JOSEFINA SAMPER: “Una vida tejiendo democracia”
Foto EFE Juanjo Martín
"Sólo son imprescindibles aquellos que luchan toda la vida”.
(Bertolt Brecht)
"¿Ha llegado la hora de hacer mi testamento? Dejo a las mujeres de España mi entusiasmo por la vida. Nada más. Es lo único que tengo”
(María Teresa León)
"Toda mi vida he estado en la lucha y seguiré hasta que me muera”.
(Josefina Samper)
"Siempre he repartido todo, hasta los sueños de una vida”
(Josefina Samper)
Manuel Según Alonso.
UNED 2011.
I. Introducción.
No se puede entender el legado de Marcelino Camacho sin desviar la mirada hacia su mujer, su compañera de toda la vida, Josefina Samper Rosas. En ella se cumple la frase de que “detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”. Aunque, en su caso, no estuvo detrás, sino a su lado[1]. Podríamos decir que formaron un equipo del que la pieza más conocida fue Marcelino, pero que ni Marcelino hubiera sido lo que fue para el movimiento sindical, la izquierda de este país y por supuesto la transición democrática sin la figura de Josefina; pero ésta, tampoco hubiera llegado a ser como veremos, esa figura fundamental y silenciosa, sin Marcelino. Tampoco se entendería la importancia de Josefina sin analizar el mundo carcelario del franquismo y su carácter punitivo que traspasaba las paredes físicas de la prisión y se cernía sobre las mujeres de los presos y sobre todo aquello que se quería separar de la ortodoxia franquista.
Pero, por qué hemos elegido a Josefina Samper como objeto de este estudio? la respuesta sería en palabras de Romeu[2] porque “decidimos y escribimos para que las experiencias de las mujeres no queden envueltas en silencio”. Josefina, como todas las mujeres de los presos quedaron encasilladas en un sector social que el franquismo trataba de erradicar, teniendo que enfrentarse a interrogatorios en comisaría, a torturas físicas o a la presión de vivir en la máxima discreción. Como expone Fernanda Romeu, el simple hecho de ser madres, mujeres o hijas de antifranquistas suponía ya un motivo de detención. Desde el momento en que el cabeza de familia era encarcelado, estas mujeres pasaban a desempeñar las responsabilidades de éste y asumían unos roles que, teniendo en cuenta la sumisión social a la que estaban sometidas por su condición de mujeres, creaban en ellas fuertes preocupaciones como era el tener que sacar adelante a la familia con grandes obstáculos laborales[3] y también por tergiversar los roles de género establecidos por el franquismo[4]. Para Carme Molinero: “los movimientos fascistas se autodefinían como movimientos masculinos, y la virilidad – tal como ellos la entendían, unida a la utilización de la fuerza y de la violencia – era una seña de identidad. A partir de su convicción de que los individuos son profundamente desiguales, su percepción de la mujer era la de un ser inferior, que carecía de dimensión social y política y que tenía vocación de ama de casa y madre. Su principio básico era que hombres y mujeres tenían funciones diferentes. En particular la política era un espacio reservado a los hombres, y las mujeres fueron excluidas sistemáticamente de cualquier cargo dirigente si se exceptúan las organizaciones femeninas”[5]. La mujer se relega a un segundo plano, cumpliendo con conformidad las obligaciones que le asignaban la esfera de lo privado, la domesticidad, la reproducción y el constante servicio a los demás[6]. Como dice Mary Nah: “Durante los años de la dictadura se silenciaron las voces de las mujeres; el régimen fomentó la amnesia histórica respecto a su pasado y a su capacidad para el cambio social”[7].
Tampoco puede pasarse por alto que la mujer del preso, generalmente, y no en el caso concreto de Josefina Samper comenzó su lucha con motivo de la detención de un familiar. De ahí que suela interpretarse que el máximo afectado por la represión franquista era el preso político y que la mujer en libertad adquiere la responsabilidad de apoyar al preso y de proyectar al exterior la lucha que éste no tiene posibilidad de desarrollar en el interior. Las mujeres, y junto a ellas la compleja red de solidaridad creada, desempeñaron una actividad que ha sido estudiada desde la perspectiva del preso político en sí y la vida llevada en el interior de las prisiones españolas[8]. Como dice Josefina, “nadie puede imaginar lo que sufrimos las mujeres en las puertas del las cárceles”, además, a causa de la clandestinidad, los maridos no les habían dicho que militaban en un partido prohibido, y se enteraban cuando les llevaban a la cárcel y muchas veces no sabían el motivo por el que su marido estaba allí[9].
Como señala José Babiano[10]: “Las mujeres de los presos antifranquistas han alcanzado visibilidad de una forma relativamente reciente y por una doble vía. Por un lado han aparecido en estudios históricos, en general llevados a cabo por mujeres, en los que su perfil es delimitado como una figura específica del anti franquismo. En segundo lugar y también en los últimos años, quizás al hijo de la revitalización del fenómeno de la llamada memoria histórica, han sido objeto de diversos homenajes. Para algunas de estas mujeres, no obstante, ambas cosas han llegado muy tarde, sencillamente porque ya han fallecido. […]. La militancia femenina ha sido considerada frecuentemente de orden secundario y de apoyo o, aunque parezca un contrasentido, como una no-militancia. […]. Para una organización o un movimiento como CCOO que se hallaba sometido a persecución política bajo el franquismo, sus presos políticos eran su parte más vulnerable.
Y para esta parte vulnerable de la organización las mujeres resultaron fundamentales. Las mujeres como Josefina, en efecto, hicieron posible el contacto de los presos con el exterior. O mejor dicho, en su aislamiento, ellas eran el contacto con el mundo. De menara inversa ellas se encargaron de que el mundo exterior supiera de los presos en un doble sentido. En primer lugar, en un ámbito restringido, haciendo de enlaces con la organización. En segundo lugar, tratando de dar a conocer públicamente la situación de los presos. Para ello promovieron escritos, protagonizaron encierros, se dirigieron a las autoridades o viajaron al extranjero reclamando la amnistía.
Esta actividad infatigable surgió a partir de una actividad paralela e incluso previa, como son las visitas a las prisiones. Y con las visitas, el habitual acarreo de comida a los presos para complementar la pobre dieta carcelaria –las famosas ollas que preparaba Josefina para los presos políticos de Carabanchel, como recordó el propio Marcelino en sus memorias-. De hecho, las puertas de las prisiones van a constituir el espacio natural de socialización de estas mujeres entre sí, a partir del cual van a coordinarse y a adquirir mayores cotas de compromiso que la atención y el cuidado individual al esposo, al hijo o al hermano. […]. Pero Josefina y las demás saben que sin ellas, el trayecto de CCOO hubiera sido más difícil”. Más aún, “Josefina es memoria viva de la clase trabajadora, como lo es de un sindicalismo de clase que ha incorporado desde su creación el compromiso por la igualdad entre mujeres y hombres. Lo ha sido y lo es desde su militancia comunista. Desde sus trabajos cotidianos garantizando las necesidades materiales y emocionales para el bienestar de su familia, de la resistencia antifranquista, del partido y del sindicato. Desde su movilización permanente, infatigable, formando parte del paisaje humano de fondo que da fuerza y sentido a las pancartas… Desde todas esas facetas del trabajo no siempre visibilizado. […]. Es la misma que ha cosido los pantalones que han burlado la vigilancia de las cárceles con mensajes y periódicos clandestinos. Es la misma para que pudieran tomar unos bocados los presos que salían, sus familiares, y toda persona perseguida por el régimen que se acercara a la casa. Y para los presos que no salían, Josefina llevaba la olla a la cárcel. La casa de Josefina y Marcelino en Carabanchel, que siempre ha estado abierta para acoger a camaradas para debates y reuniones, pero también para comer o dormir. […] Porque queremos reconocerle el pasado, pero también el presente y el futuro, porque necesitamos que esta tejedora de utopía y resistencia siga en pie, en nuestra primera línea, y siga demostrándonos con su vida que, en el camino de la defensa de la clase trabajadora, si alguien se cae, se levanta y sigue”.[11]
II. El mundo carcelario en el franquismo: La mujer del preso.
La dictadura que surge de la guerra civil tras el fallido golpe de Estado del 36 contra el gobierno de la II República trajo como consecuencia, entre otras, la represión carcelaria. Una represión que no sólo afectaría a los carentes de libertad por una implicación directa en la defensa del gobierno y las ideas republicanas, sino que salpicaría también a todo ese gran “universo penitenciario” que se creó en torno a las cárceles franquistas. Un universo donde las “mujeres de los presos políticos” desempeñarían un papel fundamental y cuya categoría nace del hecho de tener a un familiar directo, encarcelado por motivos políticos, pero que no se mantuvo al margen de la misma ya que quedó inmiscuida, al mismo tiempo, dentro de los mecanismos de represión puestos en práctica por la dictadura. Actuaron sobre ellas instituciones como el Tribunal de Responsabilidades Políticas o el Patronato Central de Nuestra Señora de la Merced para la Redención de Penas por el Trabajo, en un intento de desposeerlas totalmente de sus propiedades y de ejercer sobre ellas un absoluto control. Sólo a través de la deshumanización conseguida por la pérdida de los pocos bienes que pudieran tener, de su libertad y de sus pautas de comportamiento dentro de su comunidad, era posible imponer una verdadera conciencia de “perdedores”. Nada quedaba al margen al margen de las pautas punitivas de la dictadura ya que había una constante vigilancia de la Brigada Político-Social, por el riesgo de la denuncia y por una fuerte estigmatización social por el hecho de ser “mujeres de preso”. Se vieron sometidas a una doble represión fundada en su condición de republicanas y en su condición de mujeres[12]. La colaboración con el preso político del franquismo no solo implicaba un posicionamiento claro de las mujeres con respecto a las consecuencias de la represión sino que, al mismo tiempo, conllevaba un esfuerzo personal que, en muchas ocasiones, respondía a una clara supeditación por cuestión de género que desembocaría en una consecuente invisibilidad de las “mujeres de los presos” frente a la visible victimización atribuida a dichos presos políticos[13].
Muchas mujeres actuaron de forma individual, y no entraron en contacto con sindicatos, o partidos políticos de oposición, como la CNT[14], que desde el exilio contó con instrumentos de apoyo a los presos políticos en cárceles franquistas. En el caso de Josefina su militancia en el Partido Comunista de España, como se verá cuando tratemos su biografía, se produjo desde niña, ya en Orán (Tánger). Pero para todas, su actividad era fundamental pues “las cárceles llenas de antifranquistas eran una realidad que motivaba y requería en la mujer una actividad del tipo solidario-asistencial”. Para la mujer de preso las cosas cambiaron radicalmente, pues a través de ese papel o responsabilidad asistencial que se les asignó, empezó para ellas “una nueva forma de vivir, de actuar, de pensar: ser mujer de preso, además de símbolo y testimonio de la represión, se convertía en estos años en una función pública”[15].
La oposición política franquista utilizó varios frentes de lucha para despertar la conciencia de una clase que necesitaba recuperar derechos perdidos y reivindicar una mejora en su posición social[16]. Sería a raíz de las consecuencias surgidas en este contexto, y en un intento por parte del PCE por incorporar a la mujer en el nuevo campo de acción de la oposición, cuando nacería el Movimiento Democrático de Mujeres (MDM), en 1965 en Madrid. Este movimiento denunciaría la represión que sufrían numerosos presos políticos del franquismo y unas nuevas reivindicaciones de género, es decir, dirigidas a mejorar la posición de la mujer en la sociedad[17] y en la que Josefina participó activamente.
La mujer del preso adquirió una clara conciencia de clase y formaron un movimiento con intereses prácticos de género. Es decir, las mujeres, utilizaron los instrumentos que estaban en sus manos para realizar reivindicaciones que afectaban tanto al hombre como a la mujer, para reivindicar la mejoría de su clase social. La movilización protagonizada por las mujeres de preso se centró principalmente en la obtención de la libertad para sus maridos, compañeros, padres o familiares encarcelados porque ésta supondría una mejora de su propia situación como mujeres y como clase[18].
La actividad que las mujeres de los presos crearon se veía muchas veces representadas en pequeños comités que en diferentes ciudades españolas se pusieron de acuerdo en colaborar en la lucha antifranquista. Las mujeres que formaban estos comités eran, principalmente, militantes del Partido Comunista y las decisiones que tomaron con respecto a la ayuda al preso político consistían en decidir cuáles iban a ser las comidas que este mes se iban a llevar a prisión o los métodos que iban a utilizar para recaudar dinero. Trababan de ponerse de acuerdo en los alimentos elegidos para que todos los presos recibiesen lo mismo y, dentro de las limitaciones existentes, el partido trataba de reservar alguna ayuda económica con este fin. Aunque no a todas les llegaron las ayudas. Como expone Carmen Casas, “el partido daba apoyos muy relativos. Lo tenían mujeres muy concretas. Se hacían colectas para sufragar los gastos de las mujeres que iban a Madrid para entrevistarse con Arzobispos o al extranjero”[19]. Josefina nunca recibió ayuda del partido, como se verá más adelante, y solo acepto las colectas de los trabajadores de la empresa donde trabajó su marido que dedicó íntegramente en las ollas que llevaba a la cárcel.
Una organización en pro de la solidaridad estuvo protagonizada por el grupo denominado Asociación de mujeres Antifascistas (AMAS). Entre otras actividades animó a las primeras protestas populares, orientó a las mujeres en los mercados, explicó y difundió la situación de represión carcelaria que se producía en todo el país[20].
No hay que olvidar que además de presos políticos, hubo presas políticas que recibieron la misma solidaridad que los hombres, como testifica Josefina Samper: “Ellas, las presas políticas, recibieron la misma solidaridad que recibieron los presos. Las visitas con la familia, la ayuda que se les podía dar. Había mucha gente que no era familia pero venía”[21].
Desde principios de la década de 1950 y principalmente como consecuencia de los muchos obreros encarcelados, la solidaridad y el apoyo de los presos políticos no vino sólo desde sus mujeres, sino que transcendió los límites familiares para entrar en una amplia red de colaboración en la lucha por la amnistía. A estas circunstancias también se sumó el que el régimen franquista comenzara a difundir la idea de que en España ya no había presos políticos sino que ahora todos aquellos que estaban cumpliendo prisión eran delincuentes comunes. Esta propaganda tuvo como consecuencia el incremento de la campaña pro-amnistía: consideraban insultante que hacer política fuera una actividad delictiva. Así fue cómo las familias de los presos solicitaron una revisión de las condenas y, como en un principio la Dirección del Penal no las tuvo en cuenta, comenzaron a dirigirse a Colegios de Abogados, instituciones religiosas y medios de comunicación con el objetivo de que los expedientes fuesen reabiertos y analizados[22].
Un ejemplo de esta forma de reivindicación lo constituye el siguiente documento: “Las cárceles de nuestro país están abarrotadas de hombres y mujeres honrados, detenidos muchos de ellos desde el fin de la guerra por querer y luchar por una existencia mejor para todos. En este 8 de marzo, saludamos la actividad entusiasta de muchas mujeres de España en la recogida de firmas por la amnistía, en las múltiples gestiones que para este fin realizan, muy particularmente las familias de los encarcelados. Saludamos también la actividad valiente y serena de los últimos procesados: […], hombres que han sido condenados por el solo motivo de haber dirigido o participado en acciones reivindicativas y de carácter eminentemente pacífico. A los veinte años de poder absoluto, el franquismo recurre aun a los Tribunales militares, a las leyes de excepción, para reprimir las justas peticiones de nuestro pueblo. Pero de todos los ámbitos del país se levanta ya un clamor incontenible: ¡AMNISTÍA![23].
Estas peticiones de amnistía vinieron acompañadas de una serie de movilizaciones no sólo protagonizadas por las mujeres de los presos del franquismo, sino también motivadas por ellas mismas. Se manifestaron ante las embajadas extranjeras en España y se entrevistaron con diferentes obispos e instituciones políticas. Se reunían como grupo pro-presos para ayudar a los encarcelados y a sus familias, recogían firmas y presentaban peticiones ante el gobierno… Todas estas decisiones salían de encuentros clandestinos que los diferentes grupos celebraban. Se reunían asiduamente para hablar de sus respectivos maridos, hijos o hijas o cualquiera que fuese su familiar encarcelado, para contarse cómo habían pasado la semana y para organizar las próximas actividades a realizar[24].
En caso de recoger dinero en pro de la amnistía, convenía que fuesen grupos de unas tres mujeres las que lo llevasen porque, si iba una y la descubrían, se perdía todo el dinero; en cambio, si iba repartido entre tres, la parte que pudiera ser confiscada resultaba menor. Además, cada vez el peligro aumentaba porque, al recaudar dinero e ir a la prisión […], normalmente se quedaban alojadas en casas de otros colaboradores o militantes políticos y la policía solía conocer a quienes eran estas familias, así que las tenían constantemente controladas. En caso de ser detenidas, alegaban que no lo hacían contra el régimen sino a título personal, por defender lo suyo[25].
La comunicación en la cárcel se hacía a través de dos redes metálicas entre las que constantemente `pasaba un funcionario para controlar lo que se hablaba. Pero a pesar de este control a lo que se veían sometidos, utilizaban un lenguaje que no podía ser captado por los demás. Para que una mujer pudiera visitar a un preso debía ser familiar directo o esposa. Estas mujeres tenían una fuerte relación entre ellas, que comenzaría por la solidaridad entre los presos al que se añadiría generalmente una amistad sincera que nacería en las largas horas de espera que pasaban a la entrada de las cárceles. Estos constantes encuentros entre todas estas mujeres facilitarían la creación de unas sólidas redes de solidaridad dirigidas ya no solo a ayuda mutua en tiempos tan necesitados, sino, al mismo tiempo, a crear tímidos grupos de resistencia que, aunque sin una pretensión activista concreta, sirviesen como defensa a los ataques del poder y como constatación de la existencia de una clara conciencia de clase. Hay que recordar que muchas mujeres abandonaban sus lugares de origen, para estar cerca de sus maridos y poder visitarles a menudo. Surgen grupos de solidaridad y apoyo que con suma cautela se circunscribían a espacios muy concretos en torno al preso y su familia[26].
Las mujeres sacrificaban muchas cosas para visitar a los presos, como ya se ha dicho, abandonaban sus lugares de residencia y tenían que buscar trabajo en una ciudad extraña para mantenerse y poder pasarles “un paquete” para que la situación del preso fuera algo menos extrema y todo, como pasaba en la cárcel de Carabachel, para comunicarse durante diez minutos y “a grito pelado” ya que se veía a los presos a distancia y como eran mucha gente la que acudían no se entendían. Las visitas se producían los domingos y los días de fiestas. Josefina cuenta como hicieron una huelga de “mujeres de comunicar, porque teníamos una comunicaciones fatales,… había dos telas metálicas que separaba a los presos de los familiares…”.Decidieron que no iban a comunicar. Decidieron que iban a pedir que cambiaran las condiciones de comunicación o que no comunicaran más. “Los locutorios nos los tienen que cambiar”. Llegaron la primera vez, cuenta Josefina, dejaron la olla, y la ropa limpia para los presos y recogieron “los cacharros” y la ropa sucia y después sin acercarse y con las manos se despidieron de los presos y a gritos les dijeron “adiós hasta la próxima vez”. “Así estuvimos hasta que los quitaron”. “La verdad es que las comunicaciones no fueron mucho mejor” pues aunque se podían sentar, les separaba un plástico y era difícil hablar, pero como dice Josefina “cuantas limas he roto, mientras le hablaba, limaba la parte de debajo del plástico y por ahí le pasaba de todo”. Le hizo unos pantalones con unos bolsillos muy largo pero no le dijo nada a nadie, para evitar “que si dieran palos, solo se los dieran a ella”[27].
La cárcel de Carabanchel era de tránsito y por ello, había presos de todas las partes de España, por lo que las familias de los presos tenían dificultad para visitarlos por lo que las mujeres de presos que vivían en Madrid, establecieron una fuerte red de solidaridad, como ya se ha visto, y que recalca Josefina para que su estancia en prisión fuera lo menos penosa posible. Cuenta Josefina, como con ayuda de una vecina, Dolores llevaba la olla para los presos hasta la calle General Ricardos donde cogía un taxis, “porque sino no podía llegar” y como “todos los que vienen de fuera le recomienda a su familia” y muchos de los familiares no sabían que sus familiares presos estaban metidos “en esos asuntos” y ella tenía que hacer de psicólogo e indicarles que cuando hablaran con ellos, tuvieran cuidado, por muy enfadados que estuvieran, pues allí se grababa todo, y “todo pasaba por gobernación” con lo que al final tendrán más pena. Les indicaba como debían comportarse[28].
Josefina conseguía pasarles no solo comida, también el “Mundo Obrero” e incluso “la bandera republicana”[29]
III. La movilización de las mujeres de los presos en las Iglesias.
Las iglesias fueron utilizadas por las mujeres de los presos como forma de movilización, como testifica Josefina Samper: “Nos encerramos en las Iglesias… Pues mira, habían hecho una huelga de hambre y los habían castigado y nadie se enteraba de eso. Y nosotras teníamos contacto con toda la prensa extranjera que estaba en España. Algunos eran gente buena, otros no tan buena pero teníamos contacto con ellos. El contacto venía a través del partido. Y eso que les dábamos todo, todo, todo. Tolo lo que salía de la cárcel, qué pasaba, todo, todo se lo dábamos. Y nosotras empezamos a decirle que queríamos haber algo porque ya han hecho una huelga de hambre y los metieron en celdas de castigo, y en invierno (…). Entonces decidimos encerrarnos en una Iglesia. Pero avisamos a toda la prensa extranjera, les dijimos: vamos a hacer un encierro todas las mujeres de los presos en una iglesia para protestar por haberlos castigarlos. Lo hacíamos en una Iglesia porque ahí teníamos más protección porque los curas no dejaban entrar a la policía (…). Nosotras nos encerramos en una iglesia que hay en Serrano, justo enfrente de la Embajada Americana, la Iglesia de Serrano, no me acuerdo cómo se llama, es de los Jesuitas. Primero nos pusimos en contacto con curas nuestros, del Partido, con el padre Gamo. Le dijimos, mira vamos a hacer esto hemos pensado que tú nos tienes que ayudar. Búscanos en qué iglesia podemos meternos, que tengamos apoyo. Y él dijo: bueno, pues nada, yo me voy a estudiar eso bien a fondo y ya hablaré con vosotras. Lo único que faltaba saber era en qué iglesia se iba a realizar el encierro y en cuanto lo supiéramos se lo diríamos a los periodistas. Cuando hablamos con él y ya quedamos en el día exacto del encierro, él nos dijo: en la Iglesia de Serrano, justo enfrente de la Embajada Americana. ¡Pero si es el barrio más aristócrata, es el barrio de todos los ricos! Dice, pues por eso, son de Jesuitas. Nos hizo el plano y todo de dónde teníamos que ponernos. Porque la iglesia es muy grande, parece una catedral. Yo me parece que es la única en la que he entrado. En esa y en otra de Alcalá que también nos encerramos dentro. El nos dijo: Mira, vosotras os ponéis ahí porque a mano derecha hay una puerta que da a un patio, donde en ese patio tenéis ahí porque a mano derecha hay una puerta que da a un patio, donde en ese patio tenéis varios grifos y tenéis aseos, y tenéis de todo. Así que podéis salir por esa puerta y por ahí tenéis agua, podéis ir al aseo y lavaros. Nosotras lo teníamos todo muy bien estudiado. Y ya decidimos el día y ya teníamos todas las mujeres, fuimos la mayoría aunque todas no. Ese día se metieron hasta con los niños pequeños. Pero según como estaban venían las abuelas a por ellos porque no había condiciones para tenerlos a ellos ahí. Pasamos la noche en el banco. La mujer de Julián Ariza salió con una gripe, qué gripe, un enfriamiento tremendo. Qué mala estuvo. Pues ahí en el banco… Nosotras tampoco fuimos muy preparadas. Para el segundo encierro ya nos preparamos más, nos llevamos una mantita cada una de alrededor del abrigo, porque era invierno. Pero ahí pasamos frío de verdad. En total estuvimos ocho días[30].
IV. La solidaridad obrera con los presos.
La clase obrera, organizada en la fábrica o en los barrios, mostró también su ayuda a los presos políticos y a sus familias no sólo expresando su afán de alcanzar la amnistía total, sino también haciendo colectas de dinero destinadas a asegurar el sustento a la familia del compañero encarcelado. Así lo hicieron, por ejemplo, los trabajadores de la Empresa Pegaso, agradeciendo posteriormente esta colaboración económica a través del boletín La Mujer y la Lucha: “COMPAÑEROS, vivamos y sintamos los problemas de los que nos rodean. Cada vez que nos interesamos y luchamos por esos problemas, estamos solucionando los nuestros, los de la clase trabajadora (…). Finalmente queremos agradecer vuestra colaboración económica. Todo el dinero recogido ha sido destinado para nuestros compañeros que debido a su lucha por la clase obrera han sido represaliados o detenidos”[31].
Las redes de solidaridad quedaron más consolidadas cuando en 1965 algunos ex presos políticos de Burgos, al ser liberados, decidieron organizarse para fortalecer las relaciones existentes entre los penados y sus colaboradores en el exterior. También establecieron como objetivo la solidaridad moral y material con los presos políticos y sus familias. De esta primera iniciativa nacieron otras en algunos puntos de España. Como recuerdas algunos miembros de la Asociación de Expresos y Represaliados Antifranquistas: “Nuestra Asociación, en condiciones arriesgadas durante el franquismo, mantuvo permanente relación con organizaciones solidarias del extranjero, como el Socorro Popular Francés, las Brigadas Internacionales, la Federación Internacional de Resistentes (de la que somos miembros) y con el CISE (Centro de Información y Solidaridad con España), para coordinar e impulsar tareas de solidaridad, como la ayuda a las cárceles, denuncias contra la represión y la tortura, compañas por la amnistía, así como la organización cada año de las vacaciones de los hijos de los presos a diversos países europeos[32].
Sin embargo, en esta época la ayuda al preso va a estar principalmente dirigida por el Movimiento Democrático de Mujeres, organización creada en 1965 por un grupo de mujeres comunistas de Madrid y en la que participó activamente Josefina Samper. Aunque nació con la intención de ser un movimiento autónomo de mujeres, con programas reivindicativos e instrumentos de lucha propios, no alcanzó plenamente esa autonomía deseada, pues el origen de sus fundadoras provocó que su conexión al Partido Comunista de España fuese ineludible y constante. Como cuenta Josefina Samper, una de las organizadoras del MDM: “en el trabajo y todo eso teníamos un fuerte contacto con el partido para dar parte de todo el trabajo que hacíamos, era lógico, era normal. Y los consejos que te dieran ellos. Pero nosotros en todo este movimiento y todo hemos actuado libremente, pero siempre hemos tenido un consejero, […] para ver cómo estábamos haciendo el trabajo, para saber por dónde podíamos ir y hasta dónde podíamos llegar. Porque también teníamos que tener cuidado de no meternos en la boca del lobo”[33].
Uno de los principales objetivos del MDM era canalizar el apoyo legal a los presos políticos. Tenían contactos con numerosos abogados, en su mayoría laboralistas, que habían centrado su trabajo en la obtención de la amnistía. Orientaban a todas aquellas mujeres que sin una experiencia política previa se veían en la tesitura de tener a algún familiar directo encarcelado por motivos políticos y laborales: “Recuerdo que cuando iba a comunicar alguno me llamaba y me decía: Ayuda a mi mujer. […]. Unas que se incorporaban muy bien, otras que ya eran militantes y otras que no eran así. Y para nosotras, las que éramos militantes, tuvimos un trabajo muy grande en la puerta de la cárcel con ellas, de llevarlas a los abogados, hacíamos visitas a ver a gente que siempre nos ayudaba…”[34].
Se organizó también dentro del MDM una comisión de mujeres que tenía como función más elemental la de conseguir ayudas económicas para los presos y dinero para lo que ellas llamaron la olla. Es decir, la comida que en cada una de las visitas iban a llevar a los presos. Recurriendo de nuevo al testimonio de Josefina Samper: “Todos los meses nos reuníamos para ponernos de acuerdo en la comida que íbamos a llevar. Por lo menos para coincidir que lleváramos todos más o menos lo mismo. Con eso hacíamos creer que la comida era el único motivo por el que nos reuníamos porque, claro estábamos muy vigiladas”[35].
La MDM tiene como objetivos principales: la lucha contra la represión, la reivindicación de la amnistía y la solidaridad. Pero poco a poco, y como consecuencia de las necesidades que en la realidad cotidiana encontraron todas estas mujeres, el MDM comenzó a añadir a sus reivindicaciones de amnistía otras de carácter más doméstico: jardines de infancia, abaratamiento del coste de la vida, servicios sociales…
La esfera pública de la actividad política y la esfera privada de la actividad doméstica se mezclan constantemente en la movilización de estas mujeres hacia la obtención de una liberalización de clase (la amnistía de los presos políticos) y una de género (una vez que las mujeres se conciencian de su situación supeditada en la sociedad y en la familia). Hay que añadir que esta combinación de intereses y objetivos se irían inclinando, conforme avanzaba la década de los años setenta, hacia unos problemas considerados como femeninos. A partir de esta época, cuestiones de género van a tener más peso en el MDM que las de clase, lo cual no implica que estas últimas dejasen de tener interés para la organización. Por esta razón, el MDM desarrollará una actividad más centrada en los considerados intereses estratégicos de género donde, como he dicho al principio, las corrientes feministas juegan un relevante papel y donde sus reivindicaciones tienen como principal objetivo la mejoría exclusiva de la mujer. La MDM desarrolló desde el principio una intensa conciencia de clase. Luchó por la igualdad de derechos de la mujer y denunció las múltiples injusticias que con ellas se produjeron, pero manifestó, ante todo, su apoyo y solidaridad a la clase obrera. Esta conciencia de clase dejaba traslucir con claridad la impronta que el partido comunista tuvo sobre este movimiento[36].
V. Bibliografía de una vida de compromiso: JOSEFINA SAMPER ROSAS.
Josefina Samper Rosas, nace el 8 de mayo de 1927 en Fondón, en las Alpujarras de Almería. Hija de Sebastián Samper y de Piedad Rosas. Su padre fue huérfano de padre muy niño, y su madre le tuvo que dejar con una abuela, que le puso a trabajar con ocho años en una mina. Trabajaba en una mina de plata y ante lo peligroso de su trabajo y la crisis del sector, emigra a Argelia, en 1931, cuando se cierra la mina, para trabajar en una cantera abierta.
Un año después, cuando ha conseguido ahorrar el pasaje, Sebastián llama a toda la familia – su mujer, Josefina y dos mellizos, Juan e Isabel. En ese puerto, Josefina declara que fue la primera vez que vio llorar a su padre “En el puerto de Orán es la primera vez que vi a mi padre llorar, porque cuando les decía a sus niños pequeños: ‘ven con papá’, no querían. Para ellos ‘papa’ era una fotografía pequeñita - la primera que tuvo que hacer para el pasaporte - a la que besábamos por las noches. Le dolió muchísimo y se juró que eso no nos pasaría nunca más. Que si teníamos que irnos a otro lugar algún día, iríamos todos juntos”.
En Orán, Argelia, conoció la miseria, y las desigualdades, solo se podía contratar el 10% de extranjero y por eso no siempre es fácil trabajar y muchos inmigrantes se naturalizan franceses para conseguir empleo y Josefina y su familia pasan a ser “un 10%”. Tampoco pudo ir casi a la escuela, primero porque no tuvo plaza al ser un 10% y luego porque se tuvo que poner a trabajar. “Siempre fui un 10%” declara Josefina[38]. Esto hizo que tuviera un carácter rebelde, y en algunas ocasiones su madre le decía “ a quien sale esta niña, que rebelde es”. Ella no se considera rebelde, todo lo contrario, sino que ante la miseria no había más remedio que “luchar para que las cosas cambiasen.
En el verano de 1936, Josefina, con 9 años, y su familia dejan la casa en la que viven, para volver a España. Al llegar al puerto se enteran de que ha comenzado la Guerra Civil y Francia ha cortado las comunicaciones por barco. Tuvieron que regresar y continuar su vida en Argelia, sin comunicación con la familia.
Argelia es ocupada por Alemania e Italia y reciben bombardeos habituales de ingleses. En 1939 llega un barco, Stanbrook, lleno de refugiados españoles, al que no dejan atracar. Como a los adultos no se les deja acercar, “los niños pedíamos comida en las tiendas, alquilábamos una barquilla y nos acercábamos”. “Ellos nos echaban unos cordeles, unos capachos, lo que fuera, nosotros se lo llenábamos con lo que habíamos recogido, y se lo subían”. Pero sobre todo, recuerda Josefina los papeles en los que escriben: “Me llamo Fernández” o “Me llamo López”. Y que supone la salvación de alguna persona: “Como en Argelia había mucha gente española, cuando encontrábamos un Fernández, un Hernández o un López, lo que hacíamos era mandarles a la comisaría para que dijeran que eran familia y les dejaran desembarcar”[39].
Pero un día el barco aparece en un hangar, se llevan a los hombres al desierto a picar piedras, con trabajos forzados, para la construcción del ferrocarril y le separan de mujeres y niños. Algunos logran escapar pero han de vivir escondidos, como pueden. Un grupo de niños –donde, por supuesto, está Josefina- se encarga de avisar cuando ven acercarse las camionetas de detención. Tienen un método infalible: aporrean sin parar tambores de lata. Y presencian momentos no aptos para la infancia: “Una de las veces vi que le pegaron un tiro a un hombre. La policía nos echó y nos fuimos para nuestras casas, llorando. Mi madre me decía que un día sería a mí a quien me dieran o algún crío de los que iban conmigo”.
Tuvo muchos problemas para ir a la escuela, “porque el primer año el 10% estaba ocupado y el segundo también”. Se apaña, chapurreando como puede francés. Cuando consigue plaza es el momento de ponerse a trabajar: “La necesidad era más que el aprender. Mi padre unas veces tenía trabajo y otras no; a mi madre la llamaban para lavar ropa; y yo me quedaba cuidando a mis niños, a los dos mellizos”. Tiene 13 años, pero falsifica su libro de familia y se añade 1: “Hasta los 14 años no te dejaban trabajar”. Trabaja en una fábrica de mermelada. “Vivíamos de la nada, y el trabajo era difícil, sobre todo para los extranjeros”.
“Militó en la Juventud Socialista Unificada (JSU) y al cumplir los 14 años y de la mano de Roberto Carrillo, hermano de Santiago, empiezo a militar en el Partido Comunista”[40]. En este ambiente de emigración política, de refugiados españoles se dedica los domingos a postular, a recoger dinero, en un cestito tras la venta de pequeños ramos de flores hechos a mano: “Otras veces vendíamos España Popular que era como se llamaba entonces Mundo Obrero. Nos íbamos a pueblos, una vez me fui en bicicleta y luego estuve una semana sin poder andar, porque me senté en los hierros y no sé cuántos kilómetros anduve. Mi padre me hizo una tabla para que me pudiera sentar”.
Aprende a coser con la modista Blanca Carrillo, pues quería ser autosuficiente, y saber de todo.
Dejó su trabajo en la fábrica de mermelada y aprende a hacer alpargatas y con ello va saliendo adelante.
V.2. ¿Cómo se forja su compromiso?
“Josefina Samper, como otras muchas mujeres de su generación - de la generación del exilio político y económico, de la represión franquista, de las carencias económicas, de la falta de libertades, de la necesaria solidaridad – es un paradigma de lucha.
Desde su niñez Josefina sufrió la injusticia económica que fuerza a la emigración.[…].
Pero, qué hace que una niña, alejada de su país, con dificultades idiomáticas, sin haber casi pasado por la escuela, ocupada del cuidado de sus hermanos y madre, de lo doméstico, de lo familiar… se convierta en una luchadora infatigable, siempre preocupada por el bienestar de los demás, defensora de la libertad, enfrentada a las autoridades: su enorme sentido de solidaridad y su conciencia de clase. Ella misma lo aclara ‘Siempre he pensado más en los demás que en mí… Estaba dispuesta a todo’ […].
Su compromiso militante, de izquierdas, se inicia en 1939, cuando Josefina tiene tan solo 12 años de edad. En marzo de ese año, el buque Stanbrook, en el que viajan numerosas familias refugiadas españolas intenta, sin éxito, atracar en Orán. Josefina, que a esa edad ya había demostrado que estaba dispuesta a rebelarse ante las injusticias y a defender sus ideas (ya se había negado a hacer la comunión), vive en primera persona la situación de necesidad que sufrían las personas retenidas en la embarcación y colabora muy activamente para ayudar a apaciguarlas: ‘Mi madre decía: ésta hija mía, donde ve una necesidad, allí está ella’. […].
Su afán por ayudar, su compromiso solidario, su enorme actividad y entereza, la llevan pronto a militar en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), que ya contaba en Orán con varios locales y numerosos miembros. En la JSU; Josefina aprende a organizar la actividad política, acude a charlas y reuniones, y también, aprende corte y confección de la mano de Blanca Carrillo.
Pero Josefina continúa buscando su espacio de militancia, es inquieta y la JSU no la completa. Con sólo 14 años, comienza su militancia en el Partido Comunista, militancia que a día de hoy aún mantiene. Es en el partido donde Josefina desarrolla su mayor participación e implicación política y donde, además, conocerá a Marcelino Camacho, su compañero. […]
Su trabajo en el partido, al igual que el de otras muchas mujeres de la época, se circunscribía a las responsabilidades que se han denominado ‘segundo orden’, sin asumir posiciones de liderazgo en la organización, pero de un gran valor político: recaudaban fondos mediante la venta de periódicos (España Popular), hacían postulaciones, vendían flores, que ellas mismas recogían, repartían propaganda, atendían a compañeros militantes hospitalizados, etc. Pero no todo era trabajo duro, de hecho también encuentras espacios para la diversión […].
Josefina no ha dejado nunca de luchar. Ha peleado siempre por los que estaban a su alrededor.[…]”[41].
Era una emigrante económica y desde niña quería cambiar las cosas. Declara que la primera canción que aprendió fue la Internacional, que le enseñó su padre aunque él, no la sabía entera. Desde niña luchó contra la injusticia. Recuerda como los niños tocaban un tambor y gritaba en francés “la perrera” para que los refugiados españoles se escondieran y que así la policía no les llevará a los campos de concentración[42].
Toda su familia se naturalizó francesa, menos ella, que siempre se sintió española y quiso volver a España, en broma dice “por eso me casé con Marcelino”[43]
V.3. ¿Cómo se organizaron los exiliados republicanos en Orán?
“[…] En Orán […]. Tras la llegada de los exiliados republicanos, éstos también se organizaron siguiendo los diferentes corrientes políticas de origen – socialistas, anarquistas, comunistas… - y abrieron sus propios locales. No eran solo sedes políticas, sino también espacios de socialización. En estos círculos entró a formar parte Josefina, adquiriendo un compromiso político desde la adolescencia, al enrolarse en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y desplegando junto a sus camaradas múltiples actividades de orden político, social y cultural. Fue su militancia, precisamente, lo que le permitió conocer a Marcelino[44].
El local del barrio donde vivía Josefina en Orán se llamaba “La Basílica del Cuco”, aunque todos lo conocían como “La ruina” porque allí había habido un vertedero[45].
V.4. ¿Quién es Marcelino Camacho?[46]
“Marcelino Camacho Abad nació en la estación de Osma-La Rasa, Soria, donde su padre era guardagujas, el 21 de enero de 1918. Su madre fallece cuando él tenia 9 años. Sindicalista y político español. Fue fundador y primer secretario general de Comisiones Obreras (CC.OO.) y diputado comunista por Madrid entre 1977 y 1981.
En febrero de 1935, a los 17 años, se afilió al Partido Comunista de España (PCE) y posteriormente a la Unión General de Trabajadores, a la que también perteneció su padre.
Tras el levantamiento militar, junto a otros ferroviarios cortó las vías del tren para impedir el avance fascista. Cruzó andando la sierra madrileña para unirse al bando republicano en el que luchó durante la Guerra Civil Española (1936-39).
En los últimos días de la Guerra fue encarcelado por la Junta de Casado (Gobierno que pactó la entrega de Madrid a Franco). Se escapó, estuvo unos meses en la clandestinidad y fue denunciado por alguien que le reconoció. Fue juzgado por ir voluntario a defender la República condenado a 12 años y un día por “auxilio a la rebelión”.
De los campos de concentración en Reus (Tarragona) es trasladado a diferentes campos de trabajos forzados. Enferma gravemente. Se recupera y de nuevo le envían al campo de trabajo, esta vez en Salamanca. Le operan de hernia inguinal y coge fiebres de malta. A su batallón de penados los llevan a Tánger aún sin recuperarse.
En 1944 se fuga del campo y al pasar la frontera del entonces Marruecos francés es detenido por la policía francesa y conducido a Orán.
Se casa en 1948 con Josefina Samper y regresan a España ocho años después, el 18 de julio de 1957, con dos hijos, Yenia y Marcel. Marcelino regresa a su país, para desempeñar su profesión de obrero metalúrgico como fresador en Perkins Hispania.
Se presenta a jurado de empresa en el sindicato vertical. Elegido representante de los trabajadores de su empresa, trata de aprovechar cualquier posibilidad para organizar la lucha contra el régimen y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. En 1964 organiza la Comisión Obrera del Metal de Madrid, con el nombre de Comisión Provincial de Enlaces y Jurados. Es la primera Comisión Obrera de carácter permanente, el origen de lo que hoy conocemos como Confederación Sindical de CCOO., nacida como sindicato de clase de inspiración comunista infiltrado en los sindicatos verticales del régimen franquista[47].
Entre 1965 y 1967 es detenido más de una docena de veces por la Brigada Político Social, -policía encargada de la represión política-. Detenido en junio de 1966 al entregar las reivindicaciones en el Ministerio de Trabajo en una carta con treinta mil firmas. Nuevamente le detienen en enero de 1967 y el 1 de marzo de 1967 fue detenido junto a otros compañeros dirigentes del CCOO y del PCE y el Tribunal de Orden Público lo encarcela “mientras dure el actual estado latente de anormalidad laboral”. Condenados por al TOP a veinte años. El proceso judicial contra él y sus compañeros sindicalistas (Proceso 1.001) fue un símbolo mundial de la lucha por las libertades.
Durante su estancia en prisión falleció su padre, una de sus tres hermanas, se casaron sus hijos y nacieron sus nietos. Cuando compraron un piso, Josefina, práctica, decidió que lo mejor era hacerlo en Carabanchel, cerca de la cárcel donde Marcelino pasó tantos años, y a la que Josefina frecuentaba todo lo que la permitían. Este piso de Carabanchel, sesenta metros cuadrados, cuarto piso sin ascensor fue su vivienda casi toda su vida hasta que forzado por los achaques de la edad le trasladaron hace algo más de un año a un inmueble en Majadahonda.
La amnistía tras la muerte del dictador supone la libertad para Camacho y otros muchos. Llevaba nueve años encarcelado en Carabanchel. Repite al salir su lema de siempre: “¡Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar!”
En 1976 las Comisiones Obreras se constituyen en confederación sindical y Marcelino Camacho es elegido secretario general. En ese momento ya era miembro del Comité Central del Partido Comunista de España (PCE). Fue elegido diputado por Madrid en las elecciones constituyentes de 1977 y reelegido en las elecciones de 1979.
Dimitió en 1981 como diputado por desacuerdo con las normas laborales que aprobó el Parlamento con el apoyo del PCE. Dirigió CCOO hasta 1987, siendo reelegido en los cuatro primeros congresos del sindicato. En este periodo Comisiones Obreras se convirtió en la primera central sindical española y convocó en solitario la primera huelga general al gobierno de Felipe González en 1985. Además, tuvo una destacada presencia en las movilizaciones contra la OTAN de 1986 y en las estudiantiles del curso 86/87. En 1987 es sustituido en el cargo de secretario general por Antonio Gutiérrez. pasó a ocupar el cargo honorífico de Presidente. En 1990 Marcelino Camacho publicó sus memorias, “Confieso que he luchado”, prologadas por Manuel Vázquez Montalbán.
Desde 1991 mantuvo enfrentamientos con la dirección encabezada por Gutiérrez (favorable al pacto social o a la disolución del PCE en Izquierda Unida), lo que culminó con su dimisión como Presidente en 1995 al estar en desacuerdo por el alejamiento de la dirección de CCOO del PCE y su continuo giro a la derecha.
Militante de la Agrupación de Carabanchel (Madrid) hasta el año 2005 fue miembro del Comité Federal del PCE, pasando a ser, desde entonces, miembro de honor del máximo órgano de dirección del Partido Comunista de España. Hasta su muerte continuó siendo militante del PCE y miembro de su Comité Federal, así como afiliado de IU. Su carnet de miembro de CCOO era el n.º 001. La lucha sindical y política de Marcelino Camacho se ha caracterizado por su constancia y coherencia. Figura clave del sindicalismo contra el régimen franquista y en la transición democrática.
Personalidades y organismos han pugnado por adherirse a diversos homenajes durante los últimos años de su vida. La lista es reveladora. Ha recibido la Medalla al Mérito Constitucional de manos del Rey Juan Carlos I. Medalla al Mérito Civil, al trabajo, la Orden de Lázaro Peña, la del Consejo de estado de Cuba, Premio León Felipe. Fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia en 2001, y por la Universidad de Cádiz en 2008 El 28 de noviembre de 2007 en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid le fue rendido un homenaje por parte del mundo político y sindical con el título de “Marcelino: historia de un compromiso”, con la presencia del presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, junto a miembros del PP, PSOE, IU y PCE, de los sindicatos UGT y USO, de la patronal CEOE y del mundo de la cultura. los secretarios generales de CCOO, José María Fidalgo, y de UGT, Cándido Méndez, y el anterior presidente de CEOE, José María Cuevas. José Antonio Labordeta y Luis Pastor, Pilar Bardem y Nuria Espert, y el escritor José Saramago le envió un mensaje, que leyó Sánchez Gijón. Él, una vez más al finalizar el acto, cantó La Internacional y sus breves palabras fueron para recordar su lema: “¡Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar!”.
Falleció el 29 de octubre de 2010 en Madrid. Tenía 92 años. Más de quince pasados en prisiones y campos de trabajo de la dictadura”.
V.6. ¿Cómo Josefina Samper conoció a Marcelino?.
Un día, recibe un aviso para que vaya al local que el partido comunista tenía en su barrio – Josefina milita en el PCE desde que tenía 14 años - para que ayudara a organizar un pequeño aperitivo para unos compañeros que se habían escapado del campo de concentración. Era el año 1944. Estos hombres habían Llegaron andando desde Marruecos, entre ellos estaba Marcelino Camacho, que sería el compañero toda la vida de Josefina. En esos días Marcelino no tiene ni siquiera un lugar donde dormir, cuando cae la noche llama a las puertas y pregunta si tienen un hueco para él.
Josefina recuerda que “Le conocí con un mono y una P de penado en la espalda”[48]. Josefina desde los 14 años estaba en contactos con otros emigrantes, los políticos, para ayudar en lo que pudiera. “Conocí a Marcelino porque nos avisaron de que llegaban unos que se habían escapado del campo de concentración”. Una misma forma de pensar les llevó a coincidir en las reuniones de las Juventudes Socialistas Unificadas. “Y ahí empezó el trato, la relación, el cariño, el amor […], lo normal entre dos personas que coinciden en mucho. Por un lado la cosa sentimental, del corazón, y por otro, una misma apreciación de la situación que vivíamos”. En varias ocasiones Josefina reconoce que solo se hubiera casado con un comunista, alguien que pensara como ella[49].
Un día, Josefina que recibe una carta que le hace llegar una compañera del taller de costura a través de su hermano, compañero fresador de Marcelino. “Decía que quería hablar conmigo y me citó. Fui, dimos una vuelta a la manzana y me preguntó si tenía novio. Le dije que no. Y él, que si nos casábamos”. Los padres, encantados, porque Marcelino era muy formal y muy serio. Con el dinero que la madre guardaba “la hucha” para cuando se casaran pago una habitación con cocina, donde se fue a vivir Marcelino, allí, nació su hijo Marcel[50].“La boda, lo primero, porque en aquel entonces no se estiraba lo de vivir juntos. Igual ahora lo hubiéramos hecho, pero entonces…con mis papás andaluces, había que salir de casa casada y casi controlando si el primer hijo nacía cuando tenía que nacer”. Un año tardaron en tener los papeles de la boda[51].
V.7. La vida con Marcelino Camacho en Orán
Se casa por lo civil, Orán, el 22 de diciembre de 1948 con Marcelino Camacho y la celebración se hace en la casa de los padres de Josefina, con los más allegados y oficiada por un concejal socialista. La única foto que existe del enlace fue la que se hicieron para enviarla a los padres de Marcelino y para Vicenta Camacho, hermana de Marcelino, presa en la cárcel de Segovia por su militancia en el PCE – estuvo presa entre 1943 a 1952.-. Josefina se casó de calle, con un traje chaqueta. En la foto aparece con velo y flores, pero las puso el fotógrafo judío que la realizo. “Para que parezcas una novia”, le dijo[52].
En octubre de 1949, nace su hija Yenia y tres años después Marcel. Marcelino siempre quiso estar presente en los partos y como él dijo “Siempre quise estar presente en los partos de Josefina por ayudar en lo que fuera posible- en aquella época y con escasos medios era necesario- y también por participar de un momento tan importante como es el inicio de una vida. Vivir esos momentos, de esfuerzo, sufrimiento y alegría, le hacen a uno alcanzar una dimensión más humana”[53]. Sus hijos siempre estuvieron a sus lado, Josefina, quizá no quiso repetir lo que le pasó a su padre, “que sus hijos no les reconocieron.
En 1954, el gobierno francés acusa a Camacho de ser miembro del Comité Central del Partido. Le detienen y pretenden expulsarlo del país. El gobierno quería expulsar a todos los comunistas. A la salida de la prisión de Barberousse, Josefina, espera: “Llegamos el día del juicio y le absolvieron”.
Como “emigrante económica” tiene que renovar cada tres meses su carta de identidad, pero ella se niega hasta que salen indultadas todas las personas que continúan recluidas en los campos de concentración.
V.8. La Vuelta a España.
La familia Camacho comienzan una nueva emigración, esta vez, de retorno a España. El 18 de julio de 1957, vuelven a España. Al bajar en Alicante del barco Siri Bel Abbes no dejaban bajar a Marcelino, por lo que Josefina vuelve a subir al barco y al cortarle el paso un soldado, está le indicó: “Si no me deja pasar, me tiro por las escaleras con mis dos hijos, porque yo no me voy a quedar aquí si a mi marido le devuelven”. Al final, le dejaron pasar, pero tuvo que pagar una multa de 500 pesetas porque Marcelino se había ido, hacía años, sin documentación a un país extranjero. A esperarles estaba el padre de Marcelino y una hermana[54].
“Como ha ocurrido también tantas veces con los retornados en el siglo XX español, no se dirigieron a sus pequeñas localidades de origen en Almería o Soria sino a Madrid. Las redes migratorias vuelven a jugar de nuevo un papel importante, pues esta vez los Camacho recalan en el barrio madrileño de Lavapiés. “Llegamos a las 12 de la mañana a Madrid, y a las 4 de la tarde ya estábamos en el Retiro y una reunión con los camaradas”[55]. En Madrid se alojarán en casa de un familiar de Marcelino hasta encontrar una vivienda propia en Carabanchel en la que se establecen definitivamente. Las situaciones en materia de alojamiento derivadas de la disponibilidad de pequeños domicilios para albergar a un número alto de personas o las dificultades para acceder a una vivienda propia que conocieron Josefina y su familia al llegar a Madrid, son asimismo testimonio de una experiencia más general que forma parte de la historia reciente de la clase trabajadora en España”.[56]
Marcelino encuentra trabajo en Madrid, en una fábrica metalúrgica: “En Perkins Hispania”. Josefina, afirma que “encuentra trabajo muy rápidamente porque estaba muy preparado”[57].
En Carabanchel, formó parte de la Asociación de Amas de Casa, que presidía Ascensión Sedeño y es el germen del Movimiento Democrático de Mujeres, en el que también participa. En esta asociación la llamaban “la francesa”, no le gustaba mucho ir a las reuniones, “porque siempre hablaban de lo mismo y eran muy monárquicas – y de Franco, también había”. Gracias a la mediación del “cura rojo”, el padre Llanos de gran compromiso político y social, una monja les facilitó un espacio donde reunirse dentro de un colegio: “cuando ustedes quieran, que tengan necesidad de cambiar impresiones y todo eso, ya saben adónde venir”, les dijo.
En los años de represión, fue varias veces interrogada y siempre simuló no saber nada, aunque lo sabía todo. Siempre repetía lo mismo: “Vivo como la esposa de un obrero. Mi marido se va a trabajar a Perkins y de allí para casa. Se va al trabajo y yo le preparo su bocadillo, cuando regresa, comemos pasamos la tarde, cenamos y se va a dormir”.
A partir de 1966, la policía les vigila especialmente y se mantienen permanentemente apostada en la calle. Josefina conoce perfectamente el barrio y contaba con “confidentes” entre los vecinos. Josefina se especializó en entrar y salir de la casa, del barrio, burlándose de la persecución policial, caminando en calles con direcciones prohibida para los automóviles…
En 1967 Marcelino ingresa en prisión, donde permanece 5 años: “Me llamó su abogada María Luisa Suárez y me dijo ‘ya está en la cárcel’. Y dije: vale, pues ya está”. La propia Josefina se define “he sido una mujer, compañera y camarada, consciente de lo que había desde el día que me casé con él. Si me hubiera pasado a mí lo que le pasó a Marcelino, él habría hecho lo mismo que hice yo. Nunca he estado ‘ni delante ni detrás’; no he sido más valiente ni menos valiente. La misma lucha y las mismas ideas son las que nos unen”[58]. La vida familiar cambia radicalmente. Sus hijos, aunque siguen estudiando tienen que buscar empleo. Se niegan a aceptar ayuda del Partido Comunista; eso sí, reciben mensualmente una colecta de los obreros de Perkins y la empresa cotiza a la Seguridad Social , lo que les permite tener atención médica. Comienzan las ideas y venidas de Josefina a las cárceles, su apoyo incondicional a los presos y también a sus mujeres.
Carabanchel era una cárcel de tránsito, en espera de juicio. Hay presos de todos los lugares y a las familias les resulta complicado pagar el billete de tren, traer comida… Las ollas de comida se hacen populares: “Tenía seguro lo que recogían los obreros de Perkins para que en la cárcel no faltara su olla de comida. A ellos no les ha faltado nunca, porque nosotros nos arreglábamos con lo que podíamos”. Cuenta como consiguieron que en lugar de separaciones metálicas que imposibilitaba las comunicaciones, lograron que les pusieran como separador un plástico con agujeros de separación. “Mientras hablábamos limaba por debajo del plástico y conseguía pasarle muchas cosas a Marcelino, que iba guardándose en unos pantalones con bolsillos gigantes que yo misma cosí”.
Son años de reivindicar la existencia de presos políticos, de luchar por la amnistía, de visitas a personalidades para explicarles la situación. Cuando sale la condena, a Marcelino le llevan hasta la cárcel de Soria. Las visitas se hacen más difíciles. Hay que recordar que Carabanchel, como se ha dicho, era una cárcel de tránsito y cuando salía la condena los presos se enviaban a otras cárceles.
· Tampoco fue fácil para Josefina Samper, el día que sacaron a su hijo del colegio y lo llevaron a Carabanchel[59]. Marcelino al menos consiguió que a Marcel le metieran en la misma celda que él.
5.9. ¿Cuánto tiempo estuvo Marcelino en la cárcel?
Entre 1965 y 1967 pasa más de una docena de veces por los despachos de la Brigada Político Social, policía encargada de a represión política. Le detienen en junio de 1966 al entregar las reivindicaciones en el Ministerio de Trabajo en una carta con treinta mil firmas. Así, de nuevo le detienen en enero de 1967. El 1 de marzo de 1967 fue detenido junto a otros compañeros dirigentes del CCOO y del PCE y el Tribunal de Orden Público lo encarcela “mientras dure el actual estado latente de anormalidad laboral”. Fueron condenados a veinte años y encarcelados durante nueve años por la dictadura. El proceso judicial contra él y sus compañeros sindicalistas (Proceso 1.001) fue un símbolo mundial de la lucha por las libertades; recuperó la libertad por el indulto concedido a la muerte de Franco[60].
V.10 ¿Cómo vivió Josefina los tiempos de la cárcel de Marcelino?
Durante los años de cárcel apenas se veían 20 minutos dos veces a la semana (consiguieron una tercera visita, los domingos, para que los niños tuvieran oportunidad de estar con su padre pues ambos trabajaban y estudiaban entre semana), “tan poco tiempo debía aprovecharse para otras cosas… para intercambiar mensajes de y para los compañeros que estaban fuera”. Marcelino ha señalado en varias ocasiones que “nunca hubo un reproche, una queja por parte de la compañera”.
Josefina hacía de todo. “He subido a su casa cuando estaba guisando para los presos. Cuando íbamos a ver a los presos a la cárcel, Josefina siempre se encontraba con alguien que quería contactar con Marcelino. Claro, aquello estaba todo vigilado por los policías. Desde un locutorio todo lo que se decía se grababa”, no había ninguna privacidad ni se respetaban los derechos humanos. Si se quería decir algo importante, en vez de hablar “lo escribíamos en un papelito y se lo pasábamos disimuladamente mientras charlábamos de cosas cotidianas. Así, los funcionarios no se daban cuenta de que lo estábamos expidiendo mensajes a los presos. Cuando había gente que quería hablar con Marcelino, que eran muchos, Josefina tenía que ceder su sitio e ir a otra ventanita para que ellos pudieran hablar con su marido. Josefina era para todos…[61].
Pero Josefina hacia algo más que guisar para los presos, visitar a los presos, auxiliar a otros familiares de presos. Josefina era una activista y participaba en todo movimiento a favor de la amnistía, erradicación de la pobreza, contra la droga y los camellos en Carabanchel, contra la carestía de la vida, en pro de la democracia como atestigua Rocío Fernández: “Recuerdo perfectamente cuando un guardia civil mató a Pedro Patiño en un piquete de la construcción en las casas de Zarzaquemada. […]. Le mataron en septiembre de 1971….. Entonces nos movilizamos todos los camaradas, naturalmente todos los que no trabajábamos en esa fecha, en su mayoría mujeres, pues era un día laborable y nos presentamos en el cementerio de Getafe”. Allí no estaba Josefina. “porque se había ido con la mujer de Horacio, María Teresa, a Francia para asistir a una reunión de L’Humanité. Allí tenía que hablar sobre el Sumario 1.001, porque el PCE le pidió que informara sobre la situación de la cárcel tras el Sumario 1.001. Pero estuvo su hija Yenia que estaba embarazada. Cortaron todas las carreteras, porque se enterraron de que iban a salir todos los obreros de la fábricas y organizar una gran concentración en la puerta del cementerio de Getafe, con lo cual solo podíamos llegar allí los que nos trabajábamos. Estaba Vicenta Camacho, Yenia Camacho y muchas mujeres”[62]
Josefina Samper, también trabajó en Asociaciones de Amas de Casa, que se utilizaba como tapadera, en una ocasión se dirigió a un colegio de monjas, y la monja que les recibió les indico, “soy amiga del padre Llanos”, una forma, como dice Josefina de indicarles que allí estarían seguras. En una ocasión hicieron un congreso de dos días, y les felicitaron por el silencio y lo bien que se habían comportado. Josefina cuenta, que menos mal que se “habían comido los papeles antes de salir”[63].
Cuando era interrogada en relación al trabajo clandestino de su marido, ella, siempre decía que no sabía nada, fue “su tapadera”. Dice que la tomaban por tonta[64]. Josefina cuenta como "Nos tenían pinchado el teléfono y cuatro policías vigilaban día y noche nuestra casa. Tres miraban y uno se echaba la siesta. Un día esperaron a que saliera de casa y subieron a interrogar a mi suegra. Era ya muy mayor y vivía con nosotros. Entraron siete u ocho policías y le empezaron a acariciar: Mira qué mayor, si parece una santa...' y después le preguntaron: ¿Tiene una máquina su hija?'. Mi suegra les condujo entonces a mi máquina de coser dónde estaba cosiendo un pantalón para ganarme la vida. Al ver que no era nada le llamaron ¡bruja! ¡hechicera!' y de todo. Cuando volví a casa me lo contó llorando, solté las bolsas y me fui a ver a Yagüe (Saturnino Yagüe era el comisario jefe de la Brigada Política Social). Allí le dije: Esto no se lo perdono. ¿Usted se cree que soy gilipollas o idiota? ¿Tengo a mi marido condenado a 20 años de prisión y voy a guardar una multicopista en mi casa?", relata golpeando la mesa camilla[65].
V.11. De qué vivía Josefina Samper y sus hijos cuando Camacho estaba en prisión.
“Josefina, al contrario que otras mujeres que tenían sus maridos en la cárcel, nunca percibía dinero del partido. El partido tenía una serie de personas, entre las cuales estaba mi madre, que se dedicaban a pedir dinero para ayudar a los presos políticos. El dinero recaudado se repartía entre las personas que iban a ver a los presos. Josefina no cogía nunca ese dinero […]. Con el dinero que tenías para comer en tu casa surtías a la cárcel; se llevaba siempre sabiendo que había una colectividad de presos que lo repartían, todo lo compartían”[66].
Durante un tiempo siguió recibiendo el sueldo de la empresa donde trabajaba Marcelino, más o menos durante dos meses, pero ante las amenazas de cerrar la empresa, tuvieron que dejar de pagarle. Los trabajadores le enviaban colectas que ella utilizaba para “la olla” de los presos. Sus padres, que venían dos o tres veces al año les ayudaron muchos, sus hijos se pusieron a trabajar, su cuñada que vivía con ellos y ella arreglaba pantalones. Se enorgullece, que pasara lo que pasara, siempre, con la ayuda de la colecta de Perkins – la empresa donde trabajó Marcelino – nunca faltó comida en la cárcel[67].
V.12. El Piso de Carabanchel.
A su llegada a Madrid y durante tres años les acoge una prima en su casa, en el barrio de Lavapiés – siete personas en 30 metros cuadrados- , pues disponer de una casa era difícil en aquellos años y costaba encontrar una habitación si tenías hijos. Como uno de los hijos de su prima, trabajaba por la noche, por el día había que guardar silencio y Josefina tenía que pasarse en el día en la calle con los niños. Cuenta que se vieron todas las películas del Oeste, que era donde dejaban entrar a los niños y que todos en el barrio les guardaban cupones para que les valiera más barato la entrada[68].
Marcelino le cuenta la situación a un amigo, Ricardo Segurana – que escapó con él del campo de concentración-. Su hermana, que vivía en Argel, con otra identidad pues estaba buscada por la policía, con pena de muerte, y que ganaba bastante dinero trabajando en una imprenta, les mandó la entrada para el piso de Carabanchel en la que han vivido casi toda su vida. Se trasladaron a él, en enero de 1960, con el colchón que tenían y como dice Josefina “fuimos comprando cosas según íbamos ahorrando. Decíamos, es una casa a lo Picasso, cada cosa de su color. En un año devolvieron el dinero. Por fin, tenían una casa en la que descansar y vivir en familia y un refugio para quien lo necesitara.
Es un piso de 60 metros cuadrados, un cuarto sin ascensor en la calle Manuel Lamela. Servía de centro de reunión y en los años 60 además de Josefina y sus hijos, vivía la madre y la hermana de Marcelino además de ser cobijo muchas veces para familiares de presos que no tenían donde dormir.
En ese piso vivieron toda la vida y solo lo abandonaron un año antes de morir Marcelino cuando su enfermedad no le permitía seguir viviendo en ese lugar. Marcelino y Josefina se trasladaron a un piso en Majadahonda gracias a la ayuda de su partido cuando la movilidad del fundador de CCOO era ya muy poca. "No nos cambiamos antes porque no teníamos unos millones para irnos a un bajo que es lo que necesitábamos", se resigna Josefina[69].
V.13. El jersey: tejiendo democracia.
"Es un símbolo de la democracia. Abrigaba la esperanza de un mundo mejor. Y permanece a mi lado. Sin embargo, ese fue el único que yo no tejí. Fue obra de la hija de un fusilado y de una presa. Ella se había comprado una máquina con la que montó las piezas, y yo lo cosí entero"[70].
La mujer que tejió el famoso jersey fue Rocío Fernández[71]: “Yo tenía una máquina de tricotar y hacía jerséis para todo el barrio. Un día, en la puerta de la cárcel, estábamos hablando del catarro de muerte que cogían los presos. A Horacio[72] le salían unos tremendos sabañones. Me dijo que pasaba mucho frió y que le dijera a su mujer que le enviara unos guantes de lana. Le comenté entonces a Josefina que iba a comprar unos guantes para él e iba también a hacer una bufanda para el mismo Horacio porque tampoco tenía sentido escribir a su mujer que estaba en Francia para que se lo mandara. Le comentaba que iba a hacerla con la máquina que tenía en casa. Josefina me comentó que también ella iba a hacer un jersey para Marcelino, que estaba pasando mucho frio. Como en la máquina podía hacer lo que quisiera, le dije a Josefina: “Si quieres, compra la lana y hago yo el jersey que te parezca bien”. Con la máquina se podía hacer en una semana y a Josefina le hubiera llevado un mes. Fuimos a comprar la lana muy buena en “El Gato Negro”, color rojito oscuro, tipo vino burdeos, y salió un jersey muy bonito y práctico, pero que entonces nadie podría haber imaginado que iba a hacerse tan popular. Lo que no se me olvida nunca de Josefina es su famoso abrigo., que para mi ha sido más famoso que el jersey de Marcelino. Era inconfundible su abrigo marrón en la puerta de la cárcel. El abrigo se lo habían dado y no se lo quitaba de encima porque en la puerta de la cárcel hacía un frio tan terrible que salían sabañones. Creo que llevaba 10-15 años con el mismo abrigo”[73].
V.14. El proceso 2001 visto desde la perspectiva de Josefina.
El 20 de diciembre 1973, se empezaba el proceso 1001, pero coincidió con el asesinato de Carrero Blanco. Josefina, recuerda que estaban en las puertas de gobernación y que no sabían que pasaba. Mucha gente quería asistir, “la cola para acceder al proceso era inmensa, mucha gente quería asistir”. Ellas tenían miedo pues no sabían que pasaba con los presos”.” Estando en la cola, pasaron horas, y allí se enteraron que habían asesinado a Carrero y la policía a caballo empezaron a dar porrazos para que desapareciera la cola, pero ellas no querían irse”. “Un comisario de la policía político-social, dijo que se fueran pues no iba a ver juicio pero no se fueron, y piensa que si se hubieran ido fuera las hubieran linchado”.” En el edificio de enfrente de gobernación había guardia civiles. Salió un policía, un gris, pero que conocían y era un ser humano, y les trataba bien. Este policía, les dijo, que los presos están bien, y les dijo que se quedaran, hizo un cordón de policía, y les indico que las protegieran. Es la primera vez que se sintió protegida por la policía, y les indicó que no fueran solas, que siempre fueran en grupo. Piensa que si hubieran ido solas las hubieran linchado”.” El juicio duro tres día, y pensaba que iban a matar a los presos. El policía era Delso, estaba especializado en CCOO”[74].
V.15. Josefina Samper y la transición.
A finales de los 70, Josefina Samper ya ha dejado atrás el papel crucial que mantuvo en la resistencia antigranquista, como mujer de preso. Ahora son los tiempos de la llamada transición política, e recuperación de la democracia, con los sindicatos y el PCE legalizados. Marcelino ha sido elegido coordinador general de CCOO en 1976 y diputado por el PCE en 1977 y Josefina sigue siendo la militante que alimenta el debate y la acción desde las bases, las del Partido Comunista de España, las del Movimiento Democrático de Mujeres, las Vocalías de Mujeres, las de las Amas de Casa, y las del sindicato.
[…] No andaría lejos cuando Marcelino defendió en el Congreso Constituyente de CCOO, en 1978, que la nueva organización sindical asumía: ‘La efectiva toma de conciencia de la mujer trabajadora de su doble discriminación de clase y sexo, defendiendo plenamente las reivindicaciones en que se manifiesta la lucha por la liberación de la mujer en su conjunto’.
Como militante de calle, en las actuaciones y movilizaciones convocadas, Josefina apoyó en esos años la reivindicaciones de las mujeres por la igualdad de derechos, por el empleo, por el derecho a todas las profesiones, por el divorcio… en definitiva, por el fin de todas las discriminaciones, por la liberación de las mujeres.[…]
Josefina estuvo durante todas estas décadas al lado de Marcelino líder sindical y político, sin dejar de ser ella misma, la militante comunista, la activista que lucha codo a codo con las compañeras y compañeros del sindicato, en las del partido, en las de la asociación del barrio, en el movimiento democrático de las mujeres, en las movilizaciones por la paz, etc. Son manifestaciones de protesta por la carestía de la vida, por el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha, contra la guerras de Irak, por la paz, en las movilizaciones contra la entrada de España en la OTAN, en apoyo a las huelgas generales de 1985, 1988, 1992, 1994, 2002 y ésta última de 2010, y tantas y tantas otras luchas, desde que ella golpeara las latas como si fueran tambores para avisar del peligro a los rebeldes de la opresión[75].
La honradez ha presidido la vida de Josefina y Marcelino. Recuerda resignada la austeridad con la que han vivido siempre: "Marcelino cobraba muy poco". A finales de los setenta "se puso un salario de 25.000 pesetas. Un día vino y preguntó titubeando cómo íbamos de dinero. Le dije: No me hables así, ¿qué quieres?' Y entonces me dijo que había visto un libro que se quería comprar. Yo siempre guardaba algo de dinero en cajitas y le dije: Faltan 50 céntimos para el libro, pero lo quito de la compra de mañana. Así que de cenar tendremos menos fruta”[76].
Su cuarto piso de Carabanchel, sin ascensor, de apenas 60 metros cuadrados y un solo baño, permanece vacío desde hace menos de dos años. Marcelino y Josefina se trasladaron a un piso en Majadahonda gracias a la ayuda de su partido cuando la movilidad del fundador de CCOO era ya muy poca. "No nos cambiamos antes porque no teníamos unos millones para irnos a un bajo que es lo que necesitábamos", se resigna Josefina.
V.16. Josefina Samper: Enfermera.
En el homenaje que hizo el PCE a Camacho cuando cumplió 90 años, Josefina subió la estrado e indicó que “estoy cuidando a un niño de 90 años, que aunque se le olvida las cosas, sabe por dónde está el camino. Que ella le dijo a su padre, que solo se casaba con un comunista o no se casaba. Dice que lo está pasando mal, pues Marcelino es un desconocido pero les asegura que siempre estará a su lado. Siempre estarán con el partido”[77].
Para Josefina, “cuidar” no es sinónimo de ningún tipo de sumisión sino que es “estar al tanto”, “hacer lo que hay que hacer”, y por tanto, es lo que se entiende por militancia. Para ella, ese “ocuparse,” siempre trascendió los límites de su propia familia, de sus vínculos personales: cuidaba a sus hermanos más pequeños cuando su madre iba a trabajar como lavandera cuando ella tenía menos de 13 años. Después cuidó de sus hijos y de la economía doméstica mientras Marcelino estuvo en prisión. Ese cuidado siempre fue extensivo a familiares de presos en tránsito en Carabanchel, a quienes acoge en su casa en numerosísimas ocasiones y con quienes comparte los escasos recursos familiares; a los propios presos para quienes elabora enormes ollas de alimento prácticamente a diario. Es cierto que “Josefina cuidó de Marcelino. Le cuidó, lo hemos dicho, en su vejez; pero no sólo. […]. Como ella misma dice, ‘yo siempre he sido militante “[78].
V.17. Josefina Samper: Viuda.
El fundador de CCOO, Marcelino Camacho, fallece en Madrid el 29 de octubre de 2010 y fue despedido con un homenaje en la emblemática Puerta de Alcalá, lugar que acogió muchos de sus mítines. Dicho acto fue cerrado por unas palabras de agradecimiento de Josefina que recordaba una frase del fallecido líder sindical: “si uno se cae, se levanta inmediatamente y sigue adelante”[79]. Josefina, escenificaba fielmente estas palabras con una serenidad que impresionaba. En el acto estuvo triste pero entera, aunque se emocionó cuando recibió los aplausos del público, que coreo su nombre en estas jornadas de condolencias y despedidas emocionadas.
Su hijo, recordó que “la lucha de Marcelino no hubiera sido posible sin otra luchadora a su lado”, porque mientras él “luchaba desde dentro, ella le protegía desde fuera”. Asimismo, Marcel recordó que ellos “no se quedaron en el exilio”, sino que volvieron a España “que es donde estaba la lucha”[80].
Como dijo el Secretario General de CCOO de Madrid, Francisco Javier López Martín[81]:
“No se entiende a Josefina sin Marcelino. Tampoco se puede explicar a Marcelino sin Josefina. Cuentan los más cercanos a los dos que aquella noche en que Marcelino murió, Josefina quedó sumida en una especie de serena confusión. Se acercaba a ver a su amigo, su compañero, su amor de toda la vida, su esposo. Se sentaba. Callaba. Volvía a levantarse. Vagaba en sí misma, tal vez buscándose. No alcanzo a imaginar esa noche en su vida. Sólo sé que a las 8,30 de la mañana, Josefina ya estaba en el Auditorio Marcelino Camacho, acompañando a su hombre […]. En pocos momentos Josefina consentía en sentarse. Para cuantos llegaban ante ella, una palabra, un abrazo, una anécdota, un recuerdo. […]. Josefina ha sido siempre una mujer libre, porque libremente eligió su camino. No ha sido un camino fácil, más bien todo lo contrario, pero ha sido su camino de libertad. Media naranja no vive a la sombra de la otra media. La mitad del Marcelino que ha vivido entre nosotros se llama Josefina. Hoy, sin Marcelino entre Nosotros, Josefina es la mayor parte del Marcelino que queda en nuestras vidas […].
V.18. ¿Qué hay detrás de la última frase: “si uno se cae, se levanta inmediatamente y sigue adelante?.
"Sí... A la casa donde vivo ahora solía acudir una vecina que se llama Isabel. Lo estaba pasando mal, se había divorciado y mantenía a tres hijas. Un día entró con lágrimas en los ojos y él hizo un esfuerzo, casi no podía habla, para decirle: ‘Cuando uno se cae, se levanta y sigue adelante’. La muchacha se fue llorando a gritos, de pena. Marcelino era especial no solo para su familia. Alimentaba a la gente de una forma u otra"[82].
V.19. El carácter de Josefina.
Quien la conoce, dice de ella que es alguien especial, que transmite serenidad y que está convencida de lo que cree y por lo que ha luchado toda la vida. De ella no recuerdan anécdotas graciosas, sino lucha y trabajo. La vida de Josefina aquellos años de lucha y de clandestinidad fueron años que se paso de su casa a la cárcel a ver a su marido y ayudar a otras mujeres; de ahí a la compra y de ella a la cocina para preparar pucheros para llevar a los presos[83]. También tuvo tiempo de criar a sus hijos, de participar en movimientos clandestinos utilizando cualquier resquicio legal, para pedir la amnistía, pedir mejoras sociales y participar en asociaciones como “el Movimiento democrático de Mujeres” que fundó Asunción Sereño. Como recuerda Rocío Fernández: “pasábamos nuestros días alrededor de la casa de Josefina, de la cárcel, yendo al mercado y guisando para los presos. Me acuerdo del flan que les hacía añadiendo un poco de anís o vino para dar por lo menos el sabor de la bebidita o licor”.[84] Josefina hacía de todo.
En otro momento Rocío Fernández la define como :”una persona dulce, cariñosa, seria, muy amiga de camaradas, persona formal, incapaz de hablar mal de nadie, pero siempre amiga de decir la verdad, consecuente total consigo misma y sobre todo “mujer de Marcelino”. Al ser yo tan joven, a mí me parecía como una heroína. Su dedicación, la forma de vida, todo me parecía de una heroína. Disciplinada, nunca conflictiva, siempre a lo que dijera la mayoría, naturalmente discutíamos primero. Su postura siempre ha sido muy seria y formal[85].
Josefina considera que siempre ha trabajado, “aunque supiera menos que otros” por el partido, “siempre he sido fiel a mi familia y al partido”[86]. En definitiva, se define como una mujer de “servicio”.
V.20. Josefina inspiración de Juan Genovés.
Josefina aparece en un cuadro de Juan Genovés, “El abrazo”, es la mujer que aparece en él, con un jersey azul. El propio pintor se lo dijo a Josefina.
V.21. Josefina hoy.
Si antes, era fácil ver a Josefina acompañar a su marido a todo acto; hoy, Josefina sigue en la brecha. Asiste a todos los homenajes a su marido, y por suerte, a los reconocimientos que también a ella, le hacen.
Pero también, sigue desplegando toda su rebeldía y toda la fuerza que es necesaria para mantener la lucha por la libertad, por la democracia.[87]”.
Josefina sigue estando presente en todas las manifestaciones por lo que cree que es justo, por ejemplo, estuvo al lado de Ignacio Fernández Foxo, en la manifestación del 18 de diciembre contra la imposición de la jubilación obligatoria a los 67 años y el recorte de los derechos sociales y en ella declaró Ignacio: “Y quiero decir unas palabras de agradecimiento y reconocimiento a Josefina Samper porque se lo debemos. Porque es de justicia. Porque de ella también podemos decir que ha sido un símbolo del trabajo y que ella también es memoria de las diferencias formas de lucha y resistencia de la clase trabajadora”[88].
Ha sido candidata por Izquierda Unida en Majadahonda en la últimas elecciones municipales de 2011 - ultimo lugar de la lista – y lo ha hecho “por apoyar a su gente, por militancia”.
VI. CONCLUSIÓN.
Desde el comienzo de la Guerra Civil, en julio de 1936, hasta la concesión de la amnistía, en octubre de 1977, las “mujeres de los presos” han actuado siempre a la sombra del preso político, como víctima directa de la represión carcelaria efectuara por el régimen franquista. Como consecuencia de desempeñar una acción solidario-asistencia, en primer término, y una movilización política a favor del preso político, posteriormente, estas mujeres no han contado con la atención merecida desde los estudios historiográficos y, por tanto, no se ha tenido en cuenta la importancia del rol que éstas desempeñaron dentro del campo de acción de la lucha antifranquista. Escudaban su implicación en arena política en la responsabilidad que como esposas tenían por proteger a sus maridos de las torturas y por luchar por su libertad en aras de defender una unidad familiar. Sin embargo, poco a poco, de manera tímida y temerosa en un principio y organizada e intensamente después, se fueron convirtiendo en las protagonistas de una campaña por la amnistía de los presos políticos que sería seguida por otros muchos sectores de la oposición política del franquismo[89].
La campaña por la libertad de los detenidos políticos significó para un gran número de mujeres la oportunidad de salir de ese campo asistencial que representaba la ayuda a las cárceles y entrar de una forma políticamente activa en la organización de la oposición. Y, aunque para muchas de ellas el punto de partida fue de carácter emotivo – por tener algún familiar en la cárcel-, la decisión de hacer públicas y generalizadas las propias luchas, las propias denuncias, determinaba sin embargo, un aumento del nivel organizativo y político. Esta evolución provocará, a su vez, una confusión de esferas, trasgrediendo los límites de género impuestos por el franquismo ya que las mujeres de preso superarán la frontera doméstica para lanzarse a la calle y luchar por la amnistía[90]. La lucha por la amnistía comenzada por estas mujeres de preso se fue transformando en un movimiento nacional, lo que suponía un problema para la Dictadura, que no pudo ocultar por más tiempo la existencia de los presos políticos y tampoco las injusticias judiciales que con sus expedientes se habían cometido. La petición de amnistía encontró valiosos apoyos en muchos países de Europa y América. El objetivo era hacer saber a Franco que la amnistía tenía muchos simpatizantes y que si iba a luchar a fondo por ella[91].
Toda la campaña reivindicativa protagonizada por la mujer de preso va a convertirse en el punto de arranque de la creación de diversos grupos de mujeres: la Agrupación de Mujeres Antifascistas de Málaga, la Unión Femenina de Valencia, Comités de Mujeres Antifascistas en ciudades como Madrid y Toledo, la Unió de Donas de Cataluña y otras más[92]. Ninguna asociación tuvo una existencia larga, a pesar de la intensa actividad de estas mujeres, y sus movilizaciones no surtieron el efecto deseado en toda su extensión[93].
Como expone Soledad Díaz: “No hemos tenido juventud… A las mujeres de preso nos ha tocado las de perder, porque ha habido cosas que luego no has podido recuperar”[94].
Josefina es de manera individual, por su biografía, sus trabajos, sus militancias, sus opiniones, su fuerza y su rebeldía, una luchadora por la democracia y por la igualdad de derechos y oportunidades. No sólo es la compañera de Marcelino, del resistente antifranquista, del líder sindical, sino que de alguna manera se la considerada compañera colectiva de todos los hombres de CCOO y del PCE. Porque ha sido compañera de todas las gentes que participamos en esta lucha, de la que ella también ha formado parte. Y “sigue siendo compañera de quienes contribuimos a consolidar un sindicato de clase hasta hacerle el primer sindicato de mujeres y hombres, a fortalecerle cada día, puesto que ella también estuvo entonces y está ahora con CCOO”[95]. Yo diría más, Josefina es la compañera colectiva no solo de los hombres de CCOO y del PCE, sino de todo hombre y mujer que creen en la democracia.
Josefina dignifica la palabra “cuidar”, y la desvincula del término “sumisión” para unirla de forma clara a la de “militancia” y a la de “servicio”. Su vida es ejemplo, de eso, de militancia y de servicio pero también de solidaridad, de lucha y de defensa de lo que cree, como ella misma ha dicho: “nunca nos ha regalado nada, había que conquistarlo, y al día siguiente defenderlo, porque sí no ….son muy listos, y te lo quitan con una suavidad …”[96].
Me gustaría terminar este trabajo con las propias palabras de Josefina que ejemplarizan su pensamiento:
"He sido una mujer, compañera y camarada, consciente de lo que había desde el día que me casé con Marcelino. Si me hubiera pasado a mí lo que le pasó a Marcelino, él habría hecho lo mismo que hice yo. Nunca he estado 'ni delante ni detrás' de Marcelino; no he sido más valiente ni menos valiente. La misma lucha y las mismas ideas son las que nos unen"[97].
ANEXOS.
ANEXO I: ENTREVISTAS CON JOSEFINA SAMPER.
YouTube - Entrevista a Josefina Samper y Marcelino Camacho: http://www.youtube.com/watch?v=YGidxrLf7r4
YouTube - Entrevista a Josefina Samper: http://www.youtube.com/watch?v=IkYukwBnNN0
YouTube - Homenaje a Marcelino Camacho (parte 1):
YouTube - Homenaje a Marcelino Camacho (parte 2):
YouTube - Homenaje a Marcelino Camacho. La hora de Josefina: http://www.youtube.com/watch?v=7ED5u8ESQNo&feature=related
YouTube - Josefina Samper recuerda palabras del que fue su compañero, Marcelino Camacho: http://www.youtube.com/watch?v=VVLNJaJzDao
YouTube - Josefina Samper y Marcelino: Camachohttp://www.youtube.com/watch?v=MevA4XHhipY
YouTube - Josefina Samper.mpg
YouTube - JOSEFINA SAMPER
YouTube - Marcelino Camacho y Josefina cantando La Internacional
YouTube - Miles de ciudadanos despiden a Camacho
YouTube - Presentación Asociación Juvenil Josefina Samper (13-12-08) Talavera de la Reina
YouTube - Segunda visita a Marcelino Camacho y a Josefina Samper
ANEXO II: FOTOS
Josefina: Esta es muy curiosa. Con la familia y amigos de vecindad en Orán. Nos la envió el Partido años después. Allí está un antiguo camarada, Alejandro Uriarte, que trabajaba en la clandestinidad (es el primero de la 1º fila por la izquie3rda): Luego ya no hemos vuelto a saber más de él. Yo estoy sentada en el suelo, y mi hermana, que se ve su cara muy oscura, detrás[98].
Josefina: Esta es mi madre. La foto está hecha en Almería. Esa foto me la dio mi tía. Estaba todavía soltera allí. Se vestía así. Una amiga le prestó la peineta y el collar, porque mi madre no tenía adornos que ponerse. Mi madre se casó con 21 años[100].
La familia de Josefina en Toulose[102]
Josefina: Nuestros nietos, Sergio, Raúl y Miguel, felicitando a su abuelo al estilo soriano, es decir, con un tirón de oreja en su 67 cumpleaños[103].
Por Almudena Grandes, escritora y socia de honor de la AJS.
“¿Ha llegado la hora de hacer mi testamento? Dejo a las mujeres de España mi entusiasmo por la vida. Nada más. Es lo único que tengo.” María Teresa León
Cuando fui invitada a participar en este homenaje a Josefina Samper, me vino a la memoria el legado de María Teresa León, un compromiso que nunca olvido. María Teresa, que tuvo tantas cosas y todas las perdió, escribió estas palabras en los últimos momentos lúcidos de su vida, cuando su memoria aún era capaz de evocar el dolor y la gloria, el fervor del combate y el precio del sacrificio, la dulzura del amor y la dureza de un exilio del que sólo retornaría una mujer que ya no era ella, aunque entrara en España con su pasaporte. Y sin embargo, entre todas estas cosas, sólo quiso rescatar una. Su entusiasmo por la vida.
Para hablar de Josefina, quiero hablar hoy, aquí, de ese entusiasmo. Quiero hablar del valor, quiero hablar de la fe, quiero hablar de la determinación feroz a vivir y a luchar por la vida, de una generación de mujeres que no fueron unas desdichadas, que no fueron unas pobrecitas, que no fueron las abnegadas mártires de la lucha de sus hombres ni las víctimas accidentales de sus propios y románticos errores.
Hay pocas cosas más indignantes en este país, en este momento, que esa mullida y sonrosada corriente de compasión, tan magnánima en apariencia, que pretende amparar a los republicanos, a los antifascistas españoles, con su propia ignorancia, su propio desvalimiento, su propia fragilidad, como únicas claves de su empeño.
Hay pocas cosas tan falsas, tan injustas como esta tendencia, que se radicaliza en el caso de las mujeres hasta convertir a todas las antifascistas españolas en niñas eternas, que no sabían lo que hacían, ni para qué lo hacían, ni por qué no se quedaban en casa bordando su ajuar como las demás.
Pero ellas no eran niñas, no eran tontas, no eran débiles ni estaban locas. Eran más maduras, más listas, más fuertes que nosotras. Más modernas también. Ellas fueron la vanguardia dorada del sueño republicano, las que más ganaron cuando este país se ganó a sí mismo en el horizonte de un futuro que ha tardado casi medio siglo en llegar. Fueron también las que más perdieron en la interminable travesía de los años sucios, secos, polvorientos y crueles, un tiempo de hierro que no logró sin embargo acabar con ellas, con su fuerza, con su esperanza.
Desde la distancia a la que las contemplo, su vida, su ejemplo, me estremece como ninguna otra. Por eso no puedo compadecerlas, sólo admirarlas. Asombrarme de su generosidad, de su fortaleza, de su alegría, y sentirme emocionada, privilegiada, y orgullosa de estar en la otra punta del camino, de poder heredar su entusiasmo por la vida.
Mujeres de las ciudades y de los pueblos, de las celdas y de las colas en las puertas de las cárceles, mujeres de la guerrilla y de las redes de apoyo, militantes clandestinas de los años 40, de los años 50, de los años 60, de los años 70, exiliadas de Francia y de América...
Muchas escribieron sus memorias, e ilustraron los libros con fotografías, y en esas fotografías sonríen. En las ciudades sonríen, y en los pueblos sonríen, y en las cárceles sonríen, y en sus puertas sonríen, y en el monte sonríen, y en el llano sonríen, y en las reuniones clandestinas sonríen, y sonríen en el exilio más próximo y en el más lejano, y sonríen para mí, para nosotras y para nosotros, para todos los españoles que vendríamos después.
Nosotros somos los herederos, las herederas de esas sonrisas plenas y conscientes, sabias y rotundas, un tesoro de labios entreabiertos, armados contra la adversidad.
De todo esto, Josefina Samper sabe mucho más que yo. Ella, que le ha sonreído a la adversidad tantas veces, desde que empezó su militancia antifascista a los 14 años, en Orán, uno de los santuarios simbólicos del exilio republicano español, hasta que Marcelino le preguntó si tenía novio, y ella le dijo que no y después, cuando escuchó una serena y sencilla proposición, ¿y entonces, por qué no nos casamos?, que sí, porque siempre había querido casarse con un comunista, y mucho después.
Porque siguió sonriendo en la clandestinidad y en las puertas de las cárceles, sonreía al tejer aquellos jerseys gruesos con una cremallera que se convirtieron en una contraseña de la libertad y la democracia de España y ni siquiera entonces se cansó de sonreír. Josefina, ya lo ven, sigue sonriendo.
Yo he tenido la suerte de haber podido acercarme a ella, como he estado cerca de muchas otras, mujeres fuertes y sonrientes, que cuentan los episodios de sus vidas enormes, plagadas de infortunios y de humillaciones, pero también de emoción y de cariño, como si fueran las anécdotas sin importancia de una vida cualquiera.
Nos tocó luchar, y luchamos, me dijo una de ellas, sin dejar de sonreír, como resumen, y yo no fui capaz de añadir nada, no acerté a encontrar las palabras justas para expresar lo que sentía. Quiero decirlo ahora.
María Teresa León dejó a las mujeres de España el entusiasmo por la vida que compartió con muchas otras mujeres españolas de su tiempo, mujeres como Josefina Samper. Y aquí, a su lado, sólo puedo decir que ojalá llegue a ser yo digna de tal herencia. Nada más. Y nada menos”[104].
[1]ARENES. S. R. “La voz de Asturias” 30 de octubre de 2010: http://www.lavozdeasturias.es/politica/josefina-sustento-marcelino-final_0_362963820.html
[2] ROMEU ALFARO, F. El silencio roto. Mujeres contra el franquismo, El Viejo Topo. 2002. Pág. 11
[3] En el caso de Josefina, ser pantalonera.
[4] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pp. 8-9
[5] MOLINERO, Carme. “Mujer, franquismo, fascismo. La clausura forzada en un mundo pequeño”. En Historia Social número 30. 1998 pág. 99
[6] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 3
[7] NASH, M. Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil. Madrid. Taurus. 1999. Pág. 259
[8] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 4
[9] Ver homenaje a Marcelino y Josefina del PCE de Aragón. YouTube - Homenaje a Marcelino Camacho (parte 2):
[10] BABIANO MORA, José. “Josefina y las mujeres de los presos”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág. 12-13
[11] FERNÁNDEZ FOXO, Ignacio. “Josefina Indoblegable”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 5.
[12] ABAD BUIL, Irene: Las Mujeres de los Presos Políticos en Aragón: La invisibilidad de una categoría heredada de la Guerra Civil Española y prolongada durante todo el franquismo. pp. 1-6
[13] ABAD BUIL, Irene: Las Mujeres de los Presos Políticos en Aragón: La invisibilidad de una categoría heredada de la Guerra Civil Española y prolongada durante todo el franquismo. Pág. 7
[14] Sobre la solidaridad con los presos políticos de la CNT hay una importante información en el Instituto Internacional de Historia Social (“Internacional Institute of Social History”) en Amsterdam, sobre todo la documentación “Solidaridad Internacional Antifascista” dentreo de la CNT (Spain) Collection.
[15] DI FEBO, G. Resistencia y movimiento de mujeres en España, 1936-1976. Icaria. Barcelona. 1979. Pág. 87
[16] Para este tema véase J. TUSELL; A. ALTED; A. MATEOS (coord..), la oposición al régimen de Franco, Madrid. UNED, 1988.
[17] ABAD BUIL, Irene: Las Mujeres de los Presos Políticos en Aragón: La invisibilidad de una categoría heredada de la Guerra Civil Española y prolongada durante todo el franquismo. pp. 10-12
[18] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 12.
[19] Testimonio de Carmen Casas. Entrevista realizada en Huesca, el 3 de septiembre de 2003 y recogida en la obra ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 15
[20] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág 15-16
[21] Testimonio de Josefina Samper. Entrevista realizada en Madrid, el 4 de febrero de 2004 y recogida en la obra ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 18
[22] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pp. 19-20
[23] AHPCE. Sección Represión Franquista. Solidaridad con los Represaliados. Campañas. Caja 45. Carpeta 7.
[24] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 21
[25] ABAD BUIL, I. En constante lucha. Biografía política de Ángeles Blanco (1917-2000). Huesca. Instituto de Estudios Altoaragoneses. 2003 pp. 184-185
[26] ABAD BUIL, Irene: Las Mujeres de los Presos Políticos en Aragón: La invisibilidad de una categoría heredada de la Guerra Civil Española y prolongada durante todo el franquismo. pp. 4-5
[30] Testimonio de Josefina Samper. Entrevista realizada en Madrid, el 4 de febrero de 2004 y recogida en la obra ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. pp. 22-23
[31] Boletín La mujer y la lucha. Portavoz del “Movimiento Democrático de Mujeres”, número 14, mayo 1969. Fundación 1º de Mayo. Madrid
[32] ASOCIACIÓN DE EXPRESOS Y REPRESALIADOS POLÍTICOS ANTIFRANQUISTAS. Sueños de libertad. Una aportación a la memoria histórica. Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo 2003 pág. 7
[33] Testimonio de Josefina Samper. Entrevista realizada en Madrid, el 4 de febrero de 2004 y recogida en la obra ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 24
[34] Testimonio de Josefina Samper. Entrevista realizada en Madrid, el 4 de febrero de 2004 y recogida en la obra ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 24
[35] Testimonio de Josefina Samper. Entrevista realizada en Madrid, el 4 de febrero de 2004 y recogida en la obra ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pág. 25.
[36] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. pp. 25-26
[37] BRIZ HERNÁNDEZ, Carmen. “Entrevista Josefina Samper Rosas”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011.
[38] Ver entrevista de Marcelino Camacho y Josefina Samper. 6 de diciembre de 2006. http://www.youtube.com/watch?v=MevA4XHhipY
[40] Ver entrevista de Marcelino Camacho y Josefina Samper. 6 de diciembre de 2006. http://www.youtube.com/watch?v=MevA4XHhipY. En el homenaje del PCE de Aragón indica que se afilió al PCE a los 17 años. Ver nota 37
[41] ARROYO ROMERO-SALAZAR, Laura. “Josefina Samper: una vida de militancia y compromiso”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 7 y 9.
[42] Ver entrevista de Marcelino Camacho y Josefina Samper. 6 de diciembre de 2006. http://www.youtube.com/watch?v=MevA4XHhipY
[44] FERNÁNDEZ ASPERILLA, Ana. “Samper, emigrante”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 11
[46] Publicado el 30 Octubre 2010 por FFHE. http://hospitales.wordpress.com/
[49] Ver entrevista de Marcelino Camacho y Josefina Samper. 6 de diciembre de 2006. http://www.youtube.com/watch?v=MevA4XHhipY
[53] CAMACHO, Marcelino. Confieso que he luchado. Memorias. Edición de Marcel Camacho. Madrid. 1990: Ediciones Temas de Hoy, S.A.
[56] FERNÁNDEZ ASPERILLA, Ana. “Samper, emigrante”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 11
[58] Entrevistas Marcelino Camacho y Josefina en el libro de ASAMI, E y GÓMEZ GIL, A : Coherencia y Honradez de un líder. Madrid, ALGABA EDICIONES. 2003.
[59]Barcala. Diego: Conversación con Josefina Samper. 29 de noviembre de 2010: http://www.publico.es/espana/349051/marcelino-se-puso-un-salario-de-25-000-pesetas
[61] Entrevista de Rocío Fernández, en el año 2002 en ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág. 225-226.
[62] Entrevista de Rocío Fernández, en el año 2002 en ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pp. 230-231
[65] Barcala. Diego: Conversación con Josefina Samper. 29 de noviembre de 2010: http://www.publico.es/espana/349051/marcelino-se-puso-un-salario-de-25-000-pesetas
[66] Entrevista de Rocío Fernández, en el año 2002 en ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág. 226.
[69] Barcala. Diego: Conversación con Josefina Samper. 29 de noviembre de 2010: http://www.publico.es/espana/349051/marcelino-se-puso-un-salario-de-25-000-pesetas
[70] http://www.diariodeavisos.com/2011/diariodeavisos/content/14295/ . Santa Cruz de Tenerife 13 de abril de 2011. Lo confirma en YouTube - JOSEFINA SAMPER: http://www.youtube.com/watch?v=BJL-viVf_HQ
[71] Nace el 25 de marzo de 1940 en un paraje ilocalizado del campo, cuando su madre y familia (padre alcalde republicano de Zarza de Tajo, Cuenca) huían hacia Madrid. Horas después de su alumbramiento fueron detenidos por la Guardia Civil y trasladados a Madrid a la cárcel de Puerta del Ángel. Su padre fue ejecutado, y su madre, condenada también a muerte, le fue conmutada la pena capital por la de cadena perpetua, que cumplió íntegramente. Militante del PCE y ex secretaria de la Asociación de Vecinos de Carabanchel Alto, donde ha desarrollado una ingénita labor social.
[72] Se refiere a Horacio Fernández Iguannzo de la canción de El Paisano que cantaba Víctor Manuel. En una reunión del Comité Central del PCE, como su apellido era Fernández y Horacio no tenía familia en Madrid le pidieron que se hiciera cargo de ese preso asturiano, lo que ella aceptó enseguida (ver nota 49).
[73] Entrevista de Rocío Fernández, en el año 2002 en ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág. 226.
[74] Conversación con Marcelino y Josefina en su piso de Carabanchel, el 29/10/2010
[75] BRAVO SUESKUN, Carmen. “Josefina, liberación y democracia”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 17
[76] Barcala. Diego: Conversación con Josefina Samper. 29 de noviembre de 2010: http://www.publico.es/espana/349051/marcelino-se-puso-un-salario-de-25-000-pesetas
[77] Homenaje a Camacho al cumplir 90 años por el PCE.
[78] S. LLOPIS, Elvira. “Samper, cuidadora”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 19
[79] EFE. Resumen de prensa. 2 de noviembre de 2010 página 4
[80] EFE. Resumen de prensa. 2 de noviembre de 2010 página 7
[82] http://www.diariodeavisos.com/2011/diariodeavisos/content/14295/ . Santa Cruz de Tenerife 13 de abril de 2011.
[83] ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Página 225
[84]Entrevista a Rocío Fernández sobre Josefina Samper el 4 de Junio de 2002 recogida en ASAMI, E: obra citada. Página 226
[85] Ver 57 pp. 227-228
[86] Ver entrevista de Marcelino Camacho y Josefina Samper. 6 de Diciembre de 2006. http://www.youtube.com/watch?v=MevA4XHhipY
[87] BRAVO SUESKUN, Carmen. “Josefina, liberación y democracia”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 17
[88] FERNÁNDEZ FOXO, Ignacio. “Josefina Indoblegable”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 3.
[89] ABAD BUIL, Irene: Las Mujeres de los Presos Políticos en Aragón: La invisibilidad de una categoría heredada de la Guerra Civil Española y prolongada durante todo el franquismo. Pag 12
[90] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pag 26-27
[91] ABAD BUIL, I: En constante lucha. Biografía política de Ángeles Blanco (1917-2000). Huesca. Instituto de Estudios Altoaragoneses. 2003. Pp 182-183.
[92] DI FEBO. Resistencia movimiento de mujeres en España, 1936-1976. Barcelona. Icaria. 1979.
[93] ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pag 26-27
[94] Testimonio de Soledad Díaz. Entrevista realizada por teléfono, el día 7 de noviembre de 2001 y recogida en ABAL BUIL, Irene: Las Mujeres de presos republicanos: movilización política nacida de la represión franquista. Pag 28.
[95] BRAVO SUESKUN, Carmen. “Josefina, liberación y democracia”. Revista Trabajadora40. Secretaría Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras. Número 40. IV época. Marzo de 2011. Pág 17
[97] en Marcelino Camacho y Josefina. Coherencia y honradez de un líder, de Etsuko Asami y Alfredo Gómez Gil. Madrid, 2003: Algaba Ediciones. http://www.feccoocyl.es/index.php?option=com_k2&view=item&id=11577:homenaje-a-josefina-samper
[98] ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág 241
[99] ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág 232
[100] ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág 238
[101] ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág 237
[102] ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág 237
[103] ASAMI, Etsuko: Marcelino Camacho-hombre y sindicato. Pág 243
[104] 29/11/2010. http://asociacionjosefinasamper.blogspot.com/p/josefina-samper.html
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