domingo, 2 de enero de 2011

Carta a Marile

Querida Marile.

Te acabas de ir, y ¡cuánto te echo de menos!.

Mamá dice que aquél 7 de diciembre de 1965 en que naciste, aquél día de invierno, era frío y nevaba, como si Dios hubiera querido que Madrid se cubriera de finos copos de nieve para festejar tu llegada. También quiso que tu partida fuera un frío día de invierno, y que también la nieve festejara tu partida - pequeños copos de nieve, como pétalos de blancas rosas, cubrieron Alcalá de Henares- aquel 28 de noviembre de 2010.
Hoy empieza el segundo decenio del siglo XXI, es el inicio del primer año sin ti, una vida se presenta ante nuestros ojos, no sabemos como enfrentarnos a ella, ni como sabremos seguir adelante. ¡Nos parece tan injusta tu ausencia! ¡Es todo tan distinto sin ti!

Espero que el tiempo haga más llevadero el camino, y menos doloroso el recuerdo. Aunque sabes, llegan a mi mente momentos olvidados de antaño que me dejan un sabor agridulce. Recuerdo cuando saltábamos de una cama  a otra, o jugábamos a los príncipes, cuando hacíamos que papá nos castigara en nuestra habitación para pasar de un lado a otro del pasillo y papá simulaba que no nos veía, la primera vez que cogimos juntos un autobús y nos sentimos mayores, cuándo tuviste a tus hijos, y las apuestas el día de nochevieja para saber cual era el último y el primer anuncio del año.

Has hecho que ya no tenga miedo a la muerte, estoy seguro que cuando muera, dejarás por un momento de bailar, y de querer organizar todo y que  te veré delante de la Luz indicándome el camino. Ten por seguro, que no dejaré que te acerques. En cuanto te vea, me descalzaré y correré a tu encuentro, te abrazaré, te llenaré de besos y te diré todo lo que te quiero, y todo lo que te he echado de menos.  

Me gustaría tanto, poder decírtelo ahora. Hubiera deseado tanto que fueras tú, la que hubieras estado en mi entierro, después de haber envejecido juntos.

Adiós querida hermana. Te quiero y te añoro tanto.