Ya
sé que es difícil de creer pero llevo una temporada sufriendo unos problemas,
que paso a describir, que sorprenden a propios y a extraños:
a. Pérdida de visión, que me hace pensar
que el mundo se ha puesto en mi contra y para fastidiarme, hace que las letras
sean cada vez más pequeñas aunque tengo que reconocer que las gafas me hacen
muy interesante, al menos eso dice Luisi.
b. Mi color de pelo se está volviendo rubio
nórdico y aunque todas las mañanas lo compruebo, aún mis ojos no se han vuelto
azules, pero no pierdo la esperanza.
c. Cada día aparecen más pliegues en mi cara,
señal de que me gusta mucho reír y me recuerdan los amaneceres que he visto.
Además de darme un aire intelectual que mata.
d. Un gran globo se ha situado en mi
abdomen, debe ser eso que llaman tableta de chocolate, aunque lo mío más que
tableta parece una gran tarta o mejor un “tabletón”.
e. Dolores musculares, tendinitis,… que me
están haciendo aprender anatomía. Estoy descubriendo músculos y huesos de mi
cuerpo que no conocía.
f. Pérdidas de memoria que hace que cada
día sea nuevo. Por cierto, ¿a quien escribo? y ¿para qué…?
g. Resacas indescriptibles, que me obligan
a volver a emborracharme para superarlas.
h. Y lo que más me preocupa,… bueno mejor
no aburrirte con algunos detalles que no vienen al caso, solo decirte que he
descubierto, en propia carne, la diferencia entre “miedo y terror”.
Sospecho
que todo se debe a que el día 24 de agosto estuve obligado a abandonar esos
años que llaman “cuarentena”, no
confundir con “cuaresma” (aunque soy
el eterno dietista, me niego a aceptar prohibiciones y menos cuando tienen que
ver con comida), y enfrentarme a la dura realidad de la “cincuentena”. Pero ya sabes, que para mí, nada es totalmente blanco
o negro; ni bueno ni malo, y por ello, he decidido que mi meta es cumplir 100
años, puesto como bien conoces, “de cien
se mueren pocos” y por ello, y a imitación de un amigo, voy a comenzar la
cuenta atrás para ese nuevo objetivo. ¡Qué es la vida sin nuevas metas que
lograr!.
Por
todo ello, quiero celebrar contigo este hecho y sería para mí, un honor, que
acudieras a la barbacoa que prepararemos el xxx, a eso de las 19:00 en la casa
que compartimos la Caixa,
Luisi y yo (se me ocurren tríos más divertidos), en XXXX.
Entiendo
y comparto tu preocupación por asistir a este acto sin aportar “un granito de arena” para paliar este
duro momento de cambio que estoy viviendo, por ello, te facilito tres detalles,
ordenados de menor a mayor, que me
gustaría recibir (no se aceptarán regalos fuera de la lista):
1. Una semana con todos los gastos pagados en
una playa paradisíaca en las antípodas de España, para mí y mi amada “media
naranja” (¡¡¡SI!!! Como imaginas, Luisi se ha empeñado en poner esto último).
2. El suficiente dinero para dejar de
trabajar y dedicarme a la vida contemplativa (¿qué hará el Ayuntamiento de
Madrid y Ana Botella sin mi?).
Y
lo mejor, y que más ilusión me hace:
3. Qué no faltes a la cita, puesto que este
día sin ti, no sería igual. Tampoco hace falta que dejes de comer hasta entonces.
Como
excusa para no venir, sólo se aceptará que una rubia o rubio maravilloso (a
gusto del consumidor/a) te haya invitado a cenar precisamente ese día y te haya
prometido un postre de esos inolvidables, aunque piensa que yo no dejaría de ir
a una invitación tuya por ninguna rubia, tampoco por ningún rubio y menos por
un postre (¡¡¡SI!!! Eso también me ha obligado Luisi a ponerlo), pero hay una
solución intermedia, traerse a la rubia o al rubio.
¡¡¡Te
espero, no faltes!!!!.
Manolo.