea deficitario “es que eso no puede seguir así”. “Ultimamente el engocio ha bajado algo, pero entre todos los que entran y salen y vuelven a entrar, hemos llegado a hacer unas 2000 entradas diarias”.


11.  Epílogos: La transición y la democracia.

Los homosexuales no se beneficiaron de una inmediata amnistía tras la muerte de Franco. La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social se siguió aplicando durante la Transición.

En 1978 se aplicó la ley de Peligrosidad y Rehabilitación social a tres personas oficialmente[150].

En esos años, los grandes perjudicados por esta ley fueron los transexuales.  Los movimientos por la defensa de los derechos de los homosexuales, como por ejemplo el FAGC (Front d’ Alliberament Gai de Catalunya), lucharon y se manifestaron para conseguir la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. A finales de 1978 se consiguie excluir a los homosexuales de dicha ley. Sin embargo los delitos del Código Penal, como el de escándalo público siguieron condenando indirectamente la homosexualidad hasta principio de los años 80.

El 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud decidió quitar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.

En 1995 se eliminó la referencia de la homosexualidad del Código Penal definitivamente.

El Congreso de los Diputados en la sesión plenaria número 55 celebrada el 15 de diciembre de 2004, acordó el siguiente pronunciamiento:

“Con motivo de la celebración el 10 de diciembre del Día Internacional de los Derechos Humanos, queremos hacer un reconocimiento a todas las personas que durante el régimen franquista padecieron persecución y cárcel por su orientación sexual y cuyo sufrimiento no ha sido aún reconocido. Los presos que permanecieron detenidos en los dos centros de reeducación de homosexuales y transexuales en Huelva y Badajoz, centros de infausta memoria, no se beneficiaron, como la mayoría de los presos políticos, de las amnistías que se dictaron al amparo de la recién conquistada democracia hasta 1979, mucho despúes de que se hubieran celebrado las  primeras elecciones democráticas y de que se hubiera aprobado la Constitución. Estas personas reciben hoy, con el reconocimiento de esta Cámara, una rehabilitación moral por todo el sufrimiento recibido. El Congreso de los Diputados, en el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos, quiere condenar todo tipo de discriminación, también aquella que recibieron decenas de hombres y mujeres en función de su opción sexual”[151].

En abril de 2005, durante su 61º período de sesiones, la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas adoptó “los Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones”.

El 13 de octubre de 2006, se inaugura la primera “Escultura Homenaje” a los homosexuales que ingresaron en la cárcel por su condición sexual. Fue en Tefía. La escultura era del artista Majorero Cubas[152].

En 2007 se aprueba la ley de Memoria Histórica[153] por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura.

En 2009 el gobierno aprobó un reconocimiento económico a las personas que sufrieron encarcelación por su orientación sexual. Las indemnizaciones vienen recogidas en la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 2009.  Muy pocas personas han solicitado estas ayudas, probablemente porque muchas son mayores, o ya han desaparecido y otras,  han rehecho su vida y no quieren recordar o que se sepa su pasado. En mayo de 2009, el Estado llevó a cabo la primera indemnización de 4000 euros a Antonio Ruiz,  un hombre que tuvo que permanecer en prisión 94 días por su orientación sexual en los años setenta.[154].

En la época franquista fue la cárcel física pero en el s.XXI aún perdura otro tipo de cárcel para los homosexuales, la de la exclusión social. Como señala Iñigo Lamarca: “Las ideas de odio hacia los homosexuales siguen vivas. Hay voceros de la caverna reaccionaria que alimentan ese odio y se les condena a la cárcel de la exclusión social”[155].

En una entrevista de Rajoy el 31 de octubre de 2010 asegura que “no se compromete a mantener la ley si gana las elecciones, aunque el Constitucional la avale”[156].

Hoy, hay todavía 70 países del mundo donde aún es delito, en algunos con pena de cárcel y/o muerte como Irán.


12.  Agradecimientos.

Hay tantas personas que me vienen en este momento a la memoria que me cuesta decidir a quién incluir para que este pequeño apartado no se convierta en un trabajo por si mismo.

Al profesor Soto, mi profesor de Historia de 1 de BUP que me hizo empezar a amar la historia. I.B “Conde de Orgaz” de Madrid.

A mi profesor D. Juan Luna, mi profesor de Historia de BUP y de Arte de COU porque me ayudó a descubrir que lo que más deseaba en la vida es ser historiador. Aún recuerdo como un día de examen sobre la Constitución Española de 1978 se convirtió en una clase escuchando la radio era el día 24 de Febrero de 1981 y nos estábamos jugando la naciente democracia (¡que paradoja!).

A mis abuelos Elena García y Franco Alonso y aquellas tardes de verano que pasé en su compañía. Las largas charlas sobre la Guerra Civil de mi abuelo, y las historias de su pueblo de mi abuela. ¡Qué poco se valora las cosas importante cuando están pasando y cuanto se añoran cuando son historia!.

A mi hermana Marile (7/12/1965-28/11/2010), a la que cada día echo más de menos y que seguro me estará esperando cantando “a quién le importa” y no dejando de bailar.

A cada una de las personas que me han permito intentar reconstruir la historia de una realidad terrible que han pasado por el único pecado de sentir diferente.

13.  Bibliografía.

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[1] Frase que reza impresa en una de las pareces del  primer museo gay de EEUU, una frase tomada de un panfleto del Proyecto de Historia Gay de San Francisco de 1979.







[2] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 32
[3] SOSA MACHÍN. M.A. Viaje al Centro de la infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006, pp. 69-70
[4]BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista” pp. 1-2 . http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf
[5] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003
[6] SABATER, A. Gamberros, Homosexuales, Vagos y Maleantes. Barcelona. HispanoEuropea. 1962.
[7] LOPEZ IBOR. J.J (Dir). El libro de la vida sexual. Barcelona. Danea. 1968
[8] PÉREZ ARGILÉS, V. Discurso sobre la homosexualidad. Sesión inaugural del curso académico, Publicaciones de la Real Academia de Medicina del distrito de Zaragoza. Zaragoza
[9] SORIANO GIL, M: Homosexualidad y represión: iniciación al estudio de la homofilia. Madrid. Editorial Zero. 1978.
[10] ALIAGA, J.V; G. CORTÉS, J.M: Identidad y Diferencia. Barcelona. Egales. 1997.
[11] LLAMAS, R, VILA, F: “Spain: Pasión for life. Una historia del movimiento de lesbianas y gays en el estado español” dentro de BUXÁN BRAN, Xosé M. Conciencia de un singular deseo. Barcelona. Laertes. 1997
[12] HERRERO BRASAS, J.A: La sociedad gay: una invisible minoría. Madrid. Foca. 2001.
[13] MIRA, Alberto: Para Entendernos. Barcelona. Ediciones de la Tempestad. 1999
[14] FUENTES, P:  Homo: toda la historia. Barcelona. Bauprés Ediciones. 1999
[15] FLUVIÁ , A. El moviment gai a la clandestinitat del franquisme (1970-1975). Barcelona. Laertes. 2003.
[16] PETIT, J. 25 Años más: una perspectiva sobre el pasado, presente y futuro del movimiento de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Barcelona. Icaria. 2003.
[17] ROIG, A: Todos los parques no son un paraiso. Barcelona. Egales. 2002
[18] FUENTES, P. “Franquismo y Homosexualidad”. GESTO. Número 1. Octubre de 2001, pp. 6-16
[19] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003.
[20] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004
[21] UGARTE PÉREZ, J (ED.). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008.
[22] COBOS WILKINS, J. El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007
[23] SOSA MACHÍN, M.A. Viaje al Centro de la Infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006
[24] Olmeda F. El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon. 2004 pág. 53
[25] UGARTE PÉREZ (ED): Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008. Pág 18
[26] BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista” pp. 1-2. http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf pág 5-6.
[27] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 225
[28] El Código de Justicia militar de 1945 refundió las antiguas Ordenanzas y en su artículo 352  estableció severas medidas disciplinarias contra la homosexualidad, castigando como un delito contra el honor la  comisión de actos que se dieron en llamar “deshonestos” con personas del mismo sexo, que atentaban contra el honor castrense, y que se castigaban pon penas de seis meses y un día hasta seis años de prisión militar y separación del servicio.
[29] Olmeda F. El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon. 2004 pág. 63-70
[30] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003 pp 41-60
[31] Libro de sentencias criminales de 1540 del archivo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
[32] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003 pp 115-142
[33] Sentencia criminal de 19 de julio de 1974. Archivo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, libro de sentencias de 1974, sección 5, tomo 2. Un resumen de esta sentencia está en el anexo correspondiente de este trabajo.
[34] BOE 17 de Julio de 1954 número 198 pág 4862
[35] En ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003. Pág 72-73, se cuenta el caso de Rafael Celestino al que le aplicaron la ley conocida como “La gandula” o “la gubernativa, antes de su reforma. En 1947 fue detenido.  En su ficha, y en letras mayúsculas subrayadas, la calificación de invertido.
[36] Gaceta de Madrid 5 de Agosto de 1933 número 217 pp. 874-877
[37] DOMINGO LOREN, V. Los homosexuales frente a la ley (los juristas opinan). Barcelona. Plaza Janés. 1977  pp 42-43
[38] Para conocer los avatares que sufrió el proyecto hasta convertirse en ley conviene leer: UGARTE PÉREZ, J (ED.). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008 pp 99-107
[39] BOE 6 de agosto de 1970 número 187 pp 12551-12557
[40] Para más información véase FLUVIA, A. El movimiento gai a la clandestinitat del franquisme (1970-1975). Barcelona. Laertes.  2003.
[41] Reglamento de los Servicios de Prisiones de 2 de febrero de 1956. Artículo 112 número 4.
[42] Orden del Ministerio de Educación y Ciencia de 1 de febrero de 1971
[43] TUSELL, J. Historia de España en el siglo XX (III. La Dictadura de Franco). Madrid. Santillana. 1998, pág. 80
[44] UGARTE PÉREZ, J (ED.). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008. Pág 91.
[45] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003 pp. 251-274
[46] Olmeda F. El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon. 2004 pág. 60
[47] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003
[48] Sería muy interesante estudiar la figura del sereno que sirvió al régimen para controlar la calle y en vecindario. Lo dejo para un trabajo posterior.
[49] OLMEDA F. El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon. 2004 pág. 60
[50] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pág. 88.
[51] Publicado  en la revista Por qué el 26 de mayo de 1965 y citado en OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 212-213.
[52] BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista” pp. 1-2 . http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf pág 5
[53] OLMEDA F. El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon. 2004 pág. 136
[54] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pág. 113-114
[55] Entrevista  realizada en marzo de 2011.
[56] Entrevista realizada en marzo de 2011.
[57] Para profundizar en el tema del homosexual en el mundo rural leer el capítulo 6 “Mariquitas y despenseros” de OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pág. 88 pp 113-130.
[58] Diario de Burgos digital 18 de agosto de 2010.
[59] Véase el testimonio de F. Oliver en OLMEDA, F. El látigo y la pluma pág 180 y ARNALTE, A. Redada de Violetas. Pág 128.
[60] Diario de Burgos digital 18 de agosto de 2010
[61] Fondo de la Policía Municipal de Barcelona del archivo de la Subdelegación del Gobierno de Barcelona. Caja correspondiente a la Jefatura Superior de Policía, año 1972. BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista” pp. 1-2 . http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf  pág. 7
[62] Anónimo obtenido del Fondo de la Policía Municipal de Barcelona del archivo de la Subdelegación del
Gobierno de Barcelona. Caja correspondiente a la Jefatura Superior de Policía, año 1967. BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista” pp. 1-2 . http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf  pág. 8
[63] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 109-112.
[64] Citado por Armando de Miguel en Sexo, mujer y natalidad en España y citado en OLMEDA F. El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon. 2004 pág. 169
[65] Reportaje titulado “El mal del siglo”, firmado por Manuel Espín en Pueblo el 26 de septiembre de 1975 y citado en OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pág. 208
[66] Ley de Vagos y Maleantes entre 1954 y 1970 y  Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social entre 1970  y 1978.
[67] Entrevista  en mayo de 2011 con J.M.S (Málaga 1954).
[68] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 173-174
[69] Recogidos por Armand de Fluvià de expedientes del Tribunal Supremo y citados en OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 173-174 OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pág. 174
[70] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 241-243
[71] el Reglamento de los Servicios de Prisiones de 2 de febrero de 1956, en su artículo 112, sobre las faltas muy graves cometidas por los presos, citaba la comisión de “actos contrarios a la moral y buenas costumbres”
[72] Libro de Registro de castigos dentro del fondo de documentación de la Prisión Modelo de Barcelona. Están depositados en el Archivo Nacional de Cataluña de Sant Cugat del Vallés.
[73] SOSA MACHÍN. M.A. Viaje al Centro de la infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006, pág. 82.
[74] En varios trabajos aparece el Campo de Concentración de Miranda de Ebro como destino de homosexuales en la península, ejemplo BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista”. http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf pero en  FERNÁNDEZ LOPEZ, J.A. Historia del campo de concentración de Miranda de Ebro: 1937-1947. Miranda de Ebro. 2003, indica que fue desmantelada en 1947 – por lo que habría que estudiar más a fondo este tema y lo dejo para un trabajo posterior.
[75] Para conocer  todo lo referente a Tefía conviene leer el libro SOSA MACHÍN. M.A. Viaje al Centro de la infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006 y varios artículos publicados sobre el tema del mismo autor.
[76] ABC 24 de agosto de 1966 pág. 40.
[77] SOSA MACHÍN. M.A. Viaje al Centro de la infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006, pág. 83.
[78] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 113.
[79] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 221
[80] El 30 de enero de 1954 se inaugura la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, En Fuerteventura.
[81] ARNALTE, A. Redada de Violetas. La represión de los homosexuales durante el franquismo. Madrid. La Esfera de los libros. 2003, pp 61-76
[82] SOSA MACHÍN. M.A. Viaje al Centro de la infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006, pág 83.
[83] www.eldia.es 18 de mayo de 2008.
[84] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 75-79.
[86] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003 pp 143-186
[87] Para conocer cómo era la cárcel de Huelva con más detalle ver OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 187-196 y ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003 pp 187-206
[88] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003 pp 187-206
[89] Para conocer cómo eran los pabellones de invertidos ver OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 196-206

[90] Fondo de la Policía Municipal de Barcelona del Archivo de la Subdelegación del Gobierno de Barcelona. Caja correspondiente a la Jefatura Superior de Policía, año 1972 en BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista” pp. 1-2 . http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf pág 7.
[91] BELTRÁN BALLESTER, E. “Los comportamientos sexuales en la LPRS”, en Peligrosidad social y medidas de seguridad. Valencia. Universidad de Valencia. 1974.
[92] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 173-174
[93] El País, Sociedad. 20 de diciembre de 2004
[94] El tema, lo hemos abordado de forma más profunda en el trabajo sobre  la figura de Josefina Samper, presentado en la asignatura “El régimen franquista y la oposición” de este Master.
[95] Sirvan como ejemplo “la Agrupación de Mujeres Antifascistas de Málaga”, “la Unión Femenina de Valencia”, “Comités de Mujeres Antifascistas” en ciudades como Madrid o Toledo, “La Unió de Donas de Cataluña”.
[96] Militante del PCE e importante activista que termino detenida.
[97] Como no era su esposa, tenía que hacerse pasar por su hermana, Consuelo Sahún.
[98] En el archivo del Centro Penitenciario de Zuera. Sección Zaragoza. Prisión Provincial de Zaragoza. Caja 129/130. Expediente de Alfonso Escanero Bailo. De él existen tres expedientes penitenciarios. En el primero de ellos, expone que ingresó en prisión el 11 de junio de 1942 y es puesto en libertad el 14 de julio del mismo año. Aparece en concepto de detenido y en uno de los documentos de dicho expediente se hace especial énfasis a su condición de “invertido”.
[99] ABAD BUIL, I: Las mujeres de los presos políticos en Aragón: La invisibilidad e una categoría heredada de la Guerra Civil Española y prolongada durante todo el franquismo pág. 33
[100] En este sentido, recuérdese las famosas “ollas” que Josefina Samper llevaba a la cárcel de Carabanchel para los presos políticos y la ayuda que prestaba a las familias y a los propios presos.
[101] PÉREZ ARGILÉS, V. Discurso sobre la homosexualidad. Sesión inaugural del curso académico, Publicaciones de la Real Academia de Medicina del distrito de Zaragoza. Zaragoza. 1959, pp 25-26
[102] PÉREZ ARGILÉS, V. Discurso sobre la homosexualidad. Sesión inaugural del curso académico, Publicaciones de la Real Academia de Medicina del distrito de Zaragoza. Zaragoza. 1959. Pág. 42.
[103] UGARTE PÉREZ, J. (ED). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Madrid-Barcelona. Egales Ediciones. 2008 pág. 71
[104] LOPEZ IBOR. J.J (Dir). El libro de la vida sexual. Barcelona. Danea. 1968. Pag 572
[105] LOPEZ IBOR. J.J (Dir). El libro de la vida sexual. Barcelona. Danea. 1968. Pag 568
[106] CHAMORRO GUNDIN.F. Resultados obtenidos con técnicas proyectivas en una muestra de 200 delincuentes homosexuales españoles. Departamento de Homosexuales de la Central de Observación. Madrid. 1970.
[107] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 237.
[108] Leáse con ironía.
[109] ARNALTE, A. Redada de Violetas. La represión de los homosexuales durante el franquismo. Madrid. La Esfera de los libros. 2003, pp. 81-102
[110] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 228
[111] Ver libro ARNALTE, A. Redada de Violetas. Obra citada.
[112] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 229.
[113] Reproducido en SUEIRO.D y DÍAZ NOSTY.B. Historia del Franquismo. Madrid. Sedmay. 1977 pp 210-211.
[114] UGARTE PÉREZ, J (ED.). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008 pp. 145-146
[115] Ejemplos se pueden ver en La Codorniz nº 1643, 16 de septiembre de 1973 y 1634
[116] Ejemplos se pueden ver en Hermano Lobo nº 24,  21 de octubre de 1972, nº25,41, 43,45,46,54,58,60,68,69,74
[117] Para profundizar sobre la forma que trata el tema de la homosexualidad los medios de comunicación ver : FLUVIÁ , A. El moviment gai a la clandestinitat del franquisme (1970-1975). Barcelona. Laertes. 2003 pp 15-17 y también ARNALTE, A: “Gays en la picota. Su representación en los medios de Comunicación” en UGARTE PÉREZ, J (ED.). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008 pp 139-170
[118] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003 pp 221-250
[119] ROIG, A: Todos los parques no son un paraiso. Barcelona. Egales. 2002
[120] Para saber más sobre Antonio Ruiz Saiz y el tema del camino a la normalización , ver BEZOYA V.M: “Represión y Lucha del movimiento homosexual durante la transición democrática” en el Congreso “La transición de la Dictadura Franquista a la Democracia. Barcelona 20, 21, 22 de octubre de 2005 y el anexo 10.3. Vivencias de este trabajo.
[121] ARNALTE, A. Redada de Violetas. Madrid. Esfera de los Libros. 2003. Pág. 71
[122] Para conocer más sobre el tema de la transexualidad leer  el capítulo 13: “Los transexuales existen” en OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp. 245-264.
[123] COBOS WILKINS, J: El mar invisible. Barcelona. Plaza Janés. 2007. Pág. 219
[124] SOSA MACHÍN, M.A. Viaje al Centro de la Infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006 pág. 65-68
[125] CASCO SOLÍS, J. “Autarquía y Nacional-Catolicismo”, en Un siglo de psiquiatría en España. Actas del I Congreso de la Sociedad de Historia y Filosofía de la Psiquiatría. Extra Editorial. Madrid pp. 197-226.
[126] UGARTE PÉREZ, J (ED.). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008 pág 135.
[127] SOSA MACHÍN. M.A. Viaje al Centro de la infamia. Las Palmas de G.C. Anroart Ediciones. 2006, pág. 80
[128] UGARTE PÉREZ, J (ED.). Una discriminación Universal. La homosexualidad bajo el franquismo y la transición. Barcelona-Madrid. Egales. 2008 pp 141-142

[129] Un libro muy interesante para conocer la evolución del cine gay español durante el franquismo es: LECHON, Manuel: La Sala Oscura.
[130] PEREZ, D: “La homosexualidad en la Canción Española”. Ogigia. Revista electrónica de estudios hispánicos, 6. 2009 pp 55 - 71
[131] Frégoli fue el primer transformista de la historia moderna, que llegó a interpretar hasta cien personajes en cada espectáculo, entre ellos había mujeres.  Tal fue la fama de este artística que incluso una enfermedad lleva su nombre: el síndrome de Frégoli. Trastorno que consiste en ver la misma cara en diferentes personas, o pensar que algún conocido tiene el rostro de un extraño,  que es lo que sucedía en los espectáculos del singular artista.
[132] El peluquero de señoras de J.J. Cadenas.
[133] Party, año II, número 79, semana del 16 al 22 de octubre de 1978.
[134] La Vanguardia 25 de mayo de 1974
[135] Este párrafo pertenece al quinto capítulo de sus memorias, que puede leerse en www.carlaantonelli.com/
pierrot_memorias_de_transexuales6.htm
[136] Emitido por TVE el 14 de junio de 1978
[137] OLMEDA, F: El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco. Madrid. Oberon.2004 pp 104-105

[138] Entrevista para BBC MUNDO.com 13 de diciembre de 2001.
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_1709000/1709100.stm. La historia de Antonio Ruiz también aparece en el libro de OLMERA: El látigo… ob citada. Pp 303-309 y en ARNALTE.A: Redada… obra citada pp 145-150, 153-154,165-168,171,174-177,182-184,277-278,284
[139] [139] Sección Española de Amnistía Internacional. “ España: poner fin al silencio y a la injusticia. La deuda pendiente con las víctimas de la Guerra Civil Española y del Régimen Franquista” pág 16
[140] El Mundo 23 de Junio de 2002
[141] Biografía publicada en 1998. Editorial Planeta. La España Plural. http://personal.telefonica.terra.es/web/amigosdeandalucia/023/2376.pdf

[143] BEDOYA, V.M: “Mecanismos represivos contra los homosexuales en la Barcelona Franquista” pp. 1-2 . http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s4b.pdf PÁG. 18

[144] Sentencia criminal de 19 de julio de 1974. Archivo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, libro de sentencias de 1974, sección 5, tomo 2.
[145] Datos obtenidos del Fondo de la Policía Municipal de Barcelona del archivo de la Subdelegación del Gobierno de Barcelona. Caja correspondiente a la Jefatura Superior de Policía, año 1972.
[146] El País 7 de enero de 1994.
[147] El País 7 de enero de 1994.
[148] El País  24 de septiembre 1986
[149] El País 7 de enero de 1994
[150] Sección Española de Amnistía Internacional. “ España: poner fin al silencio y a la injusticia. La deuda pendiente con las víctimas de la Guerra Civil Española y del Régimen Franquista” pág 16
[151] Cortes Generales. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Año 2004, VIII Legislatura, número 59, sesión plenaria número 55 celebrada el miércoles 15 de diciembre de 2004, pág. 2756.
[152] Foro de la Memoria 13 de octubre de 2006. http://www.foroporlamemoria.info/noticia.php?id_noticia=162
[153] Ley 52/2007 de 26 de diciembre. BOE 27 de diciembre de 2007. BOE número 310 pp. 53410 a 53416
[156] El País 31 de octubre de 1010.
http://www.elpais.com/articulo/espana/plan/Cameron/da/confianza/haria/algo/similar/Espana/elpepuesp/20101031elpepinac_1/Tes

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